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que se le presentaba de acabar la guerra por medio de uno de esos golpes de mano que se proporcionan pocas veces y que un buen jeneral no debe desaprovechar nunca (1).

Las dos divisiones patriotas se encontraban efectivamente en una posicion bien poco tranquilizadora, sobre todo la de Mackenna, que colocada frente al campo enemigo, tenia que resistir, si se le atacaba, con fuerzas muy inferiores en hombres y en verdaderos soldados. Así es que despues de la pequeña accion de Cuchacucha, ocurrida el 22 de febrero y que no tuvo consecuencias de ninguna especie, su primer cuidado fué aprovechar los accidentes del terreno para hacer fortificaciones, reparar, dándoles mas estension, los reductos construidos en tiempo de don Juan José Carrera en esta localidad y en Membrillar, aumentarlos, y colocar en ellos sus cinco cañones y sus dos culebrinas de á ocho. Pero lo que mas le preocupaba era que no acababa de llegar la division de O'Higgins que pedia sin cesar en su ausilio. En todas sus comunicaciones, así oficiales como particulares, le daba parte de su falsa posicion, de sus temores y del riesgo que corria, invocando tan pronto su amistad, tan pronto su patriotismo, concluyendo por hacerle responsable de lo que pudiera sucederle (2). Parece que en un consejo de guerra, celebrado cuando se supo la pérdida de Talca, algunos oficiales del ejército ausiliar propusieron que se abandonase esta posicion para dirijirse por la costa del

(1) Declaro ante Dios y los hombres que el señor Gainza pudo haber concluido la guerra en dos meses si hubiese atacado á O'Higgins ó á Mackenna antes que aquel se acercase.- Declaracion de don José Antonio Rodriguez en la causa contra Gainza.

(2) Véanse algunas de sus cartas en la memoria de don Diego Benavente, p. 143.

lado de Santiago, proposicion que mas adelante fué reproducida muchas veces y siempre rechazada por creerla contraria á su deber.

O'Higgins conocia perfectamente el embarazo de Mackenna, pero consideraba su propia posicion frente á frente de don José Miguel y don Luis Carrera, y abrigaba la conviccion íntima de que no debia separarse de Concepcion mientras permaneciesen allí los dos hermanos, que eran en su concepto un peligro vivo y permanente para la tranquilidad del país. No se puso pues en camino hasta que se marcharon, habiendo antes hecho renuncia de su título de intendente de la provincia en favor de una junta conpuesta de don Santiago Fernandez, don Diego Benavente y don Juan de Luna, á quienes dejó trecientos hombres para la defensa de la ciudad y llevando seiscientos consigo. Su marcha fué tan lenta como penosa. Muchos soldados de caballería estaban desmontados desde la derrota de Hualpen, y los víveres eran tan escasos que los soldados se mantenian con uvas, que me. rodeaban en los campos inmediatos. En Curapalihue la casualidad le llevó ante un respetable anciano dueño de siete vacas que tenia en un monte, las que mandó llevar inmediatamente para ofrecérselas. O'Higgins no tenia dinero que ofrecerle, si bien el anciano se hubiera negado á recibirlo; pero le dió un recibo que el caritativo patriota no tomó sino á fuerza de instancias y que no presentó nunca, pues el móvil de su benéfico desprendimiento no era otro que el mas puro y desinteresado patriotismo (1).

Llegados á la Florida, O'Higgins vacilaba entre seguir el camino del Roble ó el de Ranquil, pero al fin se decidió por el último por ser el mas corto y el que mejor (1) Conversacion con O'Higgins.

llenaba su objeto; pero hizo correr la voz en la poblacion de que marcharia por el primero, esperando de este modo engañar á los espías del enemigo. Su partida se verificó por la noche, habiendo hecho salir poco antes una guerrilla de veinticinco hombres con órden de tomar el camino del Roble, de tirar de cuando en cuando algunos tiros y de reunírsele por la retaguardia. Contra lo que temia, no fué molestado en su marcha, pero al llegar al pié de los cerros de Ranquil quedó sorprendido de encontrar en el sitio llamado Quilo una division de cuatrocientos realistas, que Gainza, ignorando la direccion de los patriotas, habia mandado colocar allí por consejo de su ayudante jeneral don Pedro Tavira y del teniente coronel don Pedro Asenjo encargados de hacer un reconocimiento. Esta division, al mando del valiente Barañao, estaba acampada en las alturas que debian atravesar los soldados de O'Higgins, y colocada de manera que dominaba todas las salidas y defendia todos los pasos. Gracias á esta ventaja, Barañao contaba con poder detener algunas horas por lo menos al enemigo, y dar tiempo á que Gainza, acampado á distancia de tres leguas solamente, fuese en su ayuda para atacarle con fuerzas mas considerables, dispersarlo, si fuese posible, y marchar inmediatamente sobre la division Mackenna. O'Higgins comprendió perfectamente este plan y se apresuró á desbaratarlo, decidiéndose á dar cuanto antes un ataque sin arredrarle la ventajosa posicion de su adversario. Al efecto hizo marchar dos compañías, una mandada por don Juan Bargas y la otra por el capitan de granaderos Correa, con órden de atacar al enemigo por los flancos, mientras él se dirijia hácia el centro sostenido por la artillería. Las dos compañías, aprovechando la espesura de los bosques que tanto

