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hombre capaz bajo todos conceptos de ejecutarlo; este hombre era Ordoñez.

Aunque continuaba su desvío con Ossorio, á quien no podia perdonar que le hubiese quitado el mando del ejército, y á pesar de que no tenia obligacion de seguirle ni de esponerse á los riesgos de la guerra, puesto que como intendente de la provincia de Concepcion su residencia debia ser en la capital de esta, sin embargo, sea que le moviese su adhesion á la causa realista, sea que le aguijonease el deseo de gloria y de emociones, se reunió á él para ayudarle con su denuedo y sus talentos. En el consejo de guerra que se celebró por la noche, hizo ver que tenian contra sí dos grandes enemigos, el ejército patriota, superior al suyo bajo todos conceptos, y el rio Maule, imposible de pasar á un ejército derrotado. En vista de esto propuso un golpe de audacia, reducido á ir inmediatamente á atacar al enemigo, aprovechando la oscuridad de la noche para ocultar mejor su plan y su inferioridad.

Este proyecto no mereció la aprobacion de Ossorio, que como hombre prudente é instruido, no opinaba porque se fiase nada á la casualidad, sino que queria deberlo todo al cálculo. Sin embargo, habiéndose adherido á él Baeza y muchos oficiales, se decidió á adoptarlo; y poniendo el ejército á disposicion de Ordoñez, dió este en seguida las órdenes para los preparativos, por manera que á las ocho todo estaba dispuesto para intentar un golpe de fortuna.

En este instante el ejército patriota, que habia llegado mucho mas tarde al campamento, se ocupaba en un cambio de posicion, dirijido por el teniente coronel de injenieros don Antonio Arcos, que ya habia situado la pri

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mera línea detrás de un sanjon, formando un ángulo recto con la segunda (1). Como se retardase algo el movimiento de esta y el flanco de la primera se hallase en descubierto por no haberse aun situado los puntos avanzados, el coronel del batallon número 11 don Juan Gregorio de las Heras, lo hizo presente al señor coronel don Hilarion de la Quintana que la mandaba en jefe, lo que le fué contestado que el estado mayor lo determinaria. Entonces el coronel Las Heras, por seguridad de su cuerpo, ordenó que la 4a compañía al mando del capitan don Antonio Dehesa pasase á sitiar á poco mas de una cuadra en flanco, haciendo avanzar de ella un piquete con treinta hombres y los centinelas correspondientes. Como al cuarto de hora de establecido este puesto avanzado, ya se sintieron tiros y muy luego un fuego de fusil bien sostenido; y al momento el parte como se habia pedido que seiscientos cazadores atacaban observándose á su retaguardia dos columnas de infantería. En el momento se puso el ejército sobre las armas : la cuarta compañía apagó los fuegos de golpe y se retiró precipitadamente á ocupar su puesto. El enemigo, no encontrando á quien dirijirse, se encaminó al puesto adonde por la tarde habia visto á nuestro ejército, y al pasar por el frente de la primera línea tuvo que sufrir tres descargas cerradas de los tres batallones que la componian y que les causó la pérdida de mas de trecientos hombres (2). »

A pesar de esta pérdida, la posicion de los realistas

(1) Parece que este cambio de posicion lo dispuso el jeneral en jefe de resultas de haber sabido las intenciones de Ordoñez por un espía que se cojió. Véase el Progreso, número 1696.

que,

(2) Debo estas noticias y las siguientes al valiente jeneral Las Heras, como es sabido, salvó una gran parte del ejército patriota y contribuyó por este medio mas que nadie, á la victoria de Maypu.

era tan desesperada que continuaron atacando la segunda línea con tal ímpetu y celeridad que desconcertó á los patriotas. Habiéndose encontrado con el batallon número 3 que formaba el centro de esta segunda línea, consiguieron dispersarle y abrirse paso para llegar al cuartel jeneral, que estaba casi en la altura de un pequeño cerro con todo el parque, los hospitales, la intendencia, muchas piezas de artillería, en fin todo el bagaje del ejército que subia á mas de dos mil cargas de mulas. Dueños de todo empezaron á metrallar desde la altura en que estaban á los batallones números 8 y 3, que mezclados con la caballería se retiraban ya en desórden por el camino por donde habian ido, y auxiliados por las demas columnas y sobre todo por Ordoñez, que no cesaba de inspirar á todos ánimo con su presencia, llevaban á los otros batallones tal terror, que pocas horas bastaron para dispersar este brillante ejército lleno de vida, de valor y de patriotismo, perfectamente instruido y disciplinado y provisto de cuanto podia necesitar.

