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que le caracterizaba, respondió que toda observacion era inútil y que necesitaba el préstamo. Como de costumbre, este recayó mas particularmente sobre los realis tas, y á los pocos dias habia reunidos 200,000 pesos, que se enviaron á los Estados-Unidos para la construccion de algunos buques. Casi al mismo tiempo salió para Inglaterra don José Antonio Alvarez Condarco, encargado de dar á conocer el estado del país é interesar á los espe culadores en el proyecto.

Pero las miras de San Martin y O'Higgins no se limitaban á tener una marina con que guardar las costas. En sus conversaciones hablaban con frecuencia de la posi bilidad de una espedicion contra el Perú, una vez dueños de Chile, con cierto número de buques, y de ir á conquis tar á aquel arsenal de hombres, armas y municiones la independencia que deseaban: el principal objeto del viaje de San Martin á Buenos-Aires fué combinar con el director Pueyrredon esta espedicion naval ya muy medi tada (1).

Si hubiese podido desaparecer en aquel momento el espíritu de discordia que la rivalidad de los jefes habia producido y verificarse la reconciliacion de los partidos, nada mas conveniente para este proyecto que la llegada de don Miguel Carrera á las aguas de la Plata. Mientras estuvo en los Estados-Unidos, adonde por toda recomendacion casi no habia llevado mas que su nombre, su talento y su actividad, tuvo relaciones frecuentes con el gobierno de Washington y especialmente con el ministro Monroe y algunos diputados. Todos estuvieron de acuerdo en que Chile y América entera no serian verdaderamente independientes hasta que no fuesen dueños de la inar del (1) Conversacion con don Bernardo O'Higgins.

Sur; pero que para esto era necesario que todas las repúblicas cooperasen á la formacion de una escuadra. A la influencia moral que el gobierno de los Estados Unidos ejercia en la independencia de todas estas repúblicas y á la conviccion que el lenguaje seductor de Carrera llevaba á los ánimos se debió al cabo de catorce meses el poder reunir por cuenta esclusiva de Chile, á pesar de sus es casos recursos, una escuadrilla de cinco buques armados en guerra y tripulados por gran número de hombres, oficiales y operarios con un material de todas clases. Su intencion era entrar con los cinco buques en Maldonado ó á lo mas en Montevideo, donde suponia de gobernador á Artigas, con objeto de refrescar los víveres, armar un transporte con trescientos ó cuatrocientos hombres, adquirir noticias del estado de Chile, ponerse de acuerdo, si era posible, acerca de sus operaciones con el director de Buenos-Aires, y continuar su viaje á Chiloe y Valdivia, pueblos que no podian oponerle resistencia y en que habia una masa de hombres à proposito para formar una fuerte division con que atacar á Marco ó bien continuar á Guayaquil á apoderarse de su arsenal, ponerse en comunicacion con Quito y en combinacion con las fuerzas de San Martin allanar los obstaculos que ofrecia Lima á la independencia de las répúblicas (1).

Tal era sobre poco mas o menos el plan de campaña ideado por don Miguel Carrera antes de volver á su país. Desgraciadamente su carácter un tanto fogoso le atrajo algunas enemistades entre los pasageros del buque Clifton, en que iba embarcado. Fué necesario que armase las tropas para contener á los marinos sublevados, y mediaron acaloradas disputas entre él y el capitan del

(1) Carta del 15 de octubre de 1817 de don José Miguel Carrera á Madariaga.

buque llamado Davey, del cual no pudo conseguir que desistiese de ir á Buenos-Aires, gobernado á la sazon por sus implacables enemigos. Precisado á verse con Pueyr redon tuvo con él entrevistas frecuentes. Carrera le ofrecia ayudarle con su esperiencia y sus ausiliares, y Pueyrredon procuraba entretenerle con subterfujios artificiosos, porque en aquel momento aun no se sabia en BuenosAires la victoria de Chacabuco; pero luego que de ella se tuvo noticia, cesó la política misteriosa del director, quien le renovó la órden, que ya le habia dado, de que se volviese á los Estados-Unidos con el carácter de diputado de Buenos-Aires. No queriendo obedecer, buscó todos los medios de contrariar sus planes, atizó la discordia en la escuadrilla, valiéndose de varias personas, especialmente de Lavaisse, oficial francés que habia formado parte de la espedicion, y acabó por poner preso á él, á su hermano don Juan José, á los hermanos Benavente y otros. Solo don Luis Carrera pudo, protejido por un amigo, eludir este golpe de despotismo.

