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don J. M. Boyle, y despues con el cura de Chanco don Baltasar Hernandez, acusado del mismo delito. A los dos y á otros muchos los hicieron ir á Concepcion, donde estuvieron bajo la vijilancia de la alta policía. A los pocos dias fué destituido el gobernador de Talcahuano don José de la Cruz por considerársele poco partidario del movimiento, y por haber dejado marchar á un marinero del buque Galvarino, que fiel al gobierno bloqueaba en aquel momento el puerto, para no dejar salir de la bahía ninguna embarcacion.

Pero lo que principalmente preocupaba á la asamblea era que las demas provincias entrasen en la liga, é hiciesen causa comun con ella. Amalgamando sus miras particulares con los intereses comunes, esperaba con razon aumentar su fuerza moral é imprimir mucha mas enerjía á sus actos con este objeto se dirijió á algunos amigos de la provincia de Coquimbo y á Beauchef, comandante de las tropas de Valdivia, y habiendo sido favorables las contestaciones de todos, se decidió á obrar, porque en aquel momento, de parlamentaria que era la revolucion habia tomado un carácter completamente activo. La provincia de Coquimbo, sobre todo, empezó á levantar compañías de milicianos para enviarlos á don José María Irarrazabal, nombrado por su elevada posicion y bizarría jefe del ejército de operaciones; escribieron á todas las subdelegaciones para reunir un congreso en la capital de la provincia; mantuvieron por tierra una correspondencia seguida con la asamblea de Concepcion, y enviaron muchos diputados á Mendoza para contrabalancear la influencia de Zañartu, á la sazon en esta ciudad y en vísperas de obtener un cuerpo de muchos miles de soldados para ir en socorro de O'Higgins, á quien Gu

VI. HISTORIA,

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tierrez creia hecho el blanco de una gran faccion realista.

Todo, pues, conspiraba contra O'Higgins: el espíritu de novedad ó la poco firme adhesion de los unos, la infidelidad y tambien la ingratitud de los otros; y sin embargo no era esto todo lo que la suerte le reservaba. La llegada del almirante Cochrane á Valparaiso le puso en el mayor conflicto, pues tuvo que saldar, en momentos en que estaba casi vacío el tesoro, los muchos atrasos de los marineros, tropas compuestas por lo jeneral de estranjeros mercenarios, dispuestas á todo para hacerse justicia. Lord Cochrane, que como su jefe estaba en la obligacion de protejerles, reclamó primero estos atrasos de una manera conveniente aunque un tanto apremiante, pero no tardó en exijirlos en tono altanero é imperioso, lo cual contribuyó algo á un motin militar en Valparaiso, que O'Higgins en persona fué á apaciguar, y que apaciguó en efecto, entregando una cantidad á buena cuenta. En medio de estas penosas ocupaciones sobrevino el terrible terremoto del 22 de noviembre, que destruyó la mayor parte de la ciudad y ocasionó un crecido número de muertos. El director escapó milagrosamente de este horroroso peligro, y la fuerte impresion que sufrió su alma le produjo padecimientos morales y físicos que le obligaron á volver á Santiago, donde le esperaban nuevas contrariedades. Porque entonces fué cuando supo la bien organizada insurreccion de Concepcion, habiendo sido su primer pensamiento enviar tropas á las orillas del Maule para defender enérjicamente su política y su autoridad. A los pocos dias supo tambien la llegada de San Martin á Valparaiso, cuya presencia, estando allí lord Cochrane, su terrible antagonista en Lima, podia tener graves inconvenientes, y aun dar márjen á serias recriminaciones por parte de los chilenos de la oposicion,

echándole en cara la parte que habia tomado en favor del Perú con perjuicio de Chile.

O'Higgins recibió á Cochrane á su regreso del Perú con todos los miramientos debidos á su rango, á sus bellas cualidades y á los importantes servicios que habia prestadoá Chile yá la independencia americana. Fuera de algunos altercados que tuvo con él con motivo de los atrasos de la escuadra y de haber usado medios ilegales para procurarse recursos con que pagar sus marineros, su buena amistad no se habia resfriado, y continuaba entre los dos la misma simpatía y la misma armonía que antes. Pero no fué lo mismo cuando Cochrane supo en su hacienda de Quintero la honorífica recepcion que el director hizo á su adversario, á quien miraba muy culpable contra Chile: desde aquel momento se declaró enemigo suyo, y pidió diferentes veces su separacion de la marina, que le fué concedida al fin.