abundan en aquellos montes, pudieron llegar sin ser vistas á muy corta distancia del campamento, y casi al mismo tiempo hicieron fuego por hileras, lo que obligó á O'Higgins á redoblar el paso y cargar á la bayoneta. Ejecutaron esta carga la segunda columna de los ausiliares y principalmente los granaderos, llevando á su cabeza al coronel don Rafael Sota y al comandante don Enrique Campino, animados ambos de tal entusiasmo, que los realistas fueron inmediatamente arrollados y en seguida perseguidos por los dragones de Anguita y los húsares de la gran guardia de don María Benavente que hasta entonces habian sido destinados á sostener la derecha (1).

Hecho dueño de las alturas, O'Higgins consideró conveniente pasar en ellas la noche, y al efecto mandó venir la reserva que habia quedado en la falda del cerro á las órdenes de don Francisco Calderon, y dispuso que se levantasen las tiendas en el sitio mismo que el enemigo acababa de abandonar. Como tenia convenido con Mackenna no alejarse mas de tres ó cuatro leguas, hizo disparar tres cañonazos para anunciarle su llegada, y esta especie de saludo se lo devolvió aquel con otro de nueve, que en el esceso de la alegría mandó tirar en honor suyo. Al dia siguiente fué á la hacienda de Baso, esperando alcanzar los soldados de Barañao que habian pasado allí la noche, y envió un correo á Mackenna previniéndole que estuviese pronto para un ataque que muy luego pensaba dar á Gainza; pero forzado este á ceder al movimiento de su adversario se habia decidido á atacar á Mackenna llevando todas sus tropas y hasta la

(1) Estos detalles, que varían algo de los que da don Diego Benavente, me han sido suministrados por el mismo don Bernardo O'Higgins.

guerrilla de Lantaño que hizo ir de Quirihue (1). El ataque lo dió el mismo dia, es decir, el 20 de marzo, no habiendo empezado hasta las cuatro de la tarde porque en vez de pasar el Itata por el vado de las Matas, como debiera hacerlo no obstante que este vado estaba al alcance del cañon enemigo, lo pasó por el alto en su confluencia con Nubles, para lo que tuvo que dar un gran rodeo, con lo cual lo único que consiguió fué fatigar las tropas y presentarlas en desórden y precipitadamente al frente del enemigo (2). Su fuerza era muy superior á la de Mackenna, pero en cambio tenia este la ventaja de la posicion y de las fortificaciones, que estaban en muy buen estado de defensa; y sin embargo este jeneral empezó mal por la imprudencia del oficial encargado de llevar á punto seguro los ganados del ejército, pues habiendo avanzado demasiado, contra lo dispuesto por su jefe, estuvo á punto de ser cercado y hecho prisionero con todos sus soldados. Parece tambien que el flanco izquierdo, mandado por el coronel Alcazar, estuvo un momento envuelto por dos destacamentos de vanguardia que habian sido empujados hasta allí, el estandarte desplegado y que el enemigo se hallaba ya en la trinchera cuando fué rechazado á la desbandada por el comandante en jefe, que le cargó á la bayoneta á la cabeza de cincuenta hombres y le hizo retroceder hasta su division (3). Desde entonces la accion se hizo jeneral. Los jenerales de Gainza, al frente de todo su ejército, avanzaron ante las trincheras con objeto de cercarlas para dirijirse en seguida sobre los puntos que mas fácil

(1) Conversacion con don Clemente Lantaño.

(2) Carta del coronel Urrejola y autos del consejo de guerra contra el brigadier don Gabino Gainza.

(3) Conversacion con don Bernardo O'Higgins.

VI. HISTORIA.

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