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DE CHILE.

CAPITULO XXXIII.

Estado de los ejércitos y de la provincia de Concepcion cuando O'Higgins fué elevado al poder militar.- Reformas que hace este jese. - Liberalidad del plenipotenciario Cienfuegos con los prisioneros de Carrera. Su vuelta á Talca.-Tendencias sediciosas de los partidarios de los Carreras y disposiciones del gobierno con este motivo.- Principio de federacion en la provincia de Concepcion y su fin.— O'Higgins es nombrado intendente de la provincia.Desea separar á los hermanos Carreras del teatro de la guerra. Sintomas de mala intelijencia entre O'Higgins y Carrera y principio de los dos partidos á que estos dieron nombre.

El teatro de la guerra fué constantemente, desde la invasion de Pareja, la provincia de Concepcion en grave daño del país y de sus habitantes. Estenuados de fatiga los patriotas por los temporales, las continuas marchas y la falta frecuente de víveres y caballos, no es de estrañar que la mayor parte de ellos olvidasen sus deberes y fácilmente se entregasen á la indisciplina, que es el síntoma mas significativo de la próxima ruina de un ejército. El de que tratamos se componia, como antes hemos visto, de elementos completamente heterojéneos : habia en él pocos veteranos y muchos milicianos, los cuales como soldados temporeros, no podian tener ni el entusiasmo, ni la resignacion, ni la disciplina de aquellos,

y de aquí la demoralizacion en las filas, la violacion de las leyes en administraciones que estaban exhaustas de recursos y el desórden en todo (1).

No era mucho mejor la disciplina de los realistas. Entre estos habia tambien muchos nacionales, que como de costumbre eran poco á propósito para la guerra. A pesar del entusiasmo que el clero y los frailes franciscanos procuraban inspirarles, no era grande el fervor que tenian por su causa, y en todos sus actos manifestaban una secreta tendencia á la desercion. Para remediar tan grave desórden y evitar en lo posible toda seduccion, Sanchez, luego que se levantó el estado de sitio, empleó parte de sus tropas en cortas espediciones militares, enviándolas por destacamentos contra el enemigo y consiguiendo de este modo que tuviesen una vida ajitada y aventurera, que es lo que da el ser á un ejército y forma el alma del soldado. De estas guerrillas se hicieron notables las de Lantaño, Elorriaga, Urréjola, Barañao, Paulo Asenjo, Castilla y otras por su audacia y su actividad en perseguir los convoyes de los patriotas y atacarlos hasta en sus atrincheramientos. Tal fué el oríjen de las numerosas escaramuzas, que á la larga despertaron en el corazon de ambos partidos una pasion violenta de odio y de animosidad, causa de todas las guerras de represalia que produjeron la ruina del país.

Lo mas sensible en semejante lucha era que la devas

(1) O'Higgins decia al gobierno en una comunicacion oficial : « Las tropas de estas divisiones se hallan desnudas, mal pagadas y con créditos pendientes á su favor, de que resulta á primera vista un aspecto poco satisfactorio. Viveres ningunos, caballos para entrar en la accion menos, etc. » En carta particular escrita á su amigo el vicario castrense don Casimiro Albano, se espresaba en estos términos: « V. conoce la situacion lamentable en que se encuentra nuestra fuerza armada, que no me atrevo á llamar ejército, porque nada veo en su material y moral que merezca este nombre. »

tacion de esta provincia desgraciada se consumaba alternativamente por dos ejércitos compuestos en su mayor parte de soldados que habian nacido en ella, que muchos habian estado unidos con los lazos de la amistad y algunos lo estaban con los vínculos del parentesco. Por parte de los realistas, preciso es confesarlo, el deseo de venganza no era ni tan profundo ni tan jeneral: habia en ellos mas reserva, mas moderacion, porque estando provistos de lo necesario, obraban solo contra el enemigo, nunca contra la propiedad, á menos que las circunstancias lo exijiesen les dominaba ademas una influencia esencialmente relijiosa y estaban mandados por oficiales entendidos y bien disciplinados. No sucedia lo mismo por parte de Carrera, á quien la junta gubernativa, sea por impotencia, por inercia ó quizá por cálculo, habia casi abandonado á sus propios recursos, obligándole de este modo á hacer continuos pedidos á los habitantes de la comarca, ya llenos de ansiedad y de desconfianza en el porvenir. Porque á pesar del cuidado que ponia en la eleccion de las personas encargadas de ejecutar sus órdenes, á pesar del rigor que desplegaba en ciertas ocasiones contra los autores de algunas exacciones, quiso la fatalidad que los mismos oficiales que merecieron su confianza abusaron de su posicion y contribuyeron con su sed de riquezas á agravar los males de la guerra, y á sumerjir la provincia en un estado tan deplorable, que tenia que pedir víveres á Valparaiso la que habia provisto antes á esta ciudad de grandes depósitos. Todo esto contribuyó poderosamente à enajenar las voluntades del país, á aumentar el número de los enemigos de la patria, y hasta á producir numerosas defecciones entre los que Rosas habia sometido por el ascendiente de su jenio y

que movidos de un sentimiento de verdadero patriotismo se habian unido al partido de la revolucion.

Tal era el estado de las cosas cuando O'Higgins tomó el mando del ejército. Su mision era escabrosa, difícil, pero no superior á sus fuerzas. Poseia en alto grado lo que es muy necesario en una revolucion, el sentimiento del propio deber; y reuniendo las dos cualidades que constituyen la fuerza de un soldado, es decir, el valor que emprende y la voluntad que persevera, no debia serle difícil ganar las simpatías de un ejército que tantas ocasiones habia tenido de apreciar su intrepidez y su sangre fria, y de desarrollar en él el espíritu de cuerpo, esta gran virtud guerrera que el desórden habia estinguido casi del todo. Natural y vecino de la provincia de Concepcion, donde era dueño de vastas propiedades, tenia tambien derecho á la estimacion de sus conciudadanos, porque estos estaban acostumbrados á vivir en su sociedad y á apreciar su carácter jeneroso y desinteresado, de que tenia dadas repetidas pruebas ya renunciando su sueldo, ya haciendo donativos de gruesas sumas de dinero, ya mermando considerablemente el numeroso ganado de sus haciendas para dar de comer á los soldados y para proporcionarles caballos.

Tan brillantes cualidades unidas á un ardiente patriotismo y á la firmeza de principios, no dejaban notar la falta de esperiencia que en mucho mayor grado que él poseia su antecesor, quien en cambio carecia de aquella bravura atrevida que en último resultado es la que distingue al verdadero jeneral, sobre todo en guerras de tan escasa importancia.

Como la junta le habia revestido de plenos poderes, lo primero que hizo fué dar nueva organizacion al ejér

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