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y en arreglar el sistema de hacienda de modo que hubiese los fondos necesarios para no tener que recurrir á mas empréstitos, ni á ninguno de los otros medios que hasta entonces habian proporcionado recursos al tesoro. La guerra del Perú fué siempre para él el objeto principal de la cuestion que se debatia en toda la América. Considerándola como la que habia de conquistar definitivamente la libertad de Chile y consolidar su independencia, su pensamiento estaba fijo allí con perjuicio del ejército del sur, que de sus resultas cayó en una especie de malestar, capaz de poner en peligro la provincia de Concepcion. Verdad es que entonces gozaba Chile en el interior del país, y aun mas en el esterior, de una consideracion muy elevada. Su iniciativa en la guerra del Perú y la importancia de su espedicion á pesar de haber sido improvisada ó poco menos, la habian hecho, sino la árbitra, la potencia tutelar de la mayor parte de las repúblicas nacientes. La junta gubernativa de Méjico envió al diputado Stuart para que pidiese á O'Higgins los socorros que el estado precario del partido liberal necesitaba desde la sensible derrota de Guadalajara, y aquel, gracias al crédito que gozaba con los comerciantes ingleses establecidos en Valparaiso, le proporcionó armas, municiones y otros muchos objetos. Ademas le prometió auxiliarla de una manera mas conforme á sus deseos en cuanto concluyese la guerra del Perú, anunciándola que acaso entonces podria garantizar el empréstito de un millon de pesos que la junta queria levantar en Inglaterra y que no tuvo lugar por haber tomado á Méjico los liberales.

No fué Méjico el único país que recurrió á Chile. Tambien lo hizo Colombia, y O'Higgins satisfizo sus deseos

suministrándole una gran cantidad de municiones de todas clases, lo cual mejoró estraordinariamente la condicion del país para continuar la guerra y conseguir triunfos, que la gloriosa victoria de Pichincha aumentó y consolidó para siempre. Enfin, Buenos-Aires mismo se vió en la necesidad de recurrir á su aliada para pedirle no solo dinero sino soldados. O'Higgins, no obstante su penuria y sus incesantes atenciones, envió cuarenta mil pesos al ejército de Belgrano y una division á Buenos-Aires de cerca de quinientos hombres, casi todos chilenos hechos prisioneros en la batalla de Maypu que estaban al servicio de la patria. Aunque muy resueltos estos antiguos realistas á defender la nueva bandera que habian abrazado, el gobierno no se atrevia á fiarse de ellos y menos á enviarlos á la frontera, en donde aun se movia mucho el partido realista, y aprovechó la ocasion para alejarlos de Chile. Poco tiempo despues y á peticion del gobernador de Mendoza, otra division, compuesta de doscientos granaderos de la guardia y cien cazadores de la escolta directorial, marchó á las órdenes del teniente coronel Astorga á defender aquella provincia contra las facciones liberales, y especialmente contra la montanera de don José Miguel Carrera, que estaba entonces muy pujante. Estas tropas acamparon en las cordilleras para ponerse en movimiento al primer aviso, y al propio tiempo con el objeto de estar á la mira de las audaces tentativas de Carrera para penetrar en Chile, donde aun contaba con numerosos amigos.

Este célebre jeneral, á quien vimos escaparse el 21 de abril de 1817 de un buque de Buenos-Aires en que se encontraba prisionero, se refujió á Montevideo, donde ni él estaba bien con los brasileños ni los brasile

ños con él. La fortuna le trató por entonces con escesivo rigor. Toda su familia andaba dispersa y casi sin apoyo : su mujer y sus hijos aislados en Buenos-Aires eran el blanco de las vejaciones del gobierno; sns hermanos presos en Mendoza; sus hermanas abandonadas; su padre, que se habia quedado en Santiago, atormentado por las mil angustias de su aislamiento y sus disgustos y con el continuo temor de que le espropiasen de lo que le quedaba y de que acaso le espulsasen de su país; él en fin perseguido por enemigos poderosos, teniendo que vivir refujiado en una ciudad, donde apenas gozaba crédito y en vísperas de faltarle todo, porque pocos dias antes de su fuga mandó Pueyrredon quitarle mil quinientos pesos, único recurso que le quedaba para atender á sus necesidades y á las de algunos amigos fieles.

