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sos y difíciles. Afortunadamente no faltaron personas caritativas de Lima que hiciesen para ellas una cuestacion, cuyo producto de setecientos pesos lo empleó el comisionado de la misma don Pablo Hurtado en comprar zapatos, ropa para su uso, añil, chaquiras y otros objetos propios para escitar el deseo de los indios, que eran los que les suministraban algunos víveres. En este estado de miseria vivieron estas desgraciadas víctimas de las órdenes de Sanchez, cambiando de localidad con bastante frecuencia segun los caprichos de Benavides, ó segun el temor de que volviesen á Concepcion, ó que se las llevasen los patriotas de Rios. Ultimamente vivian al sur del rio Levu y sitio llamado Mansanal del Rosal; pero despues de la fuga de Benavides, Carrero las estableció en Pehuen, desde donde empezaron á corresponderse con Picarte, reclamándole su proteccion y pidiendole que favoreciese su regreso. Carrero mismo, á impulsos de su conciencia alarmada, habló en su favor á los caciques, haciéndoles comprender que puesto que no prestaban ninguna utilidad en aquellos contornos valia mas dejarlas ir á Arauco. Al fin Picarte consiguió apoderarse de ellas y quitarlas del medio de los Araucanos para llevarlas con todos los miramientos debidos á su edad y á su santa mision. Los habitantes de Concepcion salieron en tropel á la orilla del Biobio á recibirlas y acompañarlas á la ciudad, á la que llegaron en procesion y en medio del regocijo jeneral de la poblacion entera.

A poco tiempo se hizo otra buena conquista para la república, que fué la sumision de Carrero, el cual se pasó á los patriotas, arrastrando tras sí otras muchas personas, dispuestas como él á volver sus armas contra el partido que abandonaron. El cura Ferebu, á pesar

de los consejos y esfuerzos de Carrero, no podia olvidar la muerte violenta de su hermano, para pasarse al partido de los que llamaba sus asesinos. Persistió, como otros muchos adversarios, en hacer la guerra á su país, y conforme á los deseos del chilote Melchor Mansilla, se puso á la cabeza de los cortos restos de la division de la costa, con la firme resolucion de sostener hasta el último momento la causa de su rey.

Cuando el ejército caminaba á Arauco corrieron entre las tropas rumores de revolucion en la provincia de Valdivia, rumores cuya verosimilitud se negó, pero que fueron confirmados en Concepcion por un oficio del gobierno, reclamando al coronel Beauchef para que fuese á los malos resultados de aquella.

reparar

Beauchef, como hemos visto, habia sido el pacificador de la provincia de Valdivia, primero con su magnífica victoria del Toro y despues poniendo órden en los diversos ramos de la administracion, así civiles como militares. A él se debió ademas la sumision de los indios de las tribus de Maquegua, Boroa y sobre todo de Pitufquen, cuyo cacique Calfulevu tenia gran reputacion por la gordura y singular deformidad de su cuerpo, signo para ellos de sus relaciones con sus dioses, y verdadero ideal de su gran Machi. Tambien se apoderó del famoso misionero Barela, relijioso muy influyente entre los indios, así como en la gran montonera organizada por Palacio, tan perfectamente que por ella se comunicaban los ejércitos de Benavides y Quintanilla.

A pesar de tan importantes servicios que demostraban, no solo valor y talento militar sino mucho tacto, el gobierno le reemplazó con el teniente coronel Letelier, porque este pertenecia al cuerpo de injenieros y la impor

tancia de la plaza y sus fortificaciones exijian un oficial de su clase. Beauchef obedeció con cierto despecho á las órdenes del director, y aunque sus intereses le llamaban entonces á Santiago, para donde pudo encaminarse inmediatamente, cedió á las instancias de su succesor y se quedó algun tiempo para enterarle de todo lo relativo á sus deberes y organizar en los llanos algunas compañías de milicianos con que hacer frente á las amenazas de Quintanilla, de quien se sabia por una carta interceptada, que iba á invadir la provincia. El capitan Isla se habia aproximado ya á las haciendas de Osorno y quitado gran número de bueyes, que pudieron recobrarse, gracias a las dilijencias que se hicieron para perseguirle.

