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A la sazon el ejército de O'Higgins, á quien Mackenna no cesaba de pedir ausilio, se hallaba rodeado de un cordon de tropas realistas unidas íntimamente por numerosas guerrillas que estaban siempre en campaña. Así es que en San Pedro, que solo está separado de Concepcion por el Biobio, se hallaba el valiente Quintanilla á la cabeza de cien soldados y sostenido por los de Colcura y Arauco; Talcamavida y Santa Juana eran el punto de reunion de estas guerrillas mitad chilenas mitad indias, que tan intrépidas en el ataque como lijeras en la retirada, no temian llegar hasta las avanzadas de los patriotas, á las que no cesaban de hostigar y de incomodar, En Rere estaban las tropas de Castilla y en Chillan los setecientos hombres que Gainza habia dejado al mando del coronel Berganza, despues de haber dado órden de aumentar las fortificaciones de otros tres castillos y de cinco trincheras. Por último el grueso del ejército estaba acampado en Quinchamali pronto á marchar al punto que fuese necesario. Para completar mas esta especie de bloqueo, bien que no entrase en la intencion del jeneral en jefe, las dos fragatas la Sebastiana y el Potrillo que habian conducido las tropas á Arauco, se colocaron en la embocadura de la bahía de Talcahuano con intencion de apoderarse de los buques que llevaban víveres á la plaza y la abastecian, ó de ausiliar las operaciones del ejército de tierra. Entre Gainza y estos buques mediaba una correspondencia mui seguida por medio de las guerrillas que mandaban Lantaño y Barañao.

En medio de tantos elementos de temor y de peligro, O'Higgins, para sostener y mejorar la moral de sus tropas, creyó conveniente tomar la ofensiva y atacar algunos de estos destacamentos. Desgraciadamente la fatalidad

persiguió desde el principio todas sus empresas. Quintanilla le cojió los cuatrocientos caballos que Carrera habia puesto en la hacienda de Hualpen y cuando quiso atacarle en San Pedro, se vió obligado á renunciar á esta empresa y á retroceder á consecuencia de la insubordinacion de los granaderos probablemente sobrescitados con la presencia de don Juan José Carrera: por lo menos es lo cierto que este jeneral se habia introducido con intenciones hostiles en medio de sus soldados, por lo cual O'Higgins le dirigió duras y severas reconvenciones (1). Otra espedicion, que al mando del capitan don Juan Calderon tuvo el encargo de sorprender á un corto número de soldados y marinos que bajaron á hacer aguada en la isla de la Quiriquina, fué completamente derrotada; y pocos dias despues estos mismos marinos desembarcados en Coclemu, se apoderaron de un convoy de víveres destinado á Concepcion y que felizmente pudo recuperar en parte el teniente Freire atacándolos con ochenta dragones. Enfin una tercera espedicion mandada por el coronel de miliciasdon Fernando Urizar contra la guarnicion de Rere compuesta en parte de milicianos, fué todavía mas desgraciada, porque el comandante de esta guarnicion, que era el jóven Castilla, la batió completamente, haciéndola retroceder hasta Concepcion con pérdida de buen número de soldados, de los dos cañones que llevaba y de casi todas las armas y bagajes.

Cuando se verificaba esta última derrota, es decir, el 4 de marzo de 1814, un acontecimiento en estremo doloroso vino á contristar el ánimo de casi todos los hombres de ambos partidos.

No pudiendo don José Miguel Carrera soportar los insul

(1) Conversacion con don Bernardo O'Higgins.

tos de algunos oficiales subalternos que no habian olvidado la severidad tenida con ellos, y viendo por otra parte que siéndole poco favorable el espíritu del soldado le era punto menos que imposible encadenar los sucesos á su gusto, decidió salir de la provincia y dirijirse hácia Santiago para de allí ir á su hacienda, como lo habia prometido. Al efecto pidió una escolta á O'Higgins, por quien se le facilitaron inmediatamente veinticinco hombres, y el 2 de marzo de 1814 se puso en camino en compañía de su hermano don Luis, de don Estanislao Portales, don Juan Morla, don Rafael Freire, don Servando y don Manuel Jordan y otros muchos militares y paisanos; por manera que la comitiva se componia de unas cien personas. Llegados á Penco se alojaron en los molinos de Pedro Nogueira, y allí supieron que el enemigo, noticioso de su viaje á Santiago, se habia colocado en la banda sur del rio Itata para detenerlos luego que lo pasasen. Hubiera sido grande imprudencia continuar la marcha, y resolvieron enviar espías para asegurarse del estado de los caminos. En este intermedio volvió á Concepcion con don Luis y algunos amigos, pero solo á pasar la noche, porque á las tres de la mañana estaban ya de vuelta en su alojamiento, aunque con intencion de retirarse al dia siguiente á la chacra de don Pedro José Benavente, ó quizá de volver á Concepcion aprovechando el permiso que O'Higgins habia dado á su hermano don Luis: pero la fatalidad no le dió tiempo.