Sin embargo, la division del ala derecha, gracias á la buena fortuna que nunca falta en los azares de una batalla, no sufrió ninguna pérdida. Esta division se componia del batallon número 11; de la artillería de don Manuel Blanco con doce piezas, aunque ya sin municiones por haberlas gastado todas durante el dia; de parte del batallon número 2, que formaba el ala derecha de la línea cortada y rehecha por el mayor Rondissoni; del batallon de cazadores de los Andes, que se encontraba en el ala izquierda de la misma línea y que por equivocacion fué recibido á tiros, y de algunas otras tropas hasta el número de tres mil quinientos hombres, todos de infantería. Por ausencia de Quintana, jefe de

esta division, se dió el mando de ella por los jefes de los cuerpos al que le correspondia por su graduacion y antigüedad, el coronel don Juan Gregorio de las Heras, quien con el auxilio de la grande prudencia y habilidad del bravo comandante de la artillería don Manuel Blanco, tomó al punto las mas prudentes medidas para salvar tan precio sos restos. Era media noche y se necesitaba no ser apercibidos: al efecto la retirada se hizo con el mayor silencio y en columna cerrada. A pesar de estas precauciones les siguió de cerca un escuadron, y tuvieron que tomar posicion en los barrancos del lado derecho de Lircay, lo que obligó á aquel á retirarse. La columna continuó la marcha toda la noche, algo en desórden, llegó de dia á Pilarco y á las nueve á Camarico, donde descansó una hora. Los soldados desertores y cansados durante la noche subieron á quinientos; pero como á medida que avanzaba la columna encontraba dispersos que se la reunian, quedó compensado el número de hombres perdidos con el de incorporados, y el efectivo permaneció siempre poco mas ó menos el mismo. No fué poca fortuna que encontraron algunas mulas estraviadas cargadas de municiones de los cañones que tenian, lo cual se tuvo por buen agüero para el porvenir.

Siguiendo la marcha con toda la celeridad que permitia el estado de abatimiento en que se encontraban, llegaron el 20 al rio Lontue, que la infantería pasó sin dificultad, pero no así los doce cañones, cuyos caballos iban sumamente cansados, y los hombres que los montaban desmoralizados casi por la fatiga y el hambre. Sin embargo, el intrépido comandante, tomando á punto de honor no perder una sola de dichas piezas, animaba de todos modos á sus valientes artilleros. No desdeñando

VI. HISTORIA.

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hacer el papel de simple soldado, se puso á ayudar á sus bravos compañeros en la faena material, y al cabo de doce horas de un trabajo muy penoso, casi todo dentro del agua, tuvo la suerte de ver toda su artillería del otro lado del rio y en disposicion de poder continuar la marcha. El 21 llegaron casi todas las tropas á Curico, que dejaron á la izquierda para dirijirse á Chimbarongo, enviando al capitan Dehesa á recojer ó inutilizar las armas que se decia haber en la plaza. El encuentro de unos bueyes pertenecientes al Estado, llenó de júbilo á aquellos pobres desgraciados que hacia muchos dias esperimentaban una hambre cruel, y sin embargo renunciaron á ellos cuando les hizo ver el coronel Blanco que los caballos de la artillería estaban sumamente cansados. Por lo demas, el peor camino estaba andado, se hallaban hasta cierto punto en país amigo y no podian faltar los víveres, como así sucedió en efecto.

Durante esta difícil retirada, en la que no habia ni balas de cañon, ni caballería, Las Heras despachó delante dos oficiales á que hiciesen presente al jeneral en jefe su posicion y el número de tropas que habia podido conservar á la patria. San Martin acantonado en San Fer nando para recojer los fujitivos y reorganizar su ejército, le envió inmediatamente al teniente coronel don Alberto Dalbe para felicitarle por su admirable retirada y para encargarle eficacísimamente que avanzase á marchas dobles y evitase una accion á todo trance. En este momento se hallaba Las Heras en Chimbarongo, y al saber la próxima salida de San Martin para Santiago, se decidió á dejar el mando al comandante del batallon número 7 don Pedro Conde, y marchar á avistarse con su jeneral para suplicarle que no partiese sin presentarse antes á su

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