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Antes de que el ejército libertador saliese de Valparaiso, el intrépido Vidal partió para el Perú en una mala embarcacion, con objeto de ajitar las poblaciones en favor de la independencia y de repartir numerosas proclamas en que se iniciaba al pueblo en todos los beneficios de aquella. Ya cuando las primeras espediciones de Cochrane se procuró jeneralizar estas ideas y atraer partidarios, que con el tiempo fuesen otros tantos auxiliares. San Martin sabia muy bien que esto habia producido buenos resultados, y que muchos habitantes y aun jefes americanos, solo esperaban una ocasion para acreditar con actos y con las armas, sus simpatías á la conquista de la independencia. En esta persuasion envió al interior del país una division que protejiese á los que tuvieran bastante valor para pronunciarse, dando el mando de ella al coronel don Juan Antonio Alvarez de Arenales.

Este se encontraba en Ica encargado de batir á Quimper, que se habia refujiado allí con la guarnicion de Pisco, no habiendo sido posible alcanzarle hasta Nasca, donde él y los suyos fueron completamente derrotados con pérdida de los bagajes, municiones, gran número de mulas, la bandera, etc., y muchos soldados que se rindieron á los patriotas, ademas de dos compañías que se pasaron antes. Dejando en Ica un destacamento de cincuenta cazadores á las órdenes del teniente coronel Bermudez y del capitan don Luis Aldao con buen número de oficiales y muchas armas para levantar tropas, tomó Arenales el camino de Huamanga con mil doscientos hombres próximamente y dos piezas, fuerza sumamente corta para lanzarse en medio de un país enemigo. Con objeto de protejer su salida y evitar que la vanguardia de O'Reilly marchase en su seguimiento, San Martin fué á atacar á

este jefe realista, pero solo aparentemente, pues en seguida volvió á su cuartel jeneral, y el 25 de setiembre su ejército se hizo á la vela, yendo á desembarcar á los pocos dias á Ancon, pequeño puerto á seis leguas de Lima.

Al pasar por delante de la bahía del Callao, el vicealmirante se quedó en aquellas aguas para bloquear el puerto con la O'Higgins, la Lautaro, la Independencia y el Arauco. El estado de inercia necesaria para esta operacion, no podia de ninguna manera convenir al carácter activo é impetuoso de un guerrero, cuya exaltacion adquiria tanto impulso á la vista del enemigo. Su viva imajinacion le hizo comprender que podia atacar con algun éxito la fragata Esmeralda, por mas que estaba bajo los fuegos de las formidables fortalezas del puerto, rodeada de cinco buques de guerra de diferentes portes, de otros tres mercantes bien armados y de veinte lanchas cañoneras, y por mas que el puerto estuviese separado de la bahía por una cadena que solo ofrecia un paso estrecho para la entrada de las embarcaciones. Concertado el plan con San Martin é instruidos de sus detalles los oficiales, estos prepararon por medio de ejercicios á los doscientos cuarenta hombres que se necesitaban para su ejecucion y que se prestaron de buena voluntad á ella. El mismo dia del ataque se trasladaron los doscientos cuarenta hombres á la O'Higgins, y los demas buques recibieron órden de salir de la bahía á las órdenes del capitan Forster. Fué esta una escelente idea del almirante, para que los jefes enemigos creyesen que la escuadra de bloqueo se alejaba de la bahía y relajasen la severidad del servicio.

Luego que todo estuvo preparado, lord Cochrane di

rijió una alocucion enérjica á los que iban á tomar parte en la arriesgada espedicion, pidiéndoles una hora de valor para el feliz éxito de la empresa, y ofreciéndoles en premio el importe de los buques que se apresasen. Esto sucedia el 5 de noviembre, y á eso de las once de la noche soldados y marineros se embarcaron en trece botes y se dirijieron á la Esmeralda, los unos á las órdenes del capitan Guise y los otros á las del de la misma clase Erosbic. Al pasar cerca de dos fragatas de guerra estranjeras, la Hiperion, inglesa, y la Macedonia, de los Estados-Unidos, que momentáneamente estaban ancladas en el puerto, los centinelas dieron el quien vive de costumbre, pero sin alarmar mucho á los buques enemigos. La espedicion, pues, llegó á media noche á la primera lancha cañonera sin el menor accidente y en seguida á la Esmeralda, que tomó inmediatamente por asalto. Lord Cochrane á estribor y el capitan Guise á babor fueron de los primeros que saltaron sobre el puente, y en el alborozo que les causó su heróico encuentro, se dieron un fuerte apreton de manos, como una protesta viva, por desgracia poco duradera, contra su enemistad pasada. Les siguieron sus valientes compañeros que al punto atacaron al enemigo, el cual tuvo que refujiarse á la popa y rendirse despues de un combate encarnizado, ó tirarse al mar para salvarse. Entonces la noticia de haber sido apresada la fragata se esparció por toda la bahía, no obstante los repetidos gritos de Viva el rey que los patriotas hacian resonar por todas partes con arreglo á las órdenes de Cochrane, y los demas buques que no habia sido posible atacar, empezaron á disparar cañonazos sobre ella, los que unidos á los de la formidable artillería de las fortalezas, produjeron la escena

