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artilleros que trabajaban á sus órdenes. A este accidente, que tanto contrariaba el buen éxito de la empresa, se añadia la dificultad de tenerla oculta; y así fué que cuando se quiso poner en ejecucion y lanzar los brulotes, estaban tan mal tomadas las medidas por el enemigo, que el uno se fué á pique y el otro no consiguió nada. Quizá fueron la causa de este mal resultado la poca actividad de los buques en seguir á la O'Higgins, único que marchó detrás de los dos brulotes y el bergantin de esplosion, y el poco viento que cada vez disminuia mas: lo cierto es que el enemigo quedó muy orgulloso y se decidó mas tarde á intentar un ataque con lanchas cañoneras que armó al intento. Veinte y ocho de estas y un pailebot con un cañon jiratorio de veinte y cuatro, se presentaron efectivamente á los pocos dias, aprovechando una calma completa, y durante una hora entera estuvieron cañoneando los buques sin causarles la menor pérdida. Gracias á la calma pudieron refujiarse bajo los cañones de los fuertes con pérdida de una de ellas y con algunas averias.

Mas de dos meses eran ya transcurridos desde la salida de la espedicion de Valparaiso, y los víveres empezaban á faltar. Aunque habia cojido quinientos barriles de harina en un buque norte-americano, que los llevaba por cuenta de la compañía de Filipinas, esto no era suficiente; y para proporcionarse los demas artículos decidió Cochrane ir á visitar los puertos del norte, no dejando mas que la Chacabuco para que cruzase delante de la bahía del Callao. Es necesario confesar que la esperanza de alguna buena presa, sueño constante del noble lord, entró por algo en esta escursion, emprendida antes de lo que debiera. Sea de esto lo que fuere á fines de marzo se encontraba en la bahía de Huacho, haciendo

aguada. El capitan Mora, que bajó á tierra á protejer los marineros encargados de esta operacion, quedó muy satisfecho de los habitantes de este pequeño puerto, á quienes encontró dispuestos á venderles cuanto podian necesitar. El sentimiento del patriotismo hacia ya progresos en aquellos pacíficos contornos, como lo hacia tambien en Lima, donde las proclamas de O'Higgins, San Martin y Cochrane andaban de casa en casa, y hasta algunas veces se veian fijadas á las puertas de las iglesias y de los monumentos públicos con gran pesar de los españoles, inclinados por su interés al sosten del vireinato.

La buena intelijencia de los Chilenos con los Peruanos tuvo lugar el 30 de marzo, pero el 31 nadie se presentó en la plaza y menos en la playa. Indudablemente se habia dado órden prohibiendo toda comunicacion, y esto chocó tanto mas al vice-almirante cuanto que tenia permiso para hacer la aguada y las compras que necesitase, lo que se habia verificado tranquila y sosegadamente. Para que si guardaba un absoluto silencio no se interpretase por impotencia, escribió á Salinas, gobernador de Huaura, de quien dependia Huacho, preguntándole el motivo de semejante alejamiento, y amenazándole con marchar sobre la ciudad si las cosas continuaban en el mismo estado. La respuesta fué bastante presuntuosa, y Forster recibió órden de marchar sobre Huaura, adonde llegó por la tarde, bastando su presencia para dispersar los quinientos milicianos que el gobernador habia reunido.

Mientras estaban en Huacho haciendo provision de víveres y saqueando las casas de los realistas, para lo que, á su modo de ver, el incidente ocurrido les daba pleno derecho, el contra-almirante Blanco se incorporó á la es

cuadra, llevando consigo el Galvarino y el Pueyrredon, y llegando á tiempo de hacer cesar el saqueo, cosa que no habia hecho Cochrane. Como eran de poca importancia las nuevas empresas que se iban á acometer, el vicealmirante consideró inútil este refuerzo y conservando la O'Higgins y el Galvarino, despachó el San Martin, la Lautaro y el Pueyrredon á que se reuniesen con la Chacabuco para bloquear, al mando del contra-almirante Blanco, la entrada de la bahía del Callao y todas sus inmediaciones.

