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Tal era la posicion de la mayor parte de aquellos jenerosos patriotas que la suerte habia arrojado á tan lejano país; y todavía si en su destierro hubiesen visto brillar la alianza firme y santa, efecto casi siempre de la comunidad de opiniones é ideas y de la fraternidad de la desgracia, es probable que hubieran soportado con paciencia su infortunio; pero lejos de esto, esperimentaron desde los primeros dias, segun hemos visto, todas las miserias de la ambicion, de la envidia y hasta del encono y desde aquel momento uno de los dos partidos tuvo que ser sacrificado al otro.

Pocos dias despues de haber llegado á Mendoza don José Miguel Carrera, este jeneral, persuadido de que su autoridad seria reconocida por el director don Gervasio Antonio Posadas, le envió dos diputados, que fueron los coroneles don Luis Carrera y Benavente. La fatalidad quiso que Mackenna se encontrase entonces en aquella capital, y al verse él y don Luis Carrera se despertó en el corazon de estos dos valientes oficiales el antiguo espíritu de animosidad, que no podia estinguirse mas que con sangre. Ya en Talca primero, y mas tarde en Mendoza, habia habido entre ellos choques que por las circunstancias no tuvieron consecuencias; pero en BuenosAires, donde no les sujetaban los miramientos que en otras partes, pudieron soltar las riendas á su rencor, y la suerte fué contraria á Mackenna. Despues de muchos pistoletazos disparados por uno y otro, una bala de don Luis Carrera hizo pedazos la pistola y rompió las arterias de la garganta del amigo antiguo, de quien el espíritu de partido lo habia separado hacia tiempo (1).

De resultas de este duelo, verificado segun todos 1) Véase para los detalles el Araucano, número 183.

los principios de honor y lealtad, por mas que entonces y despues la pasion lo haya comentado dándole un carácter de felonía, don Luis Carrera fué preso, y en la prision se hallaba cuando llegó su hermano Miguel á Buenos-Aires. Aunque con mucha dificultad y á costa de muchos pasos, consiguió este que le pusieran en libertad, pero el rigor usado con una persona de tan alta categoría y la especie de infamia de que se le acusaba, le hicieron presentir las contrariedades que debia esperar de un gobierno que se manifestaba tan hostil hácia un allegado suyo. Sin embargo, preocupado siempre con su espedicion á la provincia de Coquimbo de que esperaba los mejores resultados, habló de ella al director Alvear, que habia succedido á Posadas, y solicitó que interpusiese su cooperacion, añadiendo algunos auxiliares álos soldados chilenos de que podia disponer. Esta demanda la repitió mas adelante al coronel mayor Alvarez, á quien una revolucion popular elevó interinamente al poder, pero ni una ni otra fué atendida, si bien contestada la última de una manera muy atenta. Cansado de una vida que se la hacian insoportable, pues se trató de desterrarlo á Santa Fe y le tuvieron preso unos cuantos dias por lijeras sospechas de una intriga, creyó conveniente abandonar el país y marchar á los Estados-Unidos, á fin de preparar desde allí una espedicion contra las autoridades realistas de Chile; y en noviembre de 1815 se embarcó para tentar de nuevo los favores de la fortuna. Con el objeto de legalizar su mision, pidió autorizacion á los demas miembros del gobierno chileno y permiso al director de Buenos-Aires (1).

(1) Resolví de acuerdo con los otros vocales del gobierno chileno pasar á los Estados Unidos de Norte-América, y habiendo instruido al nuevo director de

Desembarazado O'Higgins de su terrible antagonista, pudo dedicarse con calma á trabajos estratéjicos para recobrar un país perdido por la desunion y el desacuerdo, y que el jeneral San Martin pensaba reconquistar para gloria suya y de su nacion. Luego que llegó á Mendoza envió al director Posadas una relacion muy detallada de la batalla de Rancagua, suplicándole apoyase sus futuros proyectos. Sin esperar la respuesta, fué á Buenos-Aires á hablar con él, y le halló en un grande apuro con motivo de los rumores que corrian de la próxima espedicion de Morillo contra aquella república. Obligado Posadas poco tiempo despues á renunciar la dictadura, su sobrino el jeneral Alvear no fué mas favorable que él á los proyectos de O'Higgins, ocupado como estaba en poner el país en estado de defensa contra el ejército de Pezuela, entonces victorioso en el alto Perú, y tambien porque se inclinaba mas á Carrera, á causa sin duda de que se manifestaba enemigo de San Martin. Pero no sucedió lo mismo con Alvarez. En aquellos momentos no tenia que temer el país la espedicion de Morillo que habia desembarcado en las costas de Venezuela, pero estaba amenazado por dos ejércitos, que obrando en combinacion podian poner en grave riesgo la república. Uno de ellos era el de Pezuela, que venia triunfante del norte, y el otro el de Ossorio, que debia atravesar las cordilleras y caer sobre Mendoza con soldados valientes, bien disciplinados y victoriosos.

