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se tenia buen cuidado, es cierto, de dar publicidad á los grandes resultados obtenidos por los patriotas de las otras repúblicas, exajerándolos de una manera que merece disculpa, pero tambien se conocian perfectamente los riesgos que amenazaban, y O'Higgins ponia todos los medios de hacerles frente, no solo valiéndose de artículos de periódicos, sino debilitando en lo posible al partido realista y reclutando nuevas tropas, para las que contaba ya con oficiales educados con severidad y método en una escuela militar.

Esta escuela, fundada en tiempo del gobierno revolucionario y disuelta por Ossorio, se restableció bajo una nueva base, teniendo de director al mayor de injenieros Arcos y de segundo á don Jorge Beauchef, militar francés, á quien los sucesos de 1815 llevaron á Nueva York, de donde en seguida pasó á Chile á emplear sus conocimientos y su valor en la conquista de su libertad.

Con estos dos intelijentes militares la escuela, que se estableció en el convento de San Agustin, estuvo muy pronto en disposicion de recibir una multitud de jóvenes de buenas familias, á quienes el entusiasmo de la independencia y el espíritu de la época los decidieron por el arte militar. Beauchef, como ayudante mayor, era en cierto modo el alma del establecimiento. Amante de su profesion, formado en la escuela de Napoleon y conociendo que el país tenia una necesidad imperiosa de buenos oficiales, se dedicó al desempeño de sus deberes con un afan, que le valió muchas veces los elojios de sus jefes. Severo á la par que justo y amable, era el amigo de todos aquellos jóvenes, que ejecutaban sus órdenes con mucha complacencia, por mas que no estaban acostumbrados á semejante jénero de vida. Habituado á la disciplina exijia de

sus discípulos actividad, exactitud, aseo; y para acostumbrarlos á la fatiga los llevaba con frecuencia á dar largos paseos militares con armas y con sacos á la espalda. Los buenos padres Agustinos que estaban habituados al silencio y la quietud, se admiraban de que les despertase todos los dias temprano el sonido del tambor y el ruido de los sables y fusiles (1). En el mismo edificio habia ademas una escuela para cabos y sarjentos.

O'Higgins veia con particular satisfaccion los progre sos de la escuela, para la que nada economizaba. Las necesidades del país eran en aquellos momentos esclusivamente militares, y era indispensable por consiguiente crear verdaderos oficiales, sin reparar en gastos ni en las escaseces del tesoro. Para esto habia los empréstitos voluntarios ó forzados que eran en cierto modo el estado normal del sistema rentístico de la época, y tenia á su disposicion las fortunas de los realistas, de las que por derecho de represalia se podia echar mano sin escrúpulo, en justa indemnizacion de lo que su partido habia hecho contra los patriotas, como se tenia cuidado de decir en los decretos. Un ejército en ademan amenazador, reforzado con gran número de fujitivos, se hallaba acampado en el país y era necesario espulsarlo, mucho mas cuando su campamento estaba reducido á la pequeña villa de Talcahuano. Porque si se esceptua este puerto, la libertad habia conquistado todos sus derechos y su bandera ondeaba en todas las ciudades de la república. En el norte,

(1) Para dar impulso á esta escuela suprimió el gobierno los cadetes de los rejimientos, por manera que en lo succesivo no podia haber en el ejército otros oficiales que los procedentes de ella. El número de alumnos fué al principio de ciento, pero muy luego se aumentaron cincuenta. Habia pues ciento de pago y cincuenta que mantenia el gobierno, debiendo ser estos hijos de militares, etc., Diez becas estaban reservadas para cuyanos.

la espedicion de Cabot, que San Martin habia enviado del campamento de Mendoza, no hizo mas que presentarse y espulsar los pocos realistas de Coquimbo, batirlos en los campos de Barrasa y dispersarlos completamente, despues de apoderarse de muchas armas y municiones. Casi al propio tiempo el comandante Freire, enviado de vanguardia del ejército para engañar al enemigo, operar una diversion en sus rejimientos y hostigar sus avanzadas, se apoderó de la ciudad de Talca, detuvo buen número de fujitivos que se dirijian á Concepcion y se incorporó con el título de teniente coronel á la division Las Heras, destacada contra Ordoñez pocos dias despues de la victoria de Chacabuco.

