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nores los altos personajes de otras épocas, esperaba fomentar mas y mas la defeccion y conseguir así la caida del partido realista en el Perú.

Sin embargo, San Martin podia disponer entonces de mil hombres lo menos contra un ejército debilitado por las enfermedades, las deserciones y la desmoralizacion. Ademas, aunque el interior del país estaba en poder de los realistas, los indios civilizados se sublevaban por todas partes y sus sublevaciones producian en el enemigo un estrago que le perjudicaba mucho, porque lo dividia y le quitaba la unidad de accion. En algunas ciudades se tramaban tambien grandes conspiraciones, y no hacia mucho tiempo que Lavin, enviado de Arequipa al Cuzco por una felonía que hizo, habia cometido otras, que al fin pagó con su cabeza. Con no menos constancia se maquinaban iguales conspiraciones en el alto Perú, por manera que el ejército realista, inquietado por todas partes, hubiera tenido que rendirse, á haber sabido San Martin aprovechar su posicion. Pero dominado siempre por su política de prudencia y defeccion, prefirió dejar obrar al tiempo, y contra su costumbre, permitió que los oficiales viviesen una vida ociosa, lo cual unido á haber puesto en el ejército cierto número de jefes, que no tenian mas títulos que su rango y su fortuna, acabó por viciar sus buenas disposiciones (1). Así sucedió que al poco tiempo el jeneral Tristan, uno de los agraciados, fué destrozado en Ica por una division de Canterac, y ademas de la pérdida de cuatro cañones y gran número de caballos, tuvo que deplorar la patria la de mas de mil hombres, que pasaron á engrosar las filas realistas y mas de tres mil fusiles que les vinieron muy bien á estos. El número de muertos fué (1) Véanse las memorias del jeneral Miller.

considerable y hubo tambien muchos heridos que quedaron en poder del enemigo, contándose entre ellos el valiente y amable teniente coronel Aldunate (1).

Esta derrota la sintieron estraordinariamente los patriotas. San Martin procuró atenuar sus consecuencias publicando muchas proclamas, en que hablaba del estado mis rable del ejército realista y de la imposibilidad de que resistiese mucho tiempo. Anunció á la vez la gran victoria de Pichincha, que aseguró para siempre la independencia de Colombia, y á poco la noticia de haber perdido España las dos únicas fragatas que le quedaban, la Prueba y la Venganza. Estas se rindieron á los ajentes del Perú en Guayaquil, con gran sentimiento de lord Cochrane, que pretendia corresponder de derecho á Chile. La manera con que las reclamó á San Martin produjo nuevas y fuertes contestaciones, que determinaron al vicealmirante á abandonar el Perú y dirijirse á Valparaiso.

La provincia de Guayaquil, que se habia declarado independiente, fué tambien un motivo de contestaciones entre las repúblicas peruana y colombiana. O'Higgins, á quien Guayaquil pidió proteccion, queria hacerla una ciudad libre como Hamburgo, y ya tenia bastante adelantado su proyecto, cuando la victoria de Pichincha y la consolidacion de la república de Colombia despertó la ambicion de Bolivar, y fué reclamada como parte integrante de la audiencia de Quito en lo relativo á la administracion de justicia. El Perú alegaba por su parte que

(1) De resultas de esta derrota, y para evitar la influencia tanto moral como material de los españoles establecidos en Lima, espulsó Monteagudo á mas de seiscientos, obligando á unos á embarcarse en buques ingleses y enviando los demas hasta el número de quinientos en otros, en que sufrieron considerablemente, tanto por el carácter brutal de los oficiales, como por ir muy apiñados y darles poco alimento. Felizmente la jenerosidad chilena les hizo olvidar bien pronto los padecimientos de los cuarenta dias de navegacion que tuvieron.

le pertenecia de derecho porque en todos tiempos dependió en lo militar de su vireinato, y del debate entablado entre las dos repúblicas resultó la necesidad de una entrevista de los dos jefes en el mismo Guayaquil. San Martin y Bolivar marcharon pues á esta ciudad, donde estaba de presidente el célebre poeta natural del país, doctor don J.-J. de Olmedo. Las discusiones no fueron largas ni empeñadas en atencion à que cuando Bolivar llegó el 14 de julio de 1822, declaró la provincia de Guayaquil parte integrante de la república de Colombia. Viendo San Martin que la cuestion estaba resuelta de hecho, se recmbarcó á los dos dias de su llegada, es decir el 28 de agosto, y se hizo á la vela para el Callao.

