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CAPITULO LV.

Dificultades que encuentra O'Higgins para organizar una segunda espedicion. — Establecimiento de un depósito de comercio en Valparaiso. La nueva espedicion parte contra el Perú.- Proyecto de incendiar la escuadra enemiga y mal resultado de los cohetes á la congreve y del brulote.- El capitan Guise se apodera de Pisco. Muerte del teniente coronel Charles.- Lord Cochrane entra en el rio Guayaquil á atacar la fragata Prueba y captura la Aguila y la Begoña. — Regreso de la escuadra hácia Valparaiso y resolucion del almirante de ir á reconocer el puerto de Valdivia. - Se presenta en él con pabellon español y se apodera de una chalupa con algunos marineros y del Potrillo. Decidido lord Cochrane á atacar la plaza, vá en busca del intendente para hablarle de este proyecto y Freire le dá doscientos cincuenta hombres. Ataque de los diferentes fuertes por Beauchef, que se apodera de ellos. Valdivia en poder de los patriotas.- Lord Cochrane se hace à la vela para Chiloe y ataca el fuerte de Aguy.- Mal resultado de este ataque.— Vuelve Cochrane á Valdivia y despues á Valparaiso. — Batalla del Toro ganada por Beauchef.

Si O'Higgins se vió en la necesidad de descuidar algun tanto el ejército del sur y casi abandonar los jefes á sus propios recursos, fué porque él se encontraba en una posicion muy crítica. Se trataba en aquel momento de una espedicion española de veinte mil hombres que debia salir de Cádiz para apoderarse de la república arjentina en el mes de agosto ó setiembre, y esto unido á las convulsiones de algunos pueblos de dicha república, obligó á San Martin á marchar al lado de su gobierno, dirijiendo allá el batallon de cazadores de infantería, el rejimiento de cazadores á caballo de su escolta, tres escuadrones de granaderos y medio batallon de artillería. Sabíase igualmente que estaban destinados dos navíos de línea y una fragata á reforzar la escuadra del mar del

sur.

Como el imperio de los mares era el principio invariable

del director, se dedicó á un nuevo armamento contra el Perú, ocupando todo su tiempo y toda su atencion en prevenir los malos efectos de semejante refuerzo. Si para la primera espedicion hubo que vencer dificultades inauditas, no se presentaban ni menores ni menos graves para la segunda, por la especie de desmoralizacion que habia cundido en la armada, compuesta, como sucede en toda lejion estranjera, de una multitud de hombres mercenarios, sin lazos que los uniesen, sin principios. y dispuestos siempre á la insubordinacion. Aunque se les daban todas las presas casi por entero, bastaba que se les debiera algunos meses de sueldo para que estuviesen descontentos, sobrescitados, y desertaran al fin; lo cual hacian con tal desfachatez, que en poco tiempo quedaron algunos buques, no ya sin un solo soldado ni marinero, pero ni aun con contramaestres y oficiales.

En medio de tanto desórden, O'Higgins se mostró como siempre, lleno de confianza, de jenio y de actividad. Confió en su crédito como en un principio, y es necesario decirlo, gracias á esta confianza en sí mismo y al patriotismo de sus conciudadanos, venció tambien esta vez su difícil posicion. Para conseguirlo promovió, como de costumbre, suscripciones voluntarias, levantando empréstitos, y creó ciertos impuestos obligatorios hasta para las clases mas privilejiadas, como los estranjeros y el clero. La medida con respecto á este era tan contraria al espíritu de la nacion, mucho mas cuando hacia poco tiempo que se habian rebajado los réditos de censos y capellanías, que el decreto se redactó con gran timidez, y para llevarlo á ejecucion se consultó antes á lejistas entendidos, y el canónigo Cienfuegos publicó un escrito demostrando que no era contrario á los derechos y cánones de la iglesia. En

lo concerniente á los estranjeros O'Higgins dejó sin efecto la imposicion, luego que vió su jenerosidad estremada en tomar parte en el empréstito, cuanto mas que deseaba ardientemente fomentar el tráfico esterior, verdadero elemento de civilizacion y bienestar, á cuyo efecto mejoró notablemente el reglamento del comercio libre de 1813. Estableció en Valparaiso un depósito de mercaderías, el primero que hubo en el mar del Sur, poniendo en él almacenes de franquicia para suspender los derechos onerosos de aduana y fomentar el tráfico internacional que preveia para época muy cercana, atendido el estado de la guerra. Rebajó ademas considerablemente los derechos de aduana y abolió los de la estraccion del numerario, que eran el tres por ciento para el oro y el cinco para la plata. Por último introdujo una multitud de mejoras en cuanto tenia relacion con el comercio, preparando así por medio de un sistema cada vez menos restrictivo, la alta influencia que ha alcanzado el puerto de Valparaiso, depósito jeneral hoy de todo el comercio del mar del sur.