Aunque el valiente Las Heras llevaba su batallon número 11 y alguna caballería para protejerle, y sin embargo de que en el camino se reforzó con la pequeña columna de tropas formada por Freire con el nombre de batallon de canarios (1), sin embargo, la seguridad de que el nuevo virey Pezuela enviaria otra espedicion contra Chile, movió á O'Higgins á concentrar en el sur una buena division para espulsar cuanto antes los últimos restos realistas y á ir en persona á activar las operaciones y tomar el mando del ejército. Antes de su salida adoptó una medida violenta, que atacaba es verdad los intereses de una clase de la sociedad, pero que en cambio debia consolidar poderosamente el principio revolucionario. Abolió todos los títulos de nobleza, en los que veia un obstáculo para la igualdad de condiciones que reclama un gobierno verdaderamente republicano.

(1) Este batallon, vestido de lienzo blanco con cuello y vueltas amarillos por falta de paño, se le conoció mas tarde con el nombre de Carampangue por la admirable accion que sostuvo á orillas de este rio.

En Chile habia dos clases de nobleza: una era la llamada de Encomienda, nacida de la conquista y espresion del sistema feudal que invadió todas las naciones de Europa, pero que en América fué siempre templado por el interés que en ello tenia el rey. Consistia en dar á los conquistadores y mas adelante á los que probaban descender de ellos ó que sus antepasados habian hecho algun gran servicio, cierto número de indios que poseian durante su vida, y que muchas veces pasaban á sus hijos para revertir ó volver despues á la corona. Se ve pues que esta nobleza era puramente un donativo, un verdadero beneficio sin privilejios ni distinciones de clase, á no ser en tiempo de guerra ó cuando se sublevaban los indios, pues entonces tenian obligacion los nobles de ponerse á la cabeza, no de sus vasallos como ellos decian, sino de sus feudos. Esta clase de nobleza, llamada Encomienda de una ó de dos vidas, era una esclavitud injusta y al propio tiempo peligrosa por la proximidad de los Araucanos. Duró mas de dos siglos, hasta el gobierno de don Ambrosio O'Higgins, quien siendo presidente la abolió definitivamente por su decreto de Illapel en una visita que hizo en el norte de Chile.

La otra nobleza era por el contrario esclusivamente honorífica, pues no tenia atribuciones políticas de ninguna especie ni poder alguno como corporacion. Sus rentas consistian en un mayorazgo que el agraciado tenia obligacion de fundar en el momento de su recepcion, ya sobre sus propiedades, ya sobre propiedades ó empleos comprados. Por insignificante que fuese al principio el reino ó audiencia de Chile, no por eso dejaba de tener en su seno hombres del mas elevado nacimiento, algunos grandes de España y otras muchas personas, sino no

bles, muy distinguidas, y que por lo tanto podian aspirar á esta dignidad, pagándola. Este era tambien el medio. usado jeneralmente en aquella época en todos los estados europeos para crear nuevos títulos de nobleza: fortuna cuando este espíritu de vanidad no daba por resultado favorecer viles propensiones de los gobiernos y se convertia por el contrario en beneficio del país y de las personas que aspiraban á este honor; que fué precisamente lo que sucedió en Chile, porque el dinero de los títulos se empleó casi todo en fundar la mayor parte de las ciudades y pueblos que existen hoy en la república y que concentraron á sus habitantes, entonces diseminados á grandes distancias en los campos, donde no alcanzándoles los beneficios civilizadores de la relijion de la instruccion, vivian en una rústica ignorancia que los hacia casi inferiores á los esclavos (1).

y

Por aquí se ve que los títulos de estos chilenos, algunos de los cuales solo habian sido aceptados á fuerza de instancias de los presidentes Manso y Ortiz de Rosas y muchos por pura filantropía, no podian ofuscar mas que á los envidiosos que no toleran nada superior á ellos. Pero tambien es necesario confesar que estos títulos y las armas colocadas encima de las puertas de las casas, guardaban tan poca armonía con las ideas de la época y eran tan contrarias al espíritu de la revolucion, que no es de admirar que O'Higgins se considerase obligado á abolirlos, como así lo hizo por decreto de 22 de marzo de 1817. Por un singular capricho de los sucesos, completó instintivamente la obra de su padre, pues si este con

(1) Informes de las visitas de los obispos de Santiago y de Concepcion sobre el estado miserable de los campesinos que viven dispersos en estos dos obispados, á mediados del siglo 17.

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