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Freire era un militar demasiado valiente y entusiasta para no secundar el golpe de mano que meditaba. Al emprender la marcha quiso su buena estrella que se presentase para entrar en la bahía de Valdivia el buque de guerra el Potrillo, que en 1813 cometió un capitan estranjero la felonía de entregar á la escuadra realista. Inmediatamente la O'Higgins dirijió á él la proa, y despues de perseguirlo tres horas, logró capturarlo. Su cargamento consistia en armas, municiones y veinte mil pesos que llevaba para las diferentes guarniciones.

En la corta travesía de Valdivia á Concepcion, Cochrane no pensó sino en la empresa que habia ideado, y en la que insistia mas y mas, en vista de las noticias dadas por los prisioneros. Sin embargo, las dificultades y los peligros eran muchos y grandes, pues segun la opinion jeneral, aunque bastante exajerada, la bahía era tan inespugnable como la de Gibraltar. La entrada, aunque corta, se hallaba defendida por una línea de fortificaciones que parecian desafiar la audacia y la osadía. Al norte estaba la imponente fortaleza de Niebla que defendia completamente la entrada, siguiendo la del Piojo, que con el fuerte de Mansera en la isla de este nombre situada casi en medio de la bahía, amenazaba con todos sus cañones á cualquier buque que se atreviera á penetrar en la embocadura del rio. Al sur, las fortificaciones eran aun en mayor número y estaban mejor acondicionadas. Habia primeramente la Aguada del Inglés y San Carlos y entre las dos una batería levantada por Lantaño: venia en seguida la de Amargos enfrente de Niebla y por consiguiente destinada á obrar sobre el mismo punto : á corta distancia se hallaba la no menos temible de Choro

camayo, y por último se llegaba al fuerte principal, al

Corral, grande é imponente fortaleza que dominaba el punto mismo que servia de puerto á los buques. Todos estos trabajos se habian ejecutado por sabios injenieros con estricta sujecion á las reglas mas severas del arte. En jeneral las fortalezas secundarias no tenian fuegos de flanco ni casamatas, pues solo estaban construidas, como puntos de defensas, para favorecer un golpe de audacia y sostener la moral del soldado. El Corral por el contrario tenia todos los adherentes de un fuerte de gran resistencia y ofrecia una defensa mas bien pasiva que activa y vigorosa. Si despues de todos estos trabajos debidos al injenio del hombre paramos la consideracion en el terreno que es sumamente accidentado, rodeado de numerosos precipicios, con sendas escesivamente ásperas, tortuosas, estrechas hasta el punto de no poder pasar por ellas mas que una persona y raras veces dos de frente, abiertas en las rocas ó en los impenetrables bosques vírjenes que cubren todo el contorno desde las alturas hasta la orilla del mar: si reflexionamos ademas en la grande estension y en las condiciones de esta bahía, resguardada de todos los vientos y con capacidad bastante para la mejor flota del globo; no nos admiraremos de que España, con una prevision que alcanzaba muy lejos, hiciese de ella la llave del mar del sur, y gastase sumas verdaderamente estraordinarias para ponerla al abrigo de los mas vigorosos ataques.

Semejante empresa solo un hombre del temple de Cochrane podia concebirla. Es necesario decir tambien que el amor propio entró por mucho en su resolucion. Sus dos espediciones anteriores no habian correspondido á lo que él se prometió, ni á lo que se esperaba de él. No es que otro marino hubiese sido mas afortunado en sus combinaciones, sino que la opinion pública juzga por los

VI. HISTORIA.

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resultados y no tiene en cuenta los mil incidentes que ocurren muchas veces en los azares de la guerra, especialmente si el adversario no se atreve por timidez á salir de sus fortalezas. Cochrane tenia tambien envidiosos y enemigos, los cuales no se descuidaban en poner en duda su reputacion de valiente y entendido, que como siempre sucede, la distancia habia, por decirlo así, duplicado. Necesitaba, pues, emprender algo que le diese nombradía para cerrar la boca á sus detractores, y resolvió atacar á Valdivia. En los resultados de esta empresa abrigaba gran confianza, pues por lo mismo que parec、 una locura, decia al mayor Miller, es necesario intentarla, puesto que los españoles difícilmente nos creerán resueltos á ejecutarla, aun despues que la hubiésemos principiado. V. verá, añadia, que un ataque atrevido y despues una poca de perseverancia nos darán un triunfo completo. Las operaciones que no espera el enemigo son casi seguras cuando se ejecutan bien, cualquiera que sea la resistencia, y la victoria justifica la empresa de la imputacion de temeraria (1). »