En tal conflicto, Alvarez oyó las proposiciones de O'Higgins para una espedicion, cuyas ventajas habia

los objetos patrioticos de esta determinacion, me fué otorgada la licencia con recomendaciones para el presidente de aquella república. Manifiesto de don José Miguel Carrera, página 27,

demostrado en artículos que él y su amigo Villegas escribieron en el Censor de Buenos-Aires, y le prometió ocuparse activamente del asunto. Un dia le manifestó desco de seguir el plan de Carrera, enviando quinientos hombres á Coquimbo, lo que no aprobó O'Higgins, creyendo, no sin falta de razon, que su objeto era exijir contribuciones en el país para reunir fondos de que carecia y de que tenia gran necesidad (1). En vista de esta desaprobacion, Alvarez no pensó mas que en levantar un ejército de alguna importancia en Mendoza, y comprometió á O'Higgins á que fuese allá al instante á ayudar á San Martin en su organizacion. La empresa no era fácil, porque falto Alvarez de hombres y dinero, abandonó á San Martin á sus propios recursos y le colocó en la necesidad de poner en contribucion á todos los habitantes de la provincia de Mendoza, ricos y pobres, de lo que sin embargo no manifestaron queja aquellas desgraciadas poblaciones, tan arraigado estaba en sus corazones el prestijio de su jefe. O'Higgins trabajó sin descanso, y casi se debió tanto á su infatigable celo como al del jeneral en jefe, el que este ejército fuese levantado, disciplinado y en parte pagado por él, gracias á 12,000 pesos que un tal Lavigne envió á Mendoza, y á 10,000 que Rosas habia dejado en esta ciudad. Ambas cantidades, y algunos empréstitos que pudo realizar ayudado por sus amigos, contribuyeron fuese menos miserable la suerte de sus soldados. El ejército se componia de tres mil novecientos sesenta hombres distribuidos de la manera siguiente.

á

que

El batallon número 7, mandado por el teniente coronel Conde, y compuesto de esclavos de la provincia, con oficiales sacados del batallon número 8.

(1) Conversacion con don Bernardo O'Higgins.

El batallon número 8, compuesto casi en su totalidad de negros, á las órdenes del teniente coronel Rodriguez. El batallon número 11, que se completó, al mando del teniente coronel Las Heras.

El batallon de cazadores número 1, á las órdenes de Alvarado.

Los granaderos de caballería de San Martin con el valiente Zapiola á su cabeza.

En fin una brigada de artillería, mandada por el teniente coronel Plaza.

Estas tropas, reunidas en un campamento á dos ó ires leguas al norte de la ciudad, fueron instruidas y discipli nadas con el mayor esmero, y al cabo de algunos meses maniobraban con la precision de veteranos y estaban en disposicion de emprender la campaña. Sin embargo, su número era muy inferior al del ejército realista, compuesto de cinco mil hombres, sin contar los milicianos que eran muchos, y tenian ademas que atravesar toda la estension de las cordilleras, montañas de las mas elevadas del globo, con un terreno sumamente desigual, cubiertas de nieve en algunos puntos, sin mas caminos que unos malos senderos rodeados de horribles precipicios, cortados por muchos y muy profundos torrentes, y tan fáciles de defender que bastan unos cuantos soldados para detener todo un ejército. Todas estas dificultades que se presentaban á cada paso, y en medio de las cuales tenia que pasar un gran material de guerra, cañones, muchas cargas, etc., hubieran sido capaces de desanimar al ejército mas osado, si el amor á la libertad y á la patria no le hubiese infundido un gran sentimiento de fanatismo.

San Martin no se hacia ilusiones sobre las desventajas de su posicion, y sin embargo continuó sus preparativos

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