Desgraciadamente los buenos oficios de Beauchef para con Letelier no pudieron ponerle al abrigo de las justas recriminaciones que le dirijian tanto los habitantes como los militares á causa de su mal modo de proceder en todo, sujerido por el capricho de una mujer con quien vivia. Beauchef le hizo varias reflexiones y le contaba cuanto oia, pero viéndole cada vez mas sumiso á la voluntad imperiosa de aquella mujer, creyó que no debia insistir en sus observaciones, y se embarcó en un buque estranjero que le llevó á Valparaiso.

Luego que Letelier se quedó solo en Valdivia, no tardó en ser odiado por todos sus habitantes. Tanto como Beauchef era querido de las tropas, tanto era detestado el nuevo gobernador, y á tal punto subió el odio, que en un momento de terrible ira los sarjentos le asesinaron en una revolucion, así como á los oficiales que quisieron defenderle. Este crímen atroz, cometido en Osorno, era que Beauchef tenia encargo de averiguar y castigar. La empresa no se presentaba muy fácil, porque los sar

el

jentos autores de la revolucion se habian nombrado á sí mismos oficiales, y era de absoluta necesidad proceder con ellos mas política que militarmente. O'Higgins al echar mano de Beauchef supo muy bien lo que hizo. Habia tenido muchas ocasiones de apreciar su valor, sú lealtad y su bello carácter, por lo que era el ídolo de sus soldados. Las comunicaciones de Valdivia estaban contestes en que toda la guarnicion habia tomado parte en el motin, por lo cual era de suponer que sostendria como hecho consumado los cambios verificados. Felizmente el gobernador que los sublevados nombraron, don Jaime Guarda, perteneciente á las primeras familias del país, honrado si bien ambicioso de gloria, consiguió, á pesar de su carácter débil, conservar la tranquilidad de la provincia, prometiendo á todos los oficiales que se les conservarian sus grados; y para que los soldados no se sublevasen, cosa que querian hacer á cada momento, reunió una junta, la cual acordó levantar un empréstito de cuatro mil onzas en plata de chafalonía, con que se acuñaron pesos de una cuarta parte menos del valor legal, lo que desaprobó el gobierno. Con la promesa de Guarda, que este tuvo la candidez de creer, todo entró en órden. Las administraciones siguieron su marcha ordinaria, los soldados desempeñaron exactamente sus deberes, y cuando Beauchef llegó, los principales jefes del motin fueron á visitarle como lo hubieran hecho si fuesen oficiales nombrados legalmente. Beauchef procuró recibirlos de modo que no infundiese la menor sospecha sobre sus intenciones. Les hizo algunas reconvenciones por todo lo que habia pasado, pero añadiendo que esperaba lavarian esta sensible mancha con su buena conducta en Chiloe, adonde iba á llevarlos para conquistar este último rincon del

poder español. Contando con la grande influencia que ejercia en sus antiguos soldados, arrestó, antes de desembarcar, á dos de los principales jefes, Silva y Rubio, que estaban dispuestos á rebelarse contra él, y pocos dias despues de llegar á Valdivia hizo lo mismo con los demás. A los principales los sentenció el consejo de guerra á ser fusilados, y á los otros los envió á Valparaiso á disposicion del gobierno.

Con estas útiles medidas, la guarnicion de Valdivia quedó casi limpia de todos los oficiales asesinos, que fueron reemplazados por los que Beauchef llevó, los cuales bien pronto hicieron entrar en órden á algunos revoltosos, que aun se atrevian á levantar la cabeza. Con objeto de ocupar á los soldados, Beauchef proyectó una espedicion contra Palacio, jefe de la montonera que tenia en movimiento todas las tribus del norte de Valdivia, y el 15 de diciembre de 1822 se puso en marcha con quinientos infantes y cincuenta caballos. A medida que penetraba en la tierra de los indios, se le presentaban los caciques á hacer su sumision franca ó simulada. Hubo muchos encuentros de poca importancia, pero al llegar á Donguil le llevaron al famoso Caleufu, cacique de reputacion, ajente indispensable de los proyectos de Palacio, para quien fué grandísima pérdida. El mismo Palacio no tardó en ser víctima de su confianza en estos indios. En cuanto Beauchef se hizo dueño del Malal, de Boroa y de todo lo que allí habia, envió á buscar por un machi al cacique Melalican y le ofreció devolverle sus mujeres, hijos y propiedades si le entregaba á Palacio. Aceptada la proposicion, este jefe fué entregado quince dias despues á la justicia, que le condenó á muerte, juntamente con algunos de sus cómplices. Así acabó esta montonera,

VI. HISTORIA.

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