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tancia; pero en cuanto vió que izaba el pabellon chileno, conoció su equivocacion, y casi á quema ropa le disparó una andanada. O'Brien contestó con otra y al propio tiempo mandó el abordaje, que se verificó dando él mismo el ejemplo, pues fué uno de los primeros que saltaron sobre el puente enemigo con solos veinticinco hombres. Su audacia y decision, protejidas por la infantería de Miller, que desde la Lautaro no cesaba de hacer fuego, infundieron tal terror en los realistas que se bajaron precipitadamente al entrepuente; por manera que O'Brien era ya dueño del buque y habia bajado la bandera, cuando las dos embarcaciones que no estaban bien amarradas, las separó un golpe de mar. El segundo de la Lautaro don Jorge Argent Turner, en vez de aproximarse en seguida á la Esmeralda, se contentó con enviar á ella diez y ocho hombres en unos botes y él marchó sobre el Pezuela, al que obligó á bajar el pabellon. Esto fué una desgracia para la espedicion, porque en cuanto los realistas de la Esmeralda la vieron desamarrada de la Lautaro, y se enteraron del corto número de enemigos que habian quedado en su buque, se echaron sobre los patriotas, mataron al bizarro O'Brien y á muchos de sus valientes compañeros, arrojándose al mar los restantes para ganar los botes que no habian llegado á tiempo. Al punto que el capitan Turner se apercibió de este cambio de la fortuna abandonó el Pezuela y dirijiéndose sobre la Esmeralda que acababa de recobrar la libertad, la destrozó hasta incendiarle la cámara y la obligó á ponerse en salvo, lo mismo que al Pezuela, sin que pudiese perseguirlos por la gran inferioridad de su marcha. Tal fué el resultado del primer combate naval digno de este nombre, dado por los patriotas, resultado completamente

nulo y hasta puede decirse desgraciado, por la pérdida del valiente O'Brien, que tenia dadas pruebas repetidas de arrojo y de capacidad. Quizá deba recaer sobre Turner por su un tanto cuanto de apatía en el mando, la responsabilidad de todo, al menos el público le inculpó por ello sin embozo, y sus esplicaciones, apoyadas en el testimonio de los oficiales que iban á bordo, no bastaron á cambiar completamente la opinion (1).

Lo que disminuyó algo el descontento fué el haber sido apresado de vuelta del puerto el bergantin San Miguel, que de Concepcion iba á Lima. Entre los muchos pasajeros que llevaba habia personas de alta posicion social, como los comerciantes don Pedro Nicolas Chapitea, y don Rafael Beltran, el teniente coronel don Matías Aras y otros. Ademas conducia algun dinero y mercancías por valor de unos 30,000 pesos, todo lo que se repartió á la tripulacion con el objeto de entusiasmarla y despertar la codicia de otros marineros, que se deseaban adquirir para la escuadra que se preparaba.

Tan persuadido estaba O'Higgins de la necesidad absoluta de dominar el mar, que no perdonó ningun sacrificio para formar la escuadra. Con objeto de poder dirijir mejor su organizacion y acelerar su armamento, resolvió ir á presenciarlo todo; pero antes quiso regularizar en Santiago cuanto tuviese relacion con el ejército á fin de ponerlo en mejor pié. Habia creado el cuerpo de dragones de la patria, que con un escuadron de la escolta directorial, fué al ejército del sur, el cuerpo de la guardia nacional y el batallon de marina : y habia disciplinado las milicias de infantería y caballería de toda la república, principalmente la infantería de Rancagua y (1) Conversacion con don Bernardo O'Higgins.

Aconcagua. Para que nada faltase á estas tropas y al ejército en jeneral, formó un reglamento de la proveeduría y otro para la maestranza, con el único objeto de que se trabajasen separadamente y en una oficina especial, cuantos útiles y aprestos militares necesitasen los ejércitos de la Nacion, bajo la direccion de un superintendente con jurisdiccion civil y criminal en todas las personas empleadas en dicha oficina. Estableció ademas una junta de secuestro, compuesta de personas de gran probidad; y para que desapareciese cuanto pudiera recordar el nombre español, con el que eran conocidos los que no tenian en su sangre mezcla de la indíjena, prohibió que en toda clase de informaciones judiciales, sea por via de prueba en causas criminales, de limpieza de sangre, en proclamas de casamientos, en las partidas de bautismo, entierro, etc., se titulase nadie español, sino chileno, nombre que tambien debia darse en lo succesivo á los indios.