En efecto, una division enemiga mandada por don Clemente Lantaño y fuerte de quinientos hombres y dos piezas de campaña, habia sido destacada por Gainza para impedir el paso á las tropas de O'Higgins, que segun avisos debian ponerse muy pronto en marcha para reunirse

con las de Mackenna. A su llegada á Coelemu supo Lantaño que estas tropas no estaban aun en disposicion de salir de Concepcion, pero que Carrera se dirijia sobre Santiago acompañado de algunos soldados solamente y de buen número de personas. Su primer pensamiento fué salir á su encuentro, y al efecto dispuso que Barañao, que mandaba la caballería, tomase el camino de la costa mientras que él iba por el camino real, creyendo que de esta manera no se le escaparian. Don Lorenzo Reyes oyó decir á uno en Rafael que no habian salido aun de Penco, y aunque la persona que dió la noticia no le ofrecia grandes garantías, no titubeó en comunicarla á su comandante, aconsejándole al propio tiempo que marchasen á esta plaza á sorprender la comitiva (1). Lantaño no tenia órden de su jeneral para semejante espedicion, y esto le hizo dudar un momento, pero al fin penetrado de su grande importancia se decidió, y se puso en marcha con don Lorenzo Reyes y cien hombres casi todos chilotes. Habiendo salido por la tarde llegaron antes de amanecer á las alturas de Penco, y allí se prepararon para el ataque, sin esperar la ceremonia de la absolucion que queria echarles el capellan, como era costumbre en semejantes casos. Lantaño marchó sobre el fuerte mientras Reyes se dirijia al campamento de Carrera, despues de haber encargado á sus soldados el mayor silencio y sobre todo que no disparasen un solo tiro. Esta órden fué puntualmente ejecutada, y ya llegaban á las casas cuando casualmente se descargó un fusil. Esta fué la señal de ataque, y una descarga jeneral puso en movimiento á los patriotas, quienes en la imposibilidad de defenderse, y medio dormidos, procuraban salvarse ú ocul(1) Conversacion con don Lorenzo Reyes.

tarse en cualquiera parte adonde la casualidad les condujese. Felizmente la Providencia salvó la vida de estos honrados chilenos. Solo perecieron el alférez don José Ignacio Manzano y algunos soldados; pero el mayor número, inclusos los dos Carreras, fueron arrestados, y vijilados muy de cerca hasta el momento en que Lantaño, desesperanzado de hacer nada contra el fuerte, á pesar de haberido Reyes en su socorro, se presentó á ellos y les mandó partir para Rafael, adonde muy luego fué P. Ascenjo á buscarles de parte de Gainza para presentarlos á este jefe y pocos dias despues para llevarlos á Chillan, donde les pusieron grillos y los encerraron en calabozos como si fuesen grandes asesinos. Y sin embargo, la fortuna, que mucho tiempo atrás era tan contraria á estos ilustres patriotas, hubiera podido en esta circunstancia favorecerles algo, si los cincuenta infantes de la patria que desertaron el dia antes con armas y bagajes dirijiéndose sobre Santiago, no hubieran precipitado su marcha; pues cuando este desgraciado suceso se hallaban ya á las inmediaciones de Rafael, donde el coronel Pla, que habia quedado con el resto de las tropas de la division Lantaño, vino á batirlos y dispersarlos (1).

Una serie no interrumpida de tan continuos reveses en ocasion en que parecia que las tropas querian inspirarse de la enerjía y de la bravura de su nuevo jefe, habia de producir necesariamente honda impresion en el patriotismo de O'Higgins y hacerle temer por su porvenir y su responsabilidad; y eso que, como vamos á verlo, no conocia aun todas las desgracias que la suerte tenia reservadas para los principios de su mando.

A consecuencia de la nueva organizacion dada al (1) Conversacion con don Lorenzo Reyes.

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