Imágenes de páginas
PDF
EPUB

ocurrido y de los elementos con que podian contar para contrarrestar un triunfo, debido esclusivamente á una sorpresa. Rodriguez asistió á esta reunion, pero se abstuvo de tomar en ella una parte muy activa. Bien hubiera querido O'Higgins utilizar su capacidad, pero esta empezaba á hacerle sombra, y buscó por el contrario los medios de quitar á este intrépido chileno la influencia que le elevaba á la altura de un rival temible: sin embargo aparentando querer recompensar sus servicios, le nombró comandante del cuerpo de húsares de la muerte que habia creado. A don Luis de la Cruz lo envió al norte á que organizase la defensa para el caso de algun revés, precaucion que se tomó asimismo en Valparaiso, adonde fué el capitan Miller con órden de embarcarse en el Lautaro y apoderarse de cuantos buques hubiese en la bahía.

Aunque los médicos aconsejaban á O'Higgins un absoluto reposo para que pudiera curarse de la grave herida que recibió en la sorpresa de Cancharayada y que le producia mucha calentura y grandes dolores, el peligro de la patria por un lado, y por otro la inmensa responsabilidad que pesaba sobre él, le hizo superior á sus padecimientos, y casi todos los dias dictaba en su despacho numerosos decretos, que firmaba con estampilla porque la herida le impedia hacerlo con la mano. Entre tanto San Martin pasaba parte del tiempo en el campamento que habia levantado á una legua de Santiago, ocupado en instruir y disciplinar los nuevos reclutas y en reforzar el ejército con los soldados dispersos y con la guarnicion de Valparaiso que mandó ir allí. Al concurso, pues, de estos tres grandes patriotas, eficazmente secundados por el entusiasmo, la jenerosidad y los auxilios de todo jé

nero de los habitantes, debió la patria al cabo de pocos dias, un ejército casi tan numeroso y tan bien equipado como el anterior, y capaz de hacer frente al peligro que tan de cerca le habia amenazado y que la ineptitud de Ossorio no supo aprovechar.

Este jeneral debia saber que un ejército victorioso es siempre arrojado y está lleno de confianza, mientras que los soldados que son vencidos se ven abatidos y desanimados, huyen en gran desórden, y la mayor parte de las veces quedan á discrecion del que acierta á perseguirlos con actividad y rapidez. Ordoñez, para quien era una necesidad continua la actividad y el combate, quiso proceder con arreglo á este principio, y se presentó á Ossorio para comprometerle á la persecucion; pero solo pudo conseguir algunos cuantos caballos con órden de no pasar de Quecheregua. Consecuencia de esta falta fué que la division de Las Heras, engrosada con gran número de soldados dispersos, quedase intacta y pudiese formar en cierto modo el núcleo del ejército de Maypu.

Háse esplicado la conducta de Ossorio en esta ocasion con los zelos que tenia de Ordoñez, militar de mas reputacion que él, á quien no queria permitir que completase una victoria que reservaba para sí. Con este pensamiento pretestó que las tropas necesitaban descansar y volvió á Talca, donde se pasaron tres dias en grandes fiestas, con sentimiento de los oficiales entendidos, que sabian apreciar las consecuencias de tanta inaccion. Al fin al cuarto dia se puso en movimiento el ejército para ir á reunirse en el siguiente á la avanzada de Ordoñez, que permanecia en Quecheregua, y de allí continuar directamente sobre Santiago. Al llegar cerca de la Requinua, una partida de realistas fué atacada y batida por el ca

