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municiones; buque que regresó á los dos meses, conduciendo un escelente refuerzo al mando del capitan Senosain, dos cañones y la cantidad de municiones pedida.

Por estos medios, tan ilícitos como inhumanos, consiguió Benavides organizar un nuevo ejército, que al poco tiempo contaba cerca de tres mil hombres bien equipados, de ellos mil doscientos jinetes entre húsares y dragones, el rejimiento de los últimos muy reciente y formado con el mayor esmero. Estas tropas, repartidas en los diferentes puntos de la provincia y de la frontera, renovaban de cuando en cuando las guerras de destruccion, que constituian entonces todo el código de sus actos; siéndoles esto, por lo demas, tanto mas fácil, cuanto que la division de Prieto, única que pudiera hacerles frente, se encontraba sin caballos, y falta casi de todo, así de víveres como de vestuario, lo que era causa de deserciones, algunas de las cuales se verificaban con armas y bagajes. Ciertamente que no era menor la desercion entre los realistas, con la circunstancia, que no concurria en los patriotas, de que se les desertaban tambien muchos oficiales, especialmente desde que se publicó el bando de indulto de 30 de diciembre de 1820; pero esto no podia en ninguna manera compensar las pérdidas que tenia el ejército del sur, porque, cercado en cierto modo por todos lados, no podia proporcionarse lo que necesitaba para su subsistencia.

Así las cosas, Freire, cuya division era la que estaba mas descuidada, se decidió á ir á Santiago para obtener de viva voz lo que no habia podido conseguir por una correspondencia muy seguida. Al marchar recomendó mucho á Prieto, á quien dejó de intendente subdelegado, que pusiese en juego todos los recursos de su astucia para de

sunir á los jefes enemigos, y para atraerlos con promesas de honra y de provecho. Precisamente era la política que estaba siguiendo con buen éxito este digno brigadier, hombre sumamente humanitario, pues habia hecho caer en emboscada á Turra, uno de los jefes de Pincheira, con algunos de su montonera, y en el mes de marzo se hallaba ya en tratos con el mismo Pincheira, quien ofreció rendirse, despues de haber pedido permiso para ir á vengarse de los Pehuenches, y quitarles el ganado vacuno y lanar que le habian robado. Estos preliminares de negociaciones los paralizó desgraciadamente Bocardo, nombrándole capitan efectivo de su montonera, nombramiento que le halagó lo bastante para romper toda relacion con Prieto, sin que le detuviese el que muchos de los suyos se habian pasado ya á los patriotas, y trabajaban fuertemente para inquietarle. Tambien el capitan de los dragones don Juan Bautista Espinosa, jefe de los Huiliches, habia conseguido que volviesen gran número de familias, soldados, toda la reduccion de Trilalevu y ademas los dos padres franciscanos don Marcos Rodriguez y don Patricio Araneda, personajes de gran fama y que inmediatamente fueron destinados, el primero con el capitan don Francisco Bulnes á Trilalevu, para avivar desde el púlpito el espíritu patriótico en aquella comarca, y el segundo para destruir la poca influencia que les quedaba á los realistas en la credulidad de los habitantes de la parte sur del Biobio.

No procedia Benavides con menos intelijencia y actividad. Aparte sus numerosas montoneras, organizó un sistema de espionaje que se estendia á toda la provincia y alcanzaba á la ciudad de Concepcion, donde funcionaba con grande actividad. Sabido esto por Prieto mandó que

todos los ajentes secretos fuesen vijilados por una junta, encargada ademas de velar por la tranquilidad de la ciudad, y de cuidar que los inspectores de barrio cumpliesen con exactitud sus deberes. Las honradas personas que la componian, los señores Barnachea, Novoa y Bilimelis, sentenciaban todas las causas de espionaje é infidencia, y bastaba el informe de la intendencia, aprobado por el jefe, para ejecutar el fallo.