Por entonces llegó San Martin á Buenos-Aires, donde entró en medio de un pueblo entusiasmado con su admirable victoria. A pocos dias fué á ver á don Miguel Carrera, arrestado en el cuartel de Terrada, y desde las primeras palabras se despertó en los dos el odio que enjendra la política. Desde aquel momento puede decirse que quedó decretada la perdicion de Carrera, pues se decidió que partiese á la fuerza á los Estados-Unidos, lo cual equivalia á un ostracismo poco menos que para toda su vida. Un buque que iba á darse á la vela para aquel país recibió órden de llevarlo; pero en el intermedio pudo don José Miguel burlar la vijilancia de sus guardias y salvarse en un bote que lo condujo á Montevideo,

donde fué perfectamente recibido por el jeneral portugués Lecor.

Esta política de pasion convenia perfectamente á O'Higgins, porque opinaba que Chile no podia pacificarse sin destruir á la vez el partido realista y el de los carreristas declaró pues guerra sin descanso á estos dos partidos sin olvidarse de los indiferentes, permitiendo que en el periódico del gobierno se publicasen artículos un tanto fuertes contra los llamados tejedores.

Entre estos tejedores, siempre dispuestos á abrazar un partido cualquiera, habia algunos que por el instinto de su instabilidad y sin opinion marcada, se unian á una autoridad mientras se conservaba en el mando, y cuando caia se pasaban á otra, sin cuidarse del porvenir del país, imitando en esto el papel de los cortesanos; pero los habia tambien que dotados de verdadero patriotismo, estaban unidos á los realistas, mas para sacar provecho de su política que para servir su causa. En este número se contaban el conde de Quinta-Alegre, don Manuel Manso, don Manuel Ruiz Tagle, don Domingo Eizaguirre, don José María Tocornal y otros muchos, que no teniendo mas delito que haber permanecido en su país, era poco hábil y aun peligroso ofenderles, atendida su elevada posicion, porque podian hacerse hostiles á una autoridad tan arbitrariamente establecida y que empezaba ya á tener enemigos hasta entre los intachables carreristas. Al gobierno existente se le consideraba como producto del de Buenos-Aires, y el espíritu de nacionalidad, tan fuertemente exaltado entre los chilenos, no podia soportar lo que con injusticia llamaban una humiliacion, pues pretendian, probablemente con segunda intencion, que Chile iba á estar pronto bajo la dominacion de Buenos-Aires, como

si un país tan patriota y tan bien defendido por un largo desierto y por inmensas montañas inaccesibles, pudiese ser presa de una nacion de órden tan segundario.

O'Higgins oia con calma todas estas murmuraciones interesadas, y aguardaba mejor ocasion para hacer sentir su vara de hierro. Entre tanto se ocupaba de los españoles y de los realistas, á quienes queria poner en posicion de que no pudiesen hacer daño á la última evolucion de la libertad. Aprovechándose de los decretos sumamente severos fulminados por Marco contra los patriotas, quiso á su vez aplicarlos á los realistas; y se vió una comision, en plena república y bajo la bandera de la libertad, dictando las medidas preventivas mas despóticas para escudriñar la conducta y hasta la conciencia de los habitantes. Se renovó con todos sus abusos una junta calificadora para obligar á los españoles, á los chilenos y hasta á los curas á que justificasen su patriotismo; se prohibió á toda persona sospechosa de realista que tuviese relaciones frecuentes con las de su partido; se mandó que estas se retirasen á sus casas al toque de la retreta y que los militares se presentasen inmediatamente bajo pena de la vida al ministro Zenteno; enfin hasta se exijió el certificado de calificacion del tribunal de infidencia establecido en tiempo del rey: por manera que el gobierno y la policía estaban iniciados en todos los antecedentes de cuantos podian hacer daño á sus principios.

Estas medidas, indudablemente muy severas y que al parecer demostraban debilidad en el gobierno, eran hijas del estado de incertidumbre en que se encontraba el país. A pesar de la victoria de Chacabuco, aparentemente tan decisiva, Chile no podia contar con su independencia :

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