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quieto, desconfiado y hostil que conservó todo el tiempo de su administracion.

Lo primero que hizo, contra todo principio de justicia y sin temor á herir el sentimiento nacional, fué favorecer á todos los oficiales españoles en perjuicio de los oficiales chilenos, inclusos los que estaban fuertemente comprometidos tanto en sus personas como en sus propiedades. «Ya no hubo chileno con empleo ni representacion; todos son separados y sostituidos por españoles europeos; hasta los escritos y memoriales se encabezaban con lo de natural de España y se quedaba seguro de buen éxito. Los subdelegados americanos y los comandantes militares en todos los partidos, desde Copiapó á Chiloe, fueron quitados: el mando del batallon de Concepcion se arranca al antiguo teniente coronel Boa y se da al sanguinario Campillo el de dragones se le quita al coronel Santa María y se entrega á Morgado del de Chillan se despoja á Lantaño para darlo á Alejandro: del de Valdivia á Carballo para poner á Piguero. Todos los dias habia ascensos militares, y no se dió ejemplo que un americano participase de aquella prodigalidad. Campillo, que salió de España subteniente de milicias y llegó á Chile con el grado de capitan, en menos de tres meses se vió teniente coronel de ejército y comandante : Alejan dro, de teniente ayudante se viste de coronel y obtiene una comandancia: Piguero, capitan, es hecho coronel comandante todos los oficiales de Talavera subieron en razon de lo que bajaban los del país; hasta los sarjentos, cabos y soldados se transformaron repentinamente en oficiales, etc. (1)

(1) Carta de don Cayetano Requena, capellan mayor de la escuadra de Chile, á un sacerdote del Perú,

Tras este acto de grande injusticia, cometió otro de opresion respecto á la contribucion mensual de 21,074 pesos que Ossorio impuso á los habitantes de Santiago, y que no se pagaba hacia muchos meses por el estado de apuro en que se encontraban las principales familias sobre que mas particularmente pesaba. Sin consideracion á tan justo motivo, dispuso Marco no solo que se satisficiese lo atrasado, sino que en lo succesivo cada familia pagase con regularidad la parte que se le hubiese impuesto en un plazo muy corto, bajo pena de enviar á su casa una guardia de cuatro Talaveranos, que habia de mantener, alojar y pagar á razon de cuatro reales diarios cada uno.

Esto pasaba el 9 de enero, es decir, á las dos semanas de llegar á Santiago. Pocos dias despues se tomaron medidas aun mucho mas severas, no solo contra las propiedades, sino tambien contra las personas. El muy célebre San Bruno, cuyo nombre aterrorizaba y á quien ya se le tachaba de sanguinario, estaba en cierto modo á la cabeza de este sistema preventivo establecido por Ossorio, y aprovechaba su influencia con el presidente para dar rienda á sus instintos de ira y de maldad. No conociendo mas medios que los violentos para salvar el trono, y queriendo herir y aturdir á la vez al partido de la revolucion, indujo á Marco á que mandase bajo las mas severas penas que ningun habitante de Santiago pudiese andar á caballo ni en coche por las noches, ni llevar poncho ó capa sino arrollada sobre el hombro, ni salir de la ciudad sin permiso espreso, y que todos los que estuviesen en sus haciendas ó en sus chacras volviesen á sus domicilios, no dándoles mas plazo que tres dias para la ejecucion de esta órden. Pena aun mas severa, pues era la de muerte, se impuso á todo el que se atreviese á sobornar los mili

tares y á aquellos en cuyas casas se encontrasen armas de cualquiera clase ó condicion, como escopetas, fusiles, pistolas, bastones con estoque, etc. Una contravencion de esta especie llevaba al culpable á la horca con pérdida de todos sus bienes, de los que se entregaba una parte al delator. La misma pena se decretó contra los jueces que dieran pruebas de debilidad en sus sentencias.

