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Zapiola marchasen inmediatamente á hostigarlos ó entretenerlos mientras llegaban los batallones 7 y 8. Esto obligó al enemigo á replegarse sobre una posicion muy ventajosa; pero los dos batallones, animados por O'Higgins y sus dos coroneles Cramer y Conde, les atacaron en columna cerrada, y empeñaron una accion sumamente sangrienta, que habia empezado hacia mas de una hora cuando el batallon número 7, con el valiente coronel Cramer á la cabeza, dió una carga á la bayoneta que desordenó al enemigo y lo derrotó. En esta brillante carga fué particularmente auxiliado por los escuadrones del coronel Zapiola á las órdenes de Melian y Medina, y por las columnas del brigadier Soler, que despues de haber comprometido algun tanto el éxito por lo mucho que se detuvieron en los sitios sumamente escarpados que tuvieron que atravesar, se presentaron de improviso para añadir el último floron á la victoria. El póstrer esfuerzo que los realistas hicieron en las viñas de la hacienda, no fué en cierto modo mas que una simple medida de defensa personal, que cedió muy pronto á la carga impetuosa de Nicochea, puesto á la cabeza de su cuarto escuadron. Tal fué el fin de esta batalla que tan bello triunfo preparó á la libertad chilena, y en la cual se distinguieron por su grande arrojo Cramer (1), Las Heras, Conde, Zapiola, Melian, Medina, Salvadores, Zorrilla, etc., etc., el presbítero don José de Oro y el reverendo padre fray José Antonio Bausa, de quienes pocos dias despues

(1) Cramer tomó una parte muy activa en la batalla de Chacabuco. Fué é quien dió esta carga asombrosa, á que O'Higgins no quiso decidirse por sus instrucciones particulares. Conversacion con don Miguel Infantes. — Brayer en su manifiesto atribuye tambien la mejor parte á este coronel, y añade que de resultas de los multiplicados elojios que recibia de sus compañeros de armas, San Martin le miró mal desde aquel momento y resolvió alejarlo del ejército, lo que no tardó en suceder.

hizo mencion honorífica el gobierno, pero sobre todos el intrépido O'Higgins, cuyo arrojo le llevó á adelantarse mas de lo que debia y contra las instrucciones de San Martin. Esta importante victoria dió por resultado cojer la artillería, el parque y todo el bagaje, la bandera del rejimiento de Chiloe y sobre seiscientos prisioneros inclusos treinta y dos oficiales de los que muchos eran de distincion, habiendo habido otros tantos muertos. Entre estos últimos se contaron el mayor Margueli, que avanzó hasta cerca de Uspallata, y el coronel Elloreaga, á quien el peligro de los realistas le sacó á toda prisa de Coquimbo, donde era gobernador civil y militar. Chileno de nacimiento, activo y de un arrojo indisputable, abrazó muy pronto y por conviccion el partido realista, que defendió hasta su muerte con un valor notable y digno de mejor causa.

El mismo dia de la accion, el capitan don José Velazquez llevó á Santiago la noticia; y los realistas, que tres dias antes habian firmado una acta que Marco publicó en la gaceta, ofreciendo sus haciendas y hasta sus vidas en defensa de la autoridad real y contra los proyectos revolucionarios del ejército de los patriotas, se llenaron de espanto. Ellos fueron, como de costumbre, los primeros á esparcir la alarma en la ciudad, á llenar de confusion los ánimos apocados, y á dar la señal de huir, que tomó al instante grandes proporciones entre las jentes de su partido, á pesar de que las menos fáciles de intimidacion y dispuestas á tentar otra vez los azares de una batalla, divulgaron por todas las calles al ruido de las campanas de las iglesias falsos rumores de un glorioso desquite. La accion hubiera sido con efecto un mero choque, y de ninguna manera una derrota, á haber tenido

arrojo el capitan jeneral y á no faltarle talentos militares. Las tropas que se mandaron ir á marchas forzadas del sur, donde estaban torpemente diseminadas, ascendian á cuatro mil hombres próximamente, estaban muy bien disciplinadas y no carecian del valor necesario para hacer frente al ejército victorioso, si no en la ciudad en estremo ajitada por los descontentos que eran muy temibles, al menos en campo raso, y ademas tenian el deseo de venganza que suele acompañar á una derrota. Esta fué la opinion que algunos oficiales superiores, como Barañao, Bernedo, Lantaño, etc., emitieron con calor en un consejo de guerra, convencidos de que la fortuna no favorece á los militares mas que cuando estos tienen bastante audacia para confiar en ella; pero otros muchos por el contrario fueron de parecer que debian marchar á las provincias meridionales, que vivian aun bajo la impresion de las ideas españolas. Así se pensaba hacer, cuando la llegada de los fugitivos, que exajeraron mucho el número de muertos y la fuerza del ejército patriota, aumentó el desórden y produjo tal pánico en la ciudad, que todos los realistas, hombres, mujeres y niños mezclados con militares de todas graduaciones, se dieron prisa á emigrar, muchos á pié, y tomaron el camino de Valparaiso los unos atronando con sus gritos y lamentos y los otros en completa indisciplina, siendo tal el desórden de los soldados, que se entregaron á toda clase de escesos, tiraron las ar mas, abandonaron los cañones en número de 16, y acabaron por apoderarse del tesoro que iba confiado á don Ignacio Arangua (1).