En tal conflicto y haciendo violencia á sus inclinaciones, se decidió á abandonar la política para entregarse al comercio, con la esperanza de hallar en esta nueva carrera la independencia que en vano habia buscado en otra parte. El tráfico de maderas le pareció bastante lucrativo y se resolvió á emprenderlo como último recurso, para lo cual pidió á Buenos-Aires á su amigo Manson un buque de doscientas á trescientas toneladas, pedido que igualmente hizo á su corresponsal en los Estados-Unidos Henry Didier, participando á uno y otro sus proyectos mercantiles y que su ánimo era trasladarse bien á la costa norte del Brasil ó al Paraguay, donde confiaba obtener un permiso de paso. Desgraciadamente, el olvido es un compañero casi inseparable de la desgracia. Sus amigos secundando su triste destino, no correspondieron á lo que esperaba de ellos y le abandonaron á su malestar y á su desesperacion. Al propio tiempo supo la muerte de

VI. HISTORIA.

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sus dos hermanos asesinados, decia, mas bien que sentenciados, por los alguaciles de Pueyrredon. Su alma ardiente llegó al último grado de la amargura y le arrastró á una venganza inexorable. No pudiendo hacer guerra á sus enemigos con las armas, se la hizo con la pluma, y aprovechando los restos de una grande imprenta que llevó de los Estados-Unidos para enriquecer con ella á su país, publicó algunos escritos que fueron contestados con no menos acrimonia por las gacetas ministeriales, á que se siguió una polémica violenta y apasionada, en la cual los dos partidos se acusaron mutuamente de felonía, echando en cara á Carrera los satélites de Pueyrredon su correspondencia con el embajador español en Rio Janeiro para entregar el país al rey de España, y Carrera echando en cara á Pueyrredon y á todos los jefes de la famosa Lojia, el proyecto de cederlo al príncipe de Luca ó á cualquier otro, para enterrar el principio republicano bajo el pedestal de una monarquía. Algunas espresiones inconsideradas que se deslizaron en estas recriminaciones y ataques, envenenaron mas y mas el debate. De político se convirtió en personal, y Pueyrredon se vió en la necesidad de recurrir á su aliado el emperador del Brasil para que su gobernador Lecor rompiese la pluma de Carrera y las de sus compañeros y les cerrase la imprenta que ellos mismos dirijian, por no haber encontrado un cajista bastante atrevido que lo hiciese.

Viendo don José Miguel Carrera que con esta nueva hostilidad no podia contestar á los ataques incesantes que contra él divulgaban en el público los periódicos de BuenosAires y aun los de Chile, su vehemencia le hizo tomar la resolucion de ir á ajitar las provincias y fomentar las

guerras civiles con el proyecto de servirse de ellas para destruir el poder de sus dos grandes antagonistas, el de Pueyrredon primero y el de O'Higgins despues. Por entonces la discordia fermentaba en el interior del país. La provincia de Santa-Fe habia dado la primera señal de rebelion y otras muchas manifestaban ciertas tendencias á seguir su ejemplo. Persuadido Carrera de que bastaria su presencia para decidirlas y atraerlas, salió furtivamente de Montevideo y corrió á poner su intelijencia y su espada á disposicion del que quisiese consumar esta gran revolucion. El sistema federal, que era la bandera levantada por la oposicion, se avenia perfectamente con su carácter activo y aventurero, y lo adoptó como medio de guerra jeneral y conveniente á las provincias que queria revolucionar. Llevaba siempre consigo su pequeña imprenta, y desde los mas oscuros rincones de la república empezó á lanzar las proclamas mas incendiarias, manifiestos contra la centralizacion y hasta folletos que él mismo escribia ó hacia escribir en el Huron, la Gaceta y otros periódicos, de los que algunas veces enviaba ejemplares gratis á las provincias. En ellos atacaba con violencia los actos del gobierno y los manejos pérfidos y antinacionales de la gran Lojia, de esta especie de club mucho mas poderoso que los clubs ordinarios, porque contaba con todas las autoridades superiores del estado, incluso el director, y podia obrar á la vez que legalmente en las tinieblas. Por estos medios y otros de que se valieron los jefes con quienes se habia unido, la administracion de Pueyrredon fué batida en brecha en todas sus ramificaciones, el descontento penetró por todas partes, se sublevaron las provincias y Buenos-Aires no tardó en seguir su ejemplo, de cuyas resultas cayó el

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