Durante su ausencia, el marques de Torre-Tagle, que habia quedado encargado del poder protectoral como delegado, obligó á Monteagudo á que renunciase el ministerio, de resultas de una conmocion popular, á que el mismo Torre-Tagle no fué del todo estraño. Le hizo salir inmediatamente para el Callao y muy poco despues lo desterró á Guayaquil. Los habitantes en jeneral se alegraron mucho de verse libres de un hombre de talento sí, pero duro, cruel, audaz, revoltoso, mas á propósito para ajitar que para consolidar, y que de buena gana hubiera tomado por norma de su conducta los actos de la mas salvaje demagojia de la revolucion francesa. Le acusaban ademas de los mas atentatorios delitos contra la propiedad de los habitantes, pues oprimia á los unos, perseguia á los otros y todos los dias formaba listas de proscritos, en las que la cualidad de español era el medio y la riqueza el fin. Así fué que jamas estuvo de acuerdo con su cólega Unanue, hombre no menos intelijente y muy instruido, pero débil, moderado y contrario al sis

tema de espionaje introducido lo mismo en los sitios públicos que en los privados.

San Martin, que habia unido Monteagudo á su suerte y que lo necesitaba para instrumento de los actos de rigor y violencia, de que, mal que que le pese, no puede prescindir un jefe de partido, quedó poco satisfecho con su destierro y con la manera con que se le trató. No le fué dado contener su mal humor y vituperó encolerizado la medida, como vituperó tambien la precipitacion que hubo para convocar un congreso, cuya reunion tuvo lugar el 20 de setiembre, un mes despues de su regreso de Guayaquil. Previendo las discordias que iban á suscitarse en el país y la ingratitud con que al cabo le tratarian los habitantes de Lima, se decidió á retirarse para conservar intacta la gloria de su triunfo. En su cualidad de protector del Perú se presentó á presidir la Asamblea, dirijió algunas palabras á los representantes de la nacion y depositó sobre la mesa las insignias de la soberanía. A los pocos minutos salió del congreso y fué á vivir á una casa de campo de la Magdalena inmediata á la que habitó Pezuela cuando abdicó el vireinato. Una comision se le presentó á poco llevándole dos decretos, en uno de los cuales le espresaba su gratitud la nacion y en el otro le nombraba jeneralísimo del ejército del Perú. San Martin aceptó el primero, rehusó el segundo y por la noche se embarcó para Chile, dirijiendo á los habitantes una proclama llena de buen sentido, de patriotismo y dignidad. Torre-Tagle continuó desempeñando provisionalmente el alto poder del estado por desgracia del país, que necesitaba mas que nada de un hombre de armas, de un militar que contase sobre todo con el ejército, y aquel jeneral era en él demasiado nuevo para tener gran confianza en su apoyo.

CAPITULO LIX.

O'Higgins se prepara para organizar una segunda espedicion contra el Perú.Introduce mejoras en el sistema de hacienda. — Estado del pais respecto á las repúblicas confinantes. Auxilios que suministra á la de Buenos-Aires para hacer frente á las tentativas de don José Miguel Carrera. — Digresion sobre este jeneral. — Quiere dedicarse al comercio, pero no lo consigue. — Polémica entre él y los jefes del gobierno de Pueyrredon. - Abandora à Montevideo y va á ajitar las provincias en favor del sistema federal. — Caida de Pueyrredon. - Apoyo momentáneo que Sarratea da á Carrera. — Este levanta un pequeño ejército chileno con la intencion de ir à reconquistar la autoridad en su país. — Su influencia en las guerras anárquicas de la república arjentina. - Abandonado por la victoria se ve en la precision de refujiarse entre los indios de las Pampas. Marcha á San Juan.- Le atacan las tropas de Mendoza y es completamente derrotado. — Unos oficiales suyos le venden y lo llevan preso á Mendoza. Es condenado á muerte y fusilado juntamente con Alvarez.— Su carácter revolucionario.

La espedicion del Perú estaba rodeada de numerosos peligros. Aparte las vicisitudes de la guerra, habia que sobrellevar los climas abrasadores de la costa, atravesar grandes desiertos de arena, y lo peor de todo, resistir las enfermedades endémicas que se padecen en todos los valles y que no perdonan ni aún á los mismos indíjenas, arrebatando todos los años ó debilitando de una manera cruel al que comete la imprudencia de ir á ellos en ciertas épocas.

Para hacer frente à tantas eventualidades y cubrir en lo posible las bajas en los diferentes cuadros del ejército, no cesaba O'Higgins de hacer nuevos reclutamientos con el doble objeto de preparar otra espedicion, susceptible en todo caso de ir á completar los resultados de la primera. Se ocupaba al propio tiempo en introducir grandes reformas en los diversos ramos de la administracion

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