El objeto de la nueva espedicion que se preparaba contra el Perú debia ser, segun la opinion de lord Cochrane, incendiar los buques anclados en la bahía del Callao al abrigo de los fuegos de sus fuertes. Al efecto encargó á Goldsack que construyese, bajo la direccion del teniente coronel Charles, algunas bombas y gran número de cohetes á la Congreve, y destinó los dos buques mercantes recientemente apresados, la Victoria y la Jerezana, á que sirviesen primero de transportes y luego de brulotes para completar los efectos de dichos cohetes. Este trabajo duró tres meses próximamente, y el 12 de setiembre de 1819 la escuadra estuvo lista para hacerse

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á la vela. Sé componia de la O'Higgins, el San Martin, la Lautaro, el Galvarino,etc., los dos transportes brulotes y la Independencia, fragata de veinte y ocho cañones recien llegada de los Estados-Unidos, formando un total de siete buques de guerra armados con doscientos treinta y dos cañones y montados por gran número de marineros y muchos soldados, entre otros, los cuatrocientos hombres del batallon de marina que O'Higgins habia organizado últimamente y que mandaban el teniente coronel Charles y el mayor Miller.

La escuadra arribó á Coquimbo para tomar mas tropas, y de allí siguió inmediatamente al Callao, adonde llegó el 28 de setiembre. Por una de esas inspiraciones propias de guerreros de corazon, propuso lord Cochrane al virey, con objeto, segun decia, de salvar las propiedades particulares, un desafío regular, es decir, que un combate singular entre igual número de buques montados por igual número de hombres y cañones, decidiese la suerte de las dos flotas. El virey, que no queria perder su superioridad, contestó que lo que se le proponia no estaba en uso y que tenia que cumplir otros deberes mas que el de satisfacer su amor propio. En vista de esta respuesta, lord Cochrane llamó á los comandantes de los buques, les dió sus instrucciones, y en la noche del 1o de octubre, dice García Reyes, tres balsas dirijidas por el teniente coronel Charles, el mayor Miller y el capitan Hind, partieron en busca de la línea enemiga, remolcadas por los bergantines Galvarino, Araucano y Pueyrredon. Charles y Hind debian dirijir los cohetes, Miller las bombas. El San Martin, la O'Higgins y el Lautaro, buques fuertes y de gruesa artillería, recibieron órden de cargar por el costado opuesto á las balsas, aprovechán

dose de la confusion que habia de producir el ataque de estas últimas, y la Independencia debia voltejear por la bahía para aprender los buques enemigos que intentasen escapar. Por desgracia, una combinacion tan bien concertada se frustró de todo punto. Los cohetes en que se tenia puesta la principal confianza fallaron casi completamente unos reventaban á mitad de su carrera, otros caian al agua, ó bien jirando por el aire, tomaban una direccion enteramente opuesta á la que se les queria dar. El viento faltó tambien y dejó sin movimiento la escuadra; de manera que despues de haber pasado una noche entera bajo el fuego destructor de las baterías, los bergantines y las balsas se retiraron á la línea de bloqueo con el pesar de haber perdido al activo y valiente jóven don Tomas Bayllie, teniente del Galvarino, con veinte hombres mas, y de haberse inutilizado por entonces el capitan Hind, en cuya balsa reventaron una porcion de cohetes con gran daño de la jente que la servia. »

En las noches succesivas se siguieron lanzando muchisimos cohetes, que aunque mejor confeccionados no dieron resultados mayores. De cada seis, uno todo lo mas, tomaba la direccion que se queria, los otros seguian la contraria ó reventaban antes de llegar, con asombro de los oficiales acostumbrados á ver esta clase de proyectiles. Lord Cochrane, sobre todo, estaba desesperado con un incidente que no sabia esplicarse; mas sin embargo continuó los disparos y el dia 5 intentó ademas el ensayo de un brulote, que confió á Morgell, oficial entendido y de resolucion. La brisa, sin ser fuerte, era bastante para que marcharan el brulote á toda vela y los bergantines que llevaban al sitio del combate las lanchas en que iban los bomberos y coheteros, cubiertos con sus preserva-vidas

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