En cuanto llegó á Talcahuano fué á cumplimentarle el intendente y al muy poco tiempo le dijo cuales eran sus intenciones, manifestándole su plan de ataque. Cualquiera hubiera retrocedido quizá al ver tanta audacia, pero Freire era del temple de Cochrane, su fibra guerrera vibraba siempre que se trataba de alguna grande empresa, y á pesar de los escasos recursos con que contaba, le prometió, no los trescientos hombres que le pedia, pero sí doscientos cincuenta escojidos entre sus mejores tropas. Para el mando de esta fuerza le propuso un oficial que él solo valia casi tanto como los doscientos cin(1) Memorias del jeneral Miller, tomo I, pájina 211.

cuenta hombres: este oficial era Beauchef, soldado de Napoleon, ya muy conocido en Chile por actos de verdadera intrepidez. Cochrane aceptó la proposicion y le inició al punto en todos los detalles de sus proyectos, encargándole el secreto hasta para con el gobierno y suplicándole que en el mas corto plazo posible reuniese los soldados, que Beauchef elijió en los batallones números 1 y 3 que estaban de guarnicion en Concepcion y Talcahuano. Entre estos soldados se encontraban los granaderos que tenian fama de escelentes militares, así como todos los que componian los dos espresados batallones.

Todo estuvo pronto el 27 de enero, y al dia siguiente salió la O'Higgins del puerto de Talcahuano con dos pequeños transportes, la goleta Montezuma y el bergantin Intrépido. La impaciencia de Cochrane era tal que se dió á la vela con viento contrario, en la confianza de poder salir de la bahía convoyándolos; pero por la noche, una calma repentina detuvo la marcha de la O'Higgins, y á eso de las cuatro de la mañana se retiró á descansar el almirante, dejando el cuidado del buque á su segundo. Este por desgracia, en contravencion á las órdenes que habia recibido, fué tambien á acostarse confiando la direccion del buque á un guardia marina, jóven inesperto que en un momento de fuerte neblina no vió la tierra y dejó ir la fragata sobre una grande roca de la isla de la Quiriquina que hizo estremecer todo el buque con gran sobresalto de cuantos iban en él. Cochrane fué el primero que se presentó sobre el puente, y gracias á su serenidad y á su presencia de ánimo, el buque no tardó en estar fuera de riesgo; pero con tales averías que se notaron en plena mar, que la bodega se habia llenado de cinco piés de agua, lo cual y el mal estado de las bombas dió algun

cuidado á la tripulacion, y el almirante mismo no estaba muy tranquilo. Para remediar la necesidad del momento tuvo que trabajar como un obrero, mandó subir sobre el puente todos los accesorios de la bomba, arreglarlos, ponerlos en estado de que sirvieran y continuar el viaje. A fuerza de dar dia y noche á la bomba pudo conseguirse que la fragata se mantuviera sobre el agua y que llegase á diez leguas al sur de Valdivia, donde todas las tropas de la O'Higgins pasaron á los transportes, por el temor de que fuese reconocida la fragata y llamase la atencion del enemigo.

Al dia siguiente 3 de febrero los dos transportes, llevando á su bordo ocultas en los entrepuentes una gran parte de las tropas, se aproximaron con pabellones españoles al fuerte del Inglés. Despues de algunas contestaciones en que los patriotas no llevaron otro objeto que cojer algunos marineros, el fuerte, mejor inspirado, hizo fuego sobre el Intrépido y de un cañonazo le derribó siete hombres, dos de los cuales cayeron muertos. Esto abrevió toda esplicacion y el noble lord mandó inmediatamente el desembarco, que se efectuó sin grandes entorpecimientos, gracias al fuego muy vivo que hacian los soldados de Miller y á un cañon jiratorio de diez y ocho, que iba en la goleta y que barrió la playa, en la que se presentaron sesenta ó setenta hombres á las órdenes de Iriarte para impedir el desembarco. El mayor Miller, como jefe de los marineros, bajó el primero en medio de la metralla, que no le ocasionó sin embargo ningun mal, y el mayor Beauchef el último. Este, en cuanto saltó á tierra, ordenó sus tropas y marchó derecho sobre la Aguada, precedido de ocho marineros al mando del intrépido Vidal y llevando á su lado el cabo es

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