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de un espíritu tan eminentemente conciliador como lo era su comandante, pudo dominar. Así fué que la noticia del triunfo llenó de entusiasmo el corazon de los habitantes de Valparaiso, cuando mas atormentados estaban con las pulsaciones de una sorda inquietud, y que se prodigaron ovaciones de todo jénero á nuestro jóven comandante, ovaciones que se renovaron con mucho mayor alborozo aun, en la capital de la república, adonde le llamaron su deber y las instancias del director. En los ocho ó nueve dias que se detuvo, recibió las mas honoríficas felicitaciones, y fué obsequiado con fiestas muy variadas, que animaban el delirio de la alegría y el sentimiento del orgullo; porque esta vez era á un chileno, ó por lo menos á un hijo de chileno, á quien la independencia era deudora del glorioso floron que iba á añadir á su corona.

CAPITULO LIII.

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Simpatías de la Europa en favor de la libertad americana. Lord Cochrane va á batirse como vice-almirante por la libertad chilena. Es muy bien recibido en Valparaiso. A la cabeza de una division de la escuadra chilena marcha sobre el Perú.-Ataca sin resultado á la Esmeralda.-Salva unos prisioneros que habia en la isla de San Lorenzo. Arma en estas islas dos brulotes y un bergantin de esplosion que tampoco dieron resultados.— Vá á hacer provision de víveres al puerto de Huacho. En este se le incorpora Blanco, á quien envia á bloquear el Callao con los principales buques. Se hace de nuevo á la vela y esplora los puertos de Supe, Huarmey, Huambacho y Payta. - Desmanes que se cometen en las iglesias de esta ciudad y castigo de los culpables. Blanco, falto de viveres, vuelve á Valparaiso.— Murmuraciones que esto produce.— Se le juzga por un consejo de guerra, y es absuelto por completa unanimidad. — Regreso de Cochrane á Valparaiso. Escasos resultados de esta primera espedicion.

Hacia tiempo que la independencia americana no era una cuestion debatida solo en los campos de batalla. Los nombres de los ilustres combatientes, y sus jenerosos esfuerzos para conquistar su libertad, habian llamado la atencion de los verdaderos liberales de Europa, despertado su entusiasmo y escitado sus simpatías. Publicaciones de todo jénero proclamaban el heroismo de aquellos valientes y ventilaban las mas importantes cuestiones sobre sus derechos y su brillante porvenir, enseñándoles al propio tiempo la ciencia de la discusion política y la de las instituciones administrativas, de que tenian muy escasas ideas.

Otra de las grandes ventajas de estas publicaciones fué dar á conocer en Europa la tendencia de la revolucion, la clase de su guerra y los hermosos paises que iban á utilizarla. Gracias á esta publicidad, una multitud de militares jóvenes, que se vieron lanzados á una vida tran

quila, enteramente contraria á sus hábitos, cuando los cañones de Waterloo anunciaron la paz jeneral al mundo entero, se presentaron en las nuevas repúblicas á ofrecerles su sangre y sus espadas. De todas partes acudieron estos denodados guerreros, unos en busca de emociones y aventuras, impulsados otros por su aficion á la guerra, ansiosos muchos de hacer fortuna, y movidos todos de un amor profundo á la libertad; verificándose su partida despues de algun gran banquete, en medio de los aplausos de todos los hombres de corazon y á despecho de la Santa Alianza, interesada en el reinado de la esclavitud, ó del statu quo.

Entre los esclarecidos aventureros que consagraron su vida y sus conocimientos á la conquista de la independencia americana, merece figurar en primera línea un valiente marino, muy conocido de antemano por su arrojo y su saber: este marino era lord Cochrane, hijo primojénito del conde de Dundonald.