Esto le aumentó su irritacion contra O'Higgins y le indujo á trabajar sordamente en favor de la insurreccion; por lo menos no cabe duda que un inglés llamado don Ricardo Casey, capitan de corbeta enviado á Coquimbo con proclamas y despachos de la asamblea de Concepcion, tuvo con él largas conferencias á su paso por Valparaiso, lo que motivó una correspondencia muy seguida con el jeneral Freire; pero no pasó de aquí, porque el 22 de enero partió para el Brasil, adonde le llamó el emperador para utilizar su denuedo y su gran capacidad, confiándole el mando de su escuadra (1). Casi al mismo tiempo se alejó San Martin de Chile para retirarse á la república de Buenos-Aires, de donde pasó muy luego á Europa. Antes de despedirse de O'Higgins le

(1) La independencia chilena debe mucho à la bizarría de lord Cochrane y al acierto que tuvo en destruir la marina española. Pero justo es decir tambien

instó mucho, aunque sin fruto, para que separase á Rodriguez del ministerio, lo que probablemente hubiera calmado los ánimos. Cuando lo hizo mas adelante fué á instancias de los amigos del mismo Rodriguez, pero desgraciadamente tan tarde que su caida no ejerció la menor influencia en los sucesos que sobrevinieron despues.

La dimision tuvo en efecto lugar el 7 de enero, cuando la revolucion, por un concurso de estrañas disposiciones, habia hecho rapidísimos y muy considerables progresos. Por todas partes manifestaciones, algunas de ellas armadas, sostenian los principios de la insurreccion y preparaban nuevas conquistas á la asamblea del sur. Su propaganda se estendia á las demas provincias, y con sus intrigas las tropas con que contaba O'Higgins empezaban á sublevarse contra él, inclusas algunas de las que estaban en las orillas del Maule. Lo mismo sucedió con las enviadas contra don Miguel de Irarrazabal, quien marchaba á la cabeza de sus milicianos y de los que le envió la asamblea de Coquimbo. Antes de llegar al cerro de las Vacas se le pasaron, en momentos en que lo temia todo de la inesperiencia de sus soldados y de la poca fijeza de sus opiniones.

Reforzada la pequeña division con estos cazadores, menos los oficiales que se les detuvo como prisioneros, continuó la marcha atravesando las subdelegaciones que muchas veces salieron á su encuentro y aumentaron con algunos nuevos reclutas. Al llegar Irarrazabal á San Felipe se hallaba en disposicion de ir á tomar parte en el movimiento que fermentaba en Santiago y realizar sus

que el mismo resultado se hubiera obtenido con mucho menos gasto si la llegada de este célebre marino no hubiese detenido la espedicion que el contra-almirante Blanco preparaba contra la escuadra peruana, que hubiera encontrado dispersada por toda la costa en puertos secundarios en Arica, etc., y en estado de no poder luchar contra él.

esperanzas por medio de un golpe de mano, de que era muy capaz; sin embargo prefirió detenerse en aquella ciudad, y esperar la decision del cabildo de Santiago para seguir una marcha que, con los sucesos del 28 de enero de 1823, llegó á ser completamente inútil.

En este dia se decidieron á obrar los principales jefes de la oposicion, temerosos de que la insurreccion se desviase del carril por donde se la queria llevar. Supieron que Freire habia tomado una parte muy activa en el movimiento, y sospechando en él miras ambiciosas, quisieron evitar la intervencion militar de un jeneral que, contra los intereses de la democracia, querria convertir la revolucion en su provecho. Por eso adelantaron el movimiento y promovieron la ajitacion del pueblo, esta máquina que está siempre á disposicion de los audaces (1). En un conciliábulo celebrado la noche antes en casa del intendente, se tomaron las medidas necesarias, y se acordó el plan de ataque, y por la mañana aparecieron las murallas de la ciudad llenas de pasquines, llamando á los ciudadanos á un cabildo abierto para salir del estado de ajitacion en que se encontraba la sociedad. La reunion fué tan imponente por su número, como por las personas que la componian. Veíanse en ella hombres de todas opiniones, carreristas, ultra-liberales y hasta o'higginistas, á quienes inquietaba el estado del país y el temor de una guerra civil. Los jefes de las tropas de guarnicion en Santiago entraron tambien en el complot; por lo menos prometieron dar órden á los soldados de no hacer armas contra el pueblo, habiendo ofrecido obedecer todos los

(1) O'Higgins reunió pocos dias antes en su palacio muchas personas notables de la ciudad con objeto de terminar pacíficamente todas estas disidencias, y es probable que lo hubiera logrado si el temor de ver llegar á Freire á la cabeza de sus tropas no hubiese movido á los jefes de la oposicion á nombrar una junta, Conversacion con O'Higgins.

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