pitan de granaderos de caballería Cascaravilla, y esta escaramuza con la retaguardia infundió ánimo á los unos y dió algo en que pensar á los otros. Continuaron sin embargo la marcha y á corta distancia del Maypu dejaron el camino real para pasar este rio por el vado de Lonquen, y penetrar en la gran llanura por la hacienda de la calera. Esto acontecia el 3 de abril, es decir, quince dias despues de la derrota de Cancharayada, tiempo empleado por los patriotas, como ya hemos visto, en rehacerse y proveerse de lo que necesitaban, y cuyo ejército estaba acampado desde el 2 en la hacienda del Espejo, y sitio llamado de las tres acequias. O'Higgins, á pesar de los padecimientos de su herida, no pudo resistir al deseo de tomar parte en una batalla, que debia decidir de la suerte de la patria, y que habia de darse siendo él el jefe del ejército. Mandó que marchase á las órdenes de don Joaquin Prieto la division de reserva de Santiago, compuesta de veteranos, milicianos y algunos inválidos; vió desfilar á los jóvenes alumnos de la escuela militar, que aunque apenas podian con el fusil, participaban del jeneral entusiasmo, y en seguida subió en un cabriole para ir á ocupar su puesto en medio de sus valientes tropas. Al llegar al campamento, hizo que le montasen á caballo para acompañar al jeneral en jefe en la revista que pasó, y animar á los soldados con su presencia. Habia llegado el momento de obrar y de conocer los movimientos del enemigo. San Martin tenia dada órden al coronel Freire de que avanzase hasta la calera con un escuadron de cazadores á caballo, y este coronel, con su impetuosidad acostumbrada, no dejó descansar al enemigo ni de dia ni de noche, hasta que el 5 por la mañana faltándole municiones, regresó con sus tiradores al cam

pamento para informar al jeneral del resultado de su comision.

Inmediatamente partió el teniente coronel don José Melian á continuar la observacion con el segundo escuadron de granaderos de caballería, llevando órden de provocar al enemigo con guerrillas de tiradores para detener su marcha, y dar parte al jeneral cada cinco minutos de cuanto pasase y pudiera observar. A una media legua de distancia, vió Melian jente en una pequeña altura, y habiendo enviado á reconocerla, resultó que eran granaderos á caballo pertenecientes á la vanguardia. Sin enterarse de su número, les cargó Melian, y á la mitad del cerro fué recibido con una descarga de metralla de dos obuses, correspondientes á una batería de cuatro cañones que el enemigo tenia situada en aquel punto, protejida por una columna de infantería y sobre cincuenta caballos. La descarga hizo retroceder á los patriotas, quienes en su retirada se encontraron mezclados con los lanceros realistas, lo cual dió lugar á una pequeña escaramuza, en que tuvieron los segundos diez y seis muertos y solo tres los primeros con nueve heridos.

Al ruido del cañon, el jeneral Balcarce marchó inmediatamente en auxilio de los granaderos, con cuatro piezas de artillería, mandadas por el sarjento mayor Borgoño. Llegó cuando aquellos iban en retirada, y no restándole nada que hacer, envió á Melian á que ocupase una pequeña altura que habia cerca y se volvió con San Martin. Conociendo este que lo que Ossorio queria era volver su ala derecha para amenazar la capital y Valparaiso y cortarle toda comunicacion y toda retirada, ordenó al punto un cambio de direccion sobre la derecha

con objeto tener en frente al enemigo y atacarle en seguida.

La infantería se puso toda á las órdenes del brigadier Balcarce, mandando Las Heras la derecha, la izquierda Alvarado y la reserva Quintana. La caballería de la derecha, compuesta de granaderos, la mandaba don Matías Zapiola, y la de la izquierda, que la formaban los escuadrones de la escolta y los cazadores de los Andes, el intrépido Freire. La artillería quedó dividida en dos brigadas principales, la de Borgoño protejida por la division Alvarado, y la de Blanco por la de Las Heras.

Tal fué la distribucion que se hizo del ejército patriota para una lucha que amenazaba ser formidable, porque los chilenos estaban sedientos de venganza y los españoles envalentonados con su último triunfo. Despues de algunas descargas de cañon de la batería Blanco, que tomó una parte tan brillante en aquella batalla, los batallones marcharon sobre el enemigo en columna cerrada y arma al brazo, sin detenerse ni contestar al fuego mortífero que les hacian. Los escuadrones de granaderos de Zapiola que los protejian, fueron cargados por la caballería realista; pero como tropa escojida que era, resistieron con firmeza el choque, y en seguida persiguieron á su vez á los que les habian atacado, hasta un pequeño cerro, en que los metrallaron horriblemente la infantería y artillería enemigas. Obligados á retroceder en algun desórden, se detuvieron el tiempo absolutamente preciso para rehacerse, y reforzados con la segunda compañía de Melian, que marchó á la carrera á reunírseles, volvieron á tomar la ofensiva, cargaron á la caballería enemiga con un ímpetu heróico, la arrollaron y la dispersaron en completo desórden.

« AnteriorContinuar »