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tados del ataque, que supo al dia siguiente por el Araucano, buque destinado á servir de correo para tener á los demas en comunicacion constante. Por una singular y feliz casualidad supo casi al mismo tiempo la revolucion de Guayaquil en favor de las ideas americanas, fomentada por el teniente coronel don Gregorio Escovedo, ȧ quien nombraron presidente del gobierno provisional que se estableció, y en seguida la de Huanuco en el interior del Perú (1). No tenia la segunda tanta importancia como la primera, porque era mas civil que militar, razon por la cual se resolvió ir á protejer los jenerosos esfuerzos de aquellos patriotas. Despues de algunas escursiones á los alrededores de Ancon y Capacavana y de enviar al mayor Reyes á que se apoderase de Chancay, el jeneral en jefe embarcó todas sus tropas, que al dia siguiente 9 de noviembre desembarcaron en Huacho, puerto del valle de Haura á veinte y ocho leguas norte de Lima, para ir á acampar á dicho valle, con lo que quedó interceptada toda comunicacion entre Lima y las grandes poblaciones del norte.

En cuanto el virey supo la salida de Ancon de los patriotas y la ocupacion de Chancay por un corto destacamento á las órdenes de Reyes, mandó á don Gregorio Valdés, recien llegado del campamento jeneral de Aznapuquio á dos leguas al norte de Lima, que marchase contra dicho destacamento y le echase de su posicion. Valdés, que habia dado grandes pruebas de valor é in

(1) Llevada á cabo esta revolucion por la guarnicion y los habitantes de consuno sin derramar una sola gota de sangre, Guayaquil ejerció grande influencia en los destinos de las repúblicas americanas, porque aparte de privar de sus maderas, cacao, etc., al comercio de Lima, puso en continua comunicacion de intereses á los numerosos patriotas de Quito, que jemian bajo el yugo de sa presidente Aimerich.

telijencia mientras estuvo en el alto Perú, tomó un escuadron de dragones de la Union, otro del Perú y el batallon de Numancia, y marchó á Chancay, que encontró desierto. Los patriotas se habian retirado hácia el norte, yendo delante la infantería y la caballería detras para protejerla. Como se hallaban á no gran distancia, Valdés avanzó sobre ellos con el escuadron de la Union, y cuando ya creia alcanzar la caballería, compuesta solamente de treinta y seis cazadores, estos, que estaban mandados por el valiente Bransden, volvieron caras y cargaron al enemigo, al que acuchillaron hasta el final de un largo callejon en que estaban los dragones del Perú, que asi mismo fueron acuchillados y hubieran sido completamente deshechos, á no llegar á tiempo de contener á la vez vencedores y vencidos una compañía de cazadores de Numancia. Gracias á esta magnífica carga, pudo la infantería de Reyes llegar con toda seguridad á Supe, donde habia gran número de tropas, y Valdés, que aun queria cargarles con los dragones del Perú, se volvió á Chancay, pasando de allí á Chancaillo.

No eran bien conocidas las intenciones de este coronel, cuya division se habia reforzado con los batallones de Arequipa, segundo del Infante y dos piezas de artillería. Se sabia solamente que pensaba ir á Sayan, diez leguas al este de Huaura, para interponerse entre la division de Alvarez, que estaba en la sierra, y las demas tropas que se encontraban padeciendo las enfermedades endémicas en aquellos valles. Con objeto de espiar sus movimientos destacó San Martin al coronel Alvarado, mientras el de igual clase don Enrique Campino fué á Huaras con el número 5 de Chile á atacar la guarnicion, que tuvo la fortuna de que cayese toda entera en su poder.

Entre los prisioneros habia sesenta soldados de Burgos y del infante don Carlos, dos oficiales y el célebre don Clemente Lantaño, que por haber manifestado alguna tendencia á las ideas liberales Pezuela habia mandado á aquel pueblo. Con motivo de enfermedad del subdelegado coronel de milicias, estaba encargado accidentalmente del mando de las tropas.

Lejos de conformarse el virey con el plan de Valdés, que era marchar á Sayan, lo que probablemente hubiera sido muy ventajoso para los realistas, le mandó replegarse sobre Chancaillo. Alvarado fué en su seguimiento, llevando de vanguardia al teniente don Pascual Pringueles con veinte y cinco granaderos á caballo, los cuales se vieron atacados por sorpresa y cayeron en manos de los soldados de Valdés, lo que no impidió que Alvarado continuase su marcha y alcanzase la division de aquel coronel en Tecuan: pero fuese por cansancio ó porque considerase insuficientes los setecientos caballos que llevaba, no juzgó oportuno atacarla, y marchó á acampar á Retes, dos leguas de Chancay, mientras los realistas se dirijieron á la hacienda de Basurto, de donde no salieron hasta el primero de diciembre para Lima.