Dotado por la naturaleza de la intelijencia y de todas las cualidades que constituyen un hombre de mar; valiente, intrépido, emprendedor y decidido, apasionado ademas por todo lo que era libertad, á pesar de que estas ideas, que tuvo desde la infancia, le valieron el anatema de su gobierno, se habia distinguido en su carrera desde una edad, en que la mayor parte de los hombres apenas se han fijado en la que han elejido. Repuesto en sus títulos y empleos por el gobierno de Guillermo IV, fué nombrado succesivamente conde de Dundonald, caballero de la ór den del Baño, miembro de la cámara de los comunes, etc.; pero no eran los honores lo que satisfacia á una alma de su temple. Teniendo todos los defectos de sus cualidades, es decir, siendo pródigo en toda clase de gastos, jugador,

su aficion al dinero rayaba á veces en el escándalo, y no se sabia si esta pasion era menor que la que tenia por la libertad y las aventuras. Una ocasion se le presentó bien pronto para poder satisfacerlas todas á la vez.

Alvarez Jonte se encontraba en Inglaterra espatriado de Buenos-Aires de resultas de una revolucion. O'Higgins, que apreciaba mucho á este gran patriota, se dirijió á él suplicándole se asociase á Condarco, enviado chileno en busca de oficiales de marina capaces de mandar los buques de la escuadra, que su jenio yactividad estaban organizando. Alvarez, que sabia perfectamente que las intenciones de Cochrane eran tomar partido por la independencia americana, le hizo proposiciones en favor de Chile. Aceptadas por Cochrane, se tomó el tiempo absolutamente preciso para prepararse, y en el mes de agosto se puso en camino con su familia y muchos oficiales amigos suyos.

El 9 de noviembre del mismo año llegó á Valparaiso, y fué recibido con el mayor entusiasmo. Sus títulos, sus altos hechos, el prestijio de su nombre, todo contribuyó á que fuese sumamente obsequiado, escepto por algunos oficiales de marina, que temian se disminuyera su influencia y se les perjudicara en su porvenir. Tambien se creyó que el capitan de navío Blanco, cubierto todavía con sus brillantes y lejítimos trofeos, no querria someterse al nuevo comandante; sin embargo su jeneroso patriotismo no titubeó un momento en tener á dicha asociar su espada á la de quien la fama proclamaba como uno de los primeros marinos de la época. Con este ejemplo de admirable abnegacion y adhesion firme á tan buena causa, quitó don Manuel Blanco todo motivo de desavenencia y arrastró á todos á la sumision. Lord Cochrane fué, pues, saludado

vice-almirante de la república, y su pabellon se enarboló en la fragata Reina Maria Isabel, á que el senado dió el nombre de O'Higgins, dedicándola al ilustre director; el héroe de las primeras campañas marítimas fué nombrado contra-almirante.

En la primera espedicion, la contabilidad de la escuadra se habia resentido algo de la precipitacion con que se organizó, y de que en lo único que se pensó fué en ir á batir los últimos restos del ejército realista, descuidando lo que exijia la administracion, así en lo relativo á las personas como á las cosas. De resultas del poco esmero y de la irregularidad que esto ocasionó en el servicio, se cometieron muchos abusos que redundaron en daño de la tripulacion; y á pesar de las fuertes sumas entregadas por el gobierno, quedaba un deficit, que habia suscitado ciertas palabras faltas de subordinacion entre algunos marineros. Para remediar estos inconvenientes, se encargó Cochrane de la parte activa y militar de la espedicion que estaba próxima á marchar sobre las costas del Perú, y nombró á don Roberto Forster, uno de los oficiales que habian ido con él, capitan de escuadra encargado de todo el material del ejército y de administrar el depósito de víveres, vestuario y proyectiles. Hizo ademas algunos cambios en el personal de la escuadra, dando el mando de la Lautaro á Guise, el de la Chacabuco à Carter en reemplazo del capitan Diaz, escelente oficial de artillería reclamado por el gobierno primero para quedar de secretario del contra-almirante Blanco y despues para servir en el ejército de tierra, y el de la O'Higgins, en que iba el vice-almirante, á Forster; Wilkinson quedó en el San Martin.

Pero lo que costó mas trabajo y tropiezos fué organi

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