Una vez en este sendero de amenazas y espoliaciones era difícil á Marco volver á la moderacion, la que, al decir de los que le rodeaban, hubiera debilitado y hecho infecundo el sistema proclamado por los españoles ultrarealistas y por el mayor número de los oficiales de Talavera, tan interesados en que fuese mas severo aun. No se reflexionaba que la libertad cuando es tan brutalmente ofendida, brota prosélitos capaces de defenderla con todo el ardor de una faccion audaz y comprometida; y esto fué lo que sucedió en las provincias y especialmente en la capital, foco de la instruccion y del verdadero patriotismo, donde la oposicion hizo progresos tanto mayores cuanto que trabajando en la obscuridad tenia que estar necesariamente mejor combinada y ser mas terrible. Unos exaltados llamados don Miguel y don Pedro Segovia y don Marcelo Nuñez, en uno de aquellos momentos de exasperacion en que falta la prudencia, contestaron una noche Patria al quien vive de la patrulla de los Talaveras mandada por el teniente don Manuel Pizarro, quien los llevó al tribunal de vijilancia, por el que fueron condenados á veinte dias de trabajos públicos.

Por esta época se trató de hacer del pequeño cerro de Santa Lucia una especie de capitolio, y se principiaron las dos fortalezas que todavía se conservan y que mas pa

recen un castillo de esclavitud y destruccion, que un monumento de defensa; porque dominando á la ciudad en casi toda su estension, quedaba esta á merced del primer insensato. Los gastos que ocasionaron eran muy superiores á los recursos de una tesorería siempre empeñada, y para ocurrir á ellos se emplearon nuevas medidas de rigor y se abrieron suscripciones voluntarias tan comunes y tan productivas en paises de fe firme ó de resignacion miedosa y forzada. Ademas se obligó á todos los peones de la ciudad y de los alrededores á que fuesen á trabajar en ellas, y si se resistian ó se escapaban, los llevaban por la fuerza, no dándoles entonces el jornal y tratándolos como presidarios. Tambien se destinaron á trabajar allí á todos los contraventores á las órdenes y disposiciones, aun cuando fuesen personas decentes, y no bastando aun esto, se envió á los criados de las casas, habiendo sido uno de los primeros el del presidente, quien quiso por este medio dar ejemplo de patriotismo y cooperacion.

La iniciativa para este aumento de rigor con todo lo que se rozaba con los hombres y las opiniones vencidas en Rancagua, no partió de Marco sino de San Bruno, quien al frente de la alta policía desempeñaba su destino con un celo que retrataba su carácter severo y desconfiado. Era presidente de un tribunal de vijilancia y seguridad pública, especie de justicia política destinada esclusivamente á vijilar con incansable actividad todo cuanto pudiese comprometer la causa del rey, y que tenia por lo tanto un poder tan amplio como arbitrario. Compuesto de un presidente de la clase militar, cuatro vocales, un asesor letrado y un secretario, funcionó con el rigor de un tribunal revolucionario, porque su desconfianza y su suspicacia alcanzaba á todas las clases de la sociedad. Así

pues impuso á los hacendados la obligacion de vijilar sus peones é inquilinos y las personas estrañas que pasasen por sus haciendas, ó morasen en ellas; exijió de los vecinos que les entregasen las cartas que recibieran del bando contrario, y que denunciasen las reuniones de personas sospechosas y á todo el que hablase en favor de la revolucion ó contra el gobierno ó sus disposiciones; en una palabra personas y cosas entraban en el dominio de su vijilancia y su poder, que no conocia límites, abarcaba toda clase de delitos y se estendia hasta imponer la pena de muerte, bien que en este caso la causa iba en consulta al superior gobierno, quien examinaba la sentencia y daba su sancion á la pena, que era siempre ejecutada con prontitud y militarmente.

Con los desmanes de este tribunal, que tenia representantes en todas las ciudades grandes escepto Concep cion y al que servia de complemento el de infidencia creado para juzgar á los sospechosos, la restauracion tomó un carácter represivo, que sobrepujó con mucho el rigor ejercido hasta entonces, llegando hasta los escesos del crímen. Porque desde este momento se levantaron cuatro horcas en la plaza mayor, y á los pocos dias la libertad contaba tres mártires, que fueron Salinas, Regalado Hernandez el jóven y Traslaviña, yerno del coronel Portus (1). Otras muchas víctimas fueron destinadas á esta especie de ignominia y si se les conmutó la pena de muerte en destierro perpetuo, fué en celebridad de la

(1) A Ventura Lagunas se le condenó solo á destierro á Juan Fernandez, atendida su edad que apenas llegaba á diez y seis años, pero le tuvieron a la vergüenza al pié de uno de los patíbulos, mientras ahorcaban á sus compañeros de infortunio. La principal acusacion que se hizo á estos fué por espías y porque se ocupaban de sobornar por cuenta de San Martin. El sarjento La Roza Jos vendió despues de haber sido su cómplice.- Gaceta del rey.

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