mas espantosa de cuantas habian visto la mayor parte de los presentes. En medio de ella, mandó Guise cortar los cables con que estaba amarrada la fragata, Crosbic desplegó las velas del bauprés, etc., y á poco rato veian los españoles á su principal buque de guerra alejarse del puerto para ir á aumentar el número de los de la escuadra enemiga. Durante la marcha, observó Cochrane que los buques de guerra estranjeros se alejaban de sus sitios para evitar las balas de cañon de las fortalezas, y que en lo alto de los palos mayores tenian unos faroles dispuestos de la misma manera. Conociendo que estas eran señales convenidas con los realistas para estar al abrigo de sus fuegos, mandó al punto ponerlos en la fragata, y desconcertado el enemigo con esta injeniosa estratajema, la Esmeralda pudo llegar á sitio seguro con grande aplauso de sus valientes y orgullosos marinos.

El apresamiento de la Esmeralda es con efecto una de las acciones mas brillantes de Cochrane. Lo mismo que sucedió en la toma de Valdivia, todo estuvo previsto y calculado de antemano, y menos el ataque de los demas buques que tuvo lugar por circunstancias particulares, todo sucedió absolutamente conforme lo habia predicho. El gobierno dió á la fragata el nombre de Valdivia, en memoria de la grande empresa que tuvo tan feliz éxito y de la que fué tambien el héroe Cochrane. Estaba en muy buen estado, armada con cuarenta y cuatro cañones y perfectamente provista de todo lo necesario, así en provisiones de boca como en material. Segun un estado que se encontró entre los papeles de á bordo, su tripulacion, comprendidos marineros y soldados, se componia de trescientos veinte hombres, pero solo se hicieron ciento setenta y tres prisioneros los ciento cincuenta y siete

restantes fueron muertos ó heridos, ó se salvaron tirándose al mar. El comandante don Luis Coig entró en el número de los prisioneros, habiendo sido herido de una bala de cañon lanzada de una lancha española. Los chilenos no tuvieron mas que once muertos y treinta heridos, entre estos el vice-almirante.

Lord Cochrane no quiso quedarse con los heridos españoles. Por medio de un parlamentario solicitó que los recibiesen en tierra, y el mismo dia desembarcaron aquellos desgraciados, que se vieron en medio de un pueblo atónito con lo que acababa de pasar. La guarnicion sobre todo estaba sumamente ajitada. Acusaba de deslealtad á los buques neutrales, y en un momento de exasperacion fueron asesinados un oficial y varios marineros de la Macedonia que habian bajado á tierra en busca de provisiones. Algunos oficiales no espresaban menos, aunque con mas reserva, su cólera contra las tripulaciones estranjeras, á las cuales atribuian igualmente una buena parte de un suceso, cuyas consecuencias conocian perfectamente. Porque mejor que nadie veian que la marina española iba á ser echada para siempre del mar del Sur, y que no tardarian en caer tambien en poder de los patriotas las dos fragatas que les quedaban, la Prueba y la Venganza, entonces en la costa sur del país (1). A los pocos dias el pailebot Aranzazu, de siete cañones, tuvo que rendirse al Araucano, á pesar de la vigorosa resistencia que hizo.

San Martin esperaba con grande ansiedad los resul

(1) Estos dos buques habian ido á buscar ochocientos hombres de Canterac venidos del alto Perú y embarcados en los puertos intermedios. Despues que desembarcaron estas tropas en Cerro-Azul cerca de Cañete, huyendo de Cochrane, se hicieron à la vela para el norte, tocaron en Panamá, San Blas y Acapulco y acabaron por rendirse á los patriotas.

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