(1) Algunos autores hacen subir este tesoro á 300,000 pesos, añadiendo que fué saqueado en el camino cerca de la montaña de Prado y que los oficiales tomaron parte en el saqueo. A consecuencia de una conversacion que tuve sobre

En Valparaiso fué mucho mayor el desórden, al encontrarse los emigrados con que no tenian todos los alojamientos que necesitaban. Precisados los soldados á quedarse en la ciudad, saquearon las tiendas y el gran número de equipajes que habia quedado en la playa, pusieron fuego á varias bodegas y en la fiebre de su furor de su indisciplina hasta cometieron algunos asesinatos. En cuanto á Marco del Pont, su destino fué aun mas desgraciado, pues aunque huyó la misma noche en que tuvo noticia de la derrota, fuese efecto de la debilidad de su carácter afeminado ó de haber seguido el consejo de su compañero don Prudencio Lascano, tomó luego que se separó de la artillería caminos estraviados en medio de los campos de San Francisco del Monte, que le condujeron á sitios desconocidos. Al llegar á las tablas le alcanzaron el capitan Aldao y don Francisco Ramirez, quienes lo llevaron á Santiago con las personas de su comitiva y los pusieron á todos en las habitaciones altas de la aduana para que esperasen allí lo que se resolviese acerca de su suerte. Momentos despues de su salida, el palacio habia sido saqueado y robados sus ricos muebles por el populacho que está siempre á merced de todas las revoluciones y de todos los desórdenes.

el particular con don Ignacio Arangua encargado de este dinero, escribí lo siguiente: «Pocos dias antes de la batalla propuse que todo el dinero existente en las cajas se llevara á Valparaiso; Marco no quiso entonces, pero despues de la accion accedió á ello, dándome esta comision. Me puse en camino á las dos de la mañana, escoltado por una compañía de caballería que mandaba el capitan Magallar. Apenas habian llegado las mulas al final del callejon de la Merced, un poco mas allá de la chacra de Loyola, los soldados, en union con algunos peones, se apoderaron de las cajas. Yo me habia detenido á ayudar a arreglar una mula, y al ver aquello me volví por un camino estraviado y fuí á depositar en una chacra los cajones de dicha mula, que contenian 64,000 pesos próximamente. De ellos solo se encontraron 34,000 cuando al dia siguiente se envió la carga al gobierno. El total de lo que llevaba Arangua podia valuarse en 164,000 pesos. »

CAPITULO XLVI.

Entrada de San Martin en Santiago. Es nombrado director de la república, y habiendo renunciado, recae la eleccion en O'Higgins. Estado del pais cuando este se puso al frente del gobierno. Son ejecutados el mayor San Bruno y el sarjento Villalobos. Regreso de los patriotas prisioneros en Juan Fernandez.- Proyectos de una marina chilena.-Vuelve de los EstadosUnidos don José Miguel Carrera, y es mal recibido de Pueyrredon y de San Martin, que se encontraba en Buenos-Aires. Politica de O'Higgins con los realistas y con los carreristas. Los tejedores y los anti-arjentinos. Medidas contra los realistas. Escuela militar. Talcahuano es el único punto en que no ondea la bandera de la libertad. Supresion de la nobleza y de todos sus blasones. O'Higgins sale para el ejército

del sur.

La victoria de Chacabuco fué de un resultado inmenso para la independencia americana. Con ella recobró Chile su primer cimiento de libertad y América entera, dominada entonces casi toda por las tropas españolas, vió en su porvenir un gran rayo de esperanza.

San Martin, el héroe de tan magnífica campaña, cuyo plan habia sido bien concebido y bien ejecutado, marchó sin detenerse á Santiago, alentado con la noticia del pánico que tenia aterrados á sus habitantes, y que supo por los patriotas que salieron á su encuentro para dársela. Quizá hizo mal en no destacar sobre Valparaiso una parte de su ejército, la division Soler por ejemplo que apenas habia entrado en accion y recojer los muchos soldados que huian con armas y bagajes y que podían haber ido á reforzar el ejército del sur. Este fué el primer pensamiento de O'Higgins, quien se brindó á dirijir la espedicion, persuadido como estaba de que el espíritu impetuoso que infunde la victoria, hace capaz al soldado de las mas grandes cosas. Pero sea que San

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