Hasta entonces habia tenido en gran cuidado á Valdés lo llano del terreno por que caminaba, conociendo que podia ser atacado con desventaja por la caballería enemiga, mucho mas fuerte que la de su division, la cual consistia principalmente en infantería. Por esta razon habia conservado sus tropas reunidas, sin consentir que nadie se separase; pero luego que salió de Basurto y se encontró en un terreno muy desigual, tomó la delantera contoda la caballería, reforzada con un escuadron de dragones al mando de Landázuri, para llegar cuanto antes á

los alfafares de Trapiche-viejo, con el doble objeto de dar de comer á los caballos, que se morian de hambre, y preparar el alojamiento del batallon de Numancia, que iba en retaguardia.

Este batallon, que llegó con Morillo á Venezuela, habia sido diezmado de tal manera con las guerras y las enfermedades, que estaba enteramente renovado. No le componian sino poquísimos españoles y solo sí zambos, mulatos é indios de la provincia de Barinas. Despues de la batalla de Maypu, el virey Samano se lo envió á Pezuela accediendo á las vivas instancias de este, y entonces contaba mi doscientos hombres bien armados y perfectamente disciplinados. Al llegar á Lima despues de haber sufrido fatigas y privaciones inauditas, se manifestó en él el descontento con numerosas deserciones que tenian la tendencia de pasarse al enemigo. Los mismos oficiales daban muestras de igual inclinacion, pues el 28 de noviembre tres se habian incorporado ya al ejército de Alvarado; lo cual debiera haber llamado la atencion de Valdés, que era sabedor de sus proyectos. Pero el destino de América lo dispuso de otro modo. Abandonado este batallon á sí mismo, y siendo liberales casi todos sus oficiales y realistas muy pocos, aprovechó un momento de descanso al pié de la cuesta de Huachos para insurreccionarse, apoderarse del coronel y del corto número de oficiales que se mantuvieron fieles y marchar por el lado en que estaba el campamento de Alvarado, en union con un escuadron de granaderos, que habia ido á protejer su sublevacion. El estado miserable en que se encontraba, tanto por la fatiga como por la falta de víveres y vestuario, obligó á Alvarado á pedir dos buques que lo llevasen donde estaba San Martin, quien lo recibió con el

mayor gusto, porque vió aumentado su ejército con ochocientos hombres de muy buenas tropas y perfectamente armados y disciplinados. Como prenda de su gran satisfaccion conservó al batallon el nombre que tenia, añadiéndole el dictado de fiel á la patria. Lo declaró el batallon mas antiguo del ejército libertador, y en prueba de la confianza que le inspiraba su bravura, le confió la bandera del ejército. El teniente coronel graduado don Tomas Heres, jefe principal de la sublevacion del batallon, fué nombrado su coronel efectivo, encargándole al propio tiempo que propusiera las recompensas á que considerase acreedores á sus individuos.

Ocurrió este feliz suceso el 3 de diciembre de 1820. La víspera se presentaron á San Martin en Supe veinte y dos oficiales y ochenta y cinco soldados y sarjentos prisioneros depositados hacia mucho tiempo en las casamatas de Lima, que le envió Pezuela en canje de los once militares cojidos cuando la revolucion de Guayaquil y de otros oficiales. A los cinco dias un nuevo suceso llenó de entusiasmo el campamento de los patriotas. Treinta y ocho oficiales y muchos cadetes se escaparon de Lima y fueron á reunirse á ellos llenos de buena voluntad para defender su causa. Uno de estos cadetes era Salaverri, jóven de doce años fugado de la casa de su padre, que manifestó en esta ocasion la gran firmeza de carácter de que mas adelante dió tan repetidas pruebas.

El interior del país no estaba mas al abrigo de la influencia que ejercia en las ideas peruanas la presencia del ejército libertador en la costa. Si los síntomas de defeccion se manifestaron en los soldados y milicianos cuando las primeras espediciones de lord Cochrane, ahora alcanzaban á los oficiales, muchos de los cuales

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