Las dos divisiones, pues, se separaron, dirijiéndose al sur la de Blanco y al norte la de Cochrane, quien se proponia dar caza á los buques mercantes, y sobre todo apoderarse de las considerables sumas, que segun noticias, iban á embarcarse en diferentes puertos para España. En todos los puntos en que Cochrane desembarcó, fué recibido por los habitantes, pero especialmente por los cholos y los indios, mas como libertador, que como enemigo. No solo le presentaban los víveres que pedia, sino tambien leña, frutas y hasta mulas y caballos, que fueron muy útiles, pues montados los soldados pudieron internarse bastante en el país y hacer presas de alguna consideracion. Las que se verificaron en los puertos de Supe, Huarmey, Huambacho y Payta fueron mucho mas importantes, tanto en dinero como en efectos; y si es verdad que en el último hubo que deplorar algunos desórdenes y algunas iglesias saqueadas, tambien lo es que los marineros ingleses, autores de tamaños escesos, sufrieron un rigoroso castigo de azotes delante de las iglesias mismas que habian profanado, y en presencia de un público atónito de tan ruda justicia, cuando vivian en la creencia de que los patriotas eran crueles, inhumanos y sin ninguna relijion. Ademas de estas penas

corporales y de la restitucion exacta de todos los objetos robados, Cochrane entregó mil pesos al eclesiástico mas respetable de la ciudad con destino á la reparacion de las iglesias citadas.

En cuanto supo el virey Pezuela que el enemigo se encontraba en la costa del norte, envió á ella quinientos infantes á las órdenes del teniente coronel don Rafael Cevallos Escalera, y doscientos caballos á las del de la misma clase don Andrés García Camba. Estas tropas, que salieron de Lima el 3 de abril, arribaron á los diferentes puertos de Huaco y Huaura cuando ya habian salido los patriotas, y Camba, que avanzó hasta Supe, supo á su llegada el embarque de ciento cincuenta negros esclavos, cojidos con otros varios objetos en las haciendas inmediatas, y principalmente en la de don Manuel García, enemigo declarado de los principios revolucionarios. Convencido Cevallos de que nada podia hacer, se volvió á Lima, dejando en Huaura una corta guarnicion, y al teniente coronel don Mariano Cucabon, de comandante de toda la costa del norte.

A su vuelta de Payta desembarcó otra vez Cochrane en Supe, á cargar sus buques de azúcar y otros artículos que creia encontrar; pero habiéndole presentado fuerte resistencia las tropas de Cucabon, con las que no contaba, tuvo que reembarcarse para el Callao á reunirse con la otra division de la escuadra. No hallándola allí, fué á buscarla á los demas puertos, en los que tampoco la halló, y entonces se dirijió á Valparaiso, adonde habia llegado hacia poco tiempo.

El contra-almirante Blanco, que estaba con cuatro buques á la entrada de la bahía del Callao, escaseándole los víveres, estimó conveniente en interés de la tripula

VI. HISTORIA.

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cion, ir á varios puntos de la costa para buscarlos, y no habiendo podido desembarcar, se dirijió á Valparaiso con aprobacion de sus oficiales. Su llegada dió márjen á muchas murmuraciones, porque decian que era una falta de disciplina haber levantado el bloqueo, pues si necesitaba víveres podia habérselos proporcionado en los puertos inmediatos, como habia hecho Cochrane. Especialmente el periódico el Telégrafo le atacó un poco apasionadamente, y como encontrase eco en la opinion pública, el célebre comandante se justificó ante sus conciudadanos en un escrito, en que hizo ver claramente y con documentos auténticos, la dificultad que habia encontrado en esa especie de indagaciones. Esto no obstante, se le sujetó, á peticion suya, á un consejo de guerra, que presidió Cochrane, y por completa unanimidad fué aprobada su conducta. El gobierno en este asunto quiso ser consecuente con el sistema de rijidez que proclamaba, y que se proponia poner en práctica contra todo empleado del estado, por medio del tribunal de residencia establecido bajo la direccion de un senador, don Francisco Antonio Perez, y dos ministros de la cámara de justicia, don Lorenzo José de Villalon y don Ignacio Godoy.

Así terminó la primera espedicion, que duró seis meses próximamente. Sin duda los resultados no correspondieron á las esperanzas concebidas en tan buena escuadra, y que mandaba un almirante, no menos célebre por sus conocimientos, que por su intrepidez y mucha esperiencia; sin embargo, « á falta de victorias ó adquisiciones terrestres, ajó el prestijio del antiguo poder, dió la señal de alarma al pueblo peruano y encadenó al enemigo en su propio territorio, impidiéndole salir del recinto del Perú á perturbar la marcha de la nacionalidad

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