Concluidos estos y otros trabajos de organizacion administrativa y eclesiástica, se puso en camino con don Ignacio Zenteno, secretario de estado, y el 2 de setiembre llegó á Valparaiso. Lo primero que hizo fué visitar la especie de escuela de marina que habia mandado abrir para los jóvenes dedicados á esta carrera, y de la que debian salir á oficiales de la escuadra chilena. Contaba ya esta con muchos buques, cuya organizacion estaba confiada á la intelijencia de un marino lleno de entusiasmo y buenos deseos, de don Manuel Blanco Encalada, teniente coronel de artillería, alférez de fragata que habia sido en la marina española y vuelto á su primitiva carrerà, á la que muy pronto iba á dar lustre con resultados de la mayor importancia. Con el zelo y la grande

actividad de este jóven que contaba apenas veinte y seis años, y con el auxilio de don Juan Higginson, oficial inglés, la escuadra, aunque en jeneral armada con cañones de forma poco regular, presentó muy luego un aspecto un tanto halagüeño. Ademas del Pueyrredon y la Lautaro habia los buques siguientes: Cumberland, de la compañía de las Indias, de mil trescientas toneladas y sesenta y cuatro cañones, enviado de Londres por Alvarez Candarco perfectamente equipado, y comprado por el gobierno en 140,000 pesos. Se le bautizó con el nombre de San Martin en memoria del ilustre guerrero á quien Chile debia en parte su libertad, y el dia de la ceremonia O'Higgins embarcó en él trecientos hombres y muchachos sacados de las cárceles de Santiago y Valparaiso ó cojidos en las calles, todos bastante despejados para que al cabo de algun tiempo llegasen á ser marineros tan diestros como intrépidos.

La Chacabuco, corbeta comprada por los coquimbanos que la armaron en corso, de quienes el gobierno la adquirió por el mismo precio que les habia costado, es decir, 30,000 pesos, despues de gastar en ella diez mil mas, confirió su mando á don Manuel Blanco. Primer buque que mandó este futuro almirante.

El Araucano, procedente de los Estados-Unidos, bien armado y equipado bajo la direccion de don Miguel Carrera, y mandado por don Carlos Woster, quien lo vendió en 30,000 pesos, y continuó mandándolo hasta la espedicion de Talcahuano, época en que pasó á la Lautaro y fué reemplazado por el capitan don Raimundo Moris.

Por último el Lucia, bergantin de guerra inglés perfectamente armado y equipado, que Guise compró en Buenos-Aires, y á instancias de O'Higgins cedió al go

bierno chileno en 63,000 pesos. Este buque, que cambió el de Galvarino, no llegó á Valparaiso hasta

su nombre por fines de octubre.

Para comprar estos buques fué necesario apelar al patriotismo de los chilenos, aguijonear su jenerosidad nunca desmentida, restablecer el sistema de donativos tan usado ya, imponer nuevas contribuciones y levantar empréstitos. No fueron menores las dificultades para tener las tripulaciones necesarias: se echó mano de todos los pescadores de la costa y de todos los marineros de los buques corsarios, no dejando en ellos mas que los precisos para la custodia de las embarcaciones; pero esto no bastaba ni con mucho. La jeneralidad de los jóvenes no se había embarcado jamás y un marino no se improvisa como se improvisa un valiente : hubo pues que invitar á los marineros estranjeros ofreciéndoles para atraerlos mas sueldo y ventajas, lo cual suscitó la envidia de los del país y fué motivo de discordia. Como los oficiales de la Lautaro eran casi todos estranjeros, especialmente ingleses que no hablaban la lengua del país, no podia menos de resultar confusion en las maniobras; y al ver tales elementos de desórden, muchos dudaban que diese resultados la naciente escuadra, creada en medio de tantas contrariedades y á costa de tantos sacrificios. Sin embargo, se estaba en vísperas de un ataque que preparaba una nueva espedicion compuesta de veteranos del antiguo ejército de España, embarcada recientemente en el puerto de Cádiz, contra Chile.

En el primer mando de Ossorio vimos que se enviaron á la corte dos comisionados, don Luis Urréjola y don Juan Manuel Elizalde, para que informasen al gobierno de lo que pasaba y sirviesen en cierto modo de interme

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