El año 1821 pasó en estos manejos, y en pequeñas escaramuzas, todas de poca importancia, en que tan pronto era el uno como el otro partido el vencedor. Al fin Benavides, fiado en la superioridad numérica de su ejército, se decidió á intentar una empresa en grande, que fué nada menos que marchar directamente sobre la capital, desguarnecida ó poco menos de tropas regulares, desde la espedicion del Perú. El momento elejido era bastante favorable al proyecto para no dar grave inquietud á Prieto, y forzarle á no moverse de Chillan y á renunciar á su viaje á la Florida, donde debia tener una entrevista con el comandante de armas de Concepcion, el coronel Rivera. Escribió inmediatamente á este, pidiéndole sus mejores tropas de infantería y caballería y los indios de Benancio acampados en Yumbel, y esperó á pié firme á Benavides, que no tardó en presentarse á la cabeza de mil hombres, protejidos por dos cañones. Aunque los soldados que tenia para hacerlo frente apenas eran seiscientos, no temió salir de la ciudad á provocar un combate, que esperaba fuese decisivo; pero despues de unos cuantos tiroteos, Benavides levantó el campo y se dirijió al norte. Ya habia pasado el Nuble, cuando la division patriota empezó á picarle la retaguardia, lo cual le obligó á repasar el rio; y marchando siempre en

supersecucion, á pesar de la obscuridad de la noche y de una lluvia continua, fué á acampar á la hacienda de Coto con la esperanza de alcanzar pronto á su antagonista, que huia hácia Tucapel. Al llegar el dia siguiente á orillas del rio Chillan, supo por sus espías que las tropas enemigas se hallaban acampadas á corta distancia, en un sitio llamado la Vega de Saldia. Sin pérdida de tiempo reunió los oficiales superiores, les dió las órdenes para los preparativos, y á las dos de la mañana se puso en movimiento, marchando la caballería sobre los flancos de la infantería y apoyando á esta dos piezas. Desgraciadamente no se le ocultó al enemigo la aproximacion de los patriotas, y levantando el campo echó á huir. Iba á pasar el pequeño rio de Chillan cuando los húsares, destacados por el jeneral á todo escape, llegaron á tiempo de impedir el paso que los realistas quisieron forzar. Entonces se empeñó una pequeña accion, que los húsares no pudieron sostener largo tiempo por su reducido número pero reforzados muy luego con las partidas de Arteaga, y sobre todo con los cazadores del intrépido don Manuel Bulnes, dieron reunidos vigorosas cargas que introdujeron la confusion en las filas de los realistas, acabando por derrotarlos completamente, con el auxilio de los demas escuadrones y del batallon número 3, que llegó todavía á tiempo de tomar parte en esta gloriosa victoria. Por una de esas casualidades, tan raras en semejantes circunstancias, la patria no tuvo que deplorar la pérdida de un solo hombre, mientras que el enemigo contó mas de doscientos muertos entre matados y ahogados, entrando en este número los famosos Rojas y Elizondo. Los prisioneros, entre los cuales se hallaban diez y siete ingleses de los presos por Benavides, ascendieron

VI. HISTORIA.

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á muchos mas, porque los fujitivos fueron perseguidos hasta la orilla de la Laja. Los que pudieron salvarse, se dirijieron á las cordilleras con Hermosilla y Pincheira, que no estaban ya en buena armonía, ó bien en busca de los indios, los unos con Pico y Carrero, y los otros, aunque muy pocos, con Benavides hácia Arauco. Algunos se presentaron á los patriotas y abrazaron su causa, contándose entre ellos Neira, don José Antonio Sepúlveda, Peña, etc. Como estos conservaban prestijio entre los realistas, el primero fué á Santa Juana á promover la desercion de los cazadores, que protejian unos cuantos soldados apostados en las inmediaciones, y los demas á los alrededores de Arauco, centro principal de todas las combinaciones de Benavides.

Este sistema de guerra, que consistia en favorecer la desercion de los realistas y ganar los jefes de las montoneras, no tardó en ser la política de Prieto, como lo era ya la del intendente Freire. Salvas algunas escepciones, el partido contrario se componia de chilenos, y era un deber de los oficiales superiores conservar la vida á sus desgraciados paisanos, á quienes una fidelidad mal entendida los comprometia á continuar defendiendo la bandera española. Con esta humanitaria intencion organizó Prieto dos pequeñas divisiones, y las envió á someter por medio de la persuasion los últimos restos de las montoneras. Una de ellas, fuerte de doscientos hombres, la puso al mando del capitan don Manuel Bulnes, que en la última refriega habia dado brillantes pruebas de valor y de pericia, y la otra, poco menos que insignificante, al de don Clemente Lantaño.

Este, á quien hemos visto caer en poder de los patriotas en Huaras y dedicarse desde entonces con celo á la

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