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jia tambien sobre Santiago para conferenciar con el director sobre las necesidades del ejército, tanto mas apremiantes, cuanto que acababa de recibirse la triste noticia de la pérdida de Concepcion y de Talcahuano, que habian caido en poder de los realistas.

Estas dos ciudades, únicos puntos de la provincia de Concepcion que estaban en poder del gobierno, fueron con efecto tomadas á mediados del mes de abril. El intendente militar don Matias de la Fuente fué el encargado por Sanchez de hacer esta conquista. A la cabeza de trescientos hombres de la guarnicion de Chillan, de las partidas de los Angeles á las órdenes de Pando, de las de San Pedro y Arauco mandadas por Quintanilla, y de las milicias de la Laja, Tucapel, Rere, etc., mil hombres en todo sobre poco mas o menos, se presentó el 11 de abril delante de Concepcion, guarnecida por unos doscientos hombres y esos en mal estado de salud y muy fatigados de resultas de lo que les molestaban las guerril las de Quintanilla, etc., y los barcos que cruzaban delante de la bahía de Talcahuano. El teniente de granaderos don Juan Manuel Correa salió de observacion con veinte fusileros montados, encontró las primeras avanzadas en Palomares, y despues de una refriega en que cinco soldados suyos se pasaron al enemigo, se vió precisado á replegarse sobre Agua negra, donde estaba don Diego Benavente con cuarenta fusileros y una pieza volante de artillería; en el mismo momento se dejó ver todo el grueso del ejército que avanzaba con objeto de reunirse á las tropas de San Pedro y de Rere acabadas de llegar, y juntas ocuparon todas las alturas de Concepcion, adonde habian ido á refujiarse Benavente y Correa. Aunque la ciudad no estaba fortificada, el puñado de valientes que

la defendia resistió por espacio de muchos dias los repetidos ataques de los realistas, los desalojó de las calles de que se habian apoderado, y hasta tuvo arrojo bastante, á pesar de la inferioridad del número, para hacer algunas salidas, en las que desgraciadamente no estuvo la ventaja de su parte, y en una de los cuales murió el valiente comandante don Juan Manuel Vidaurre. Precisados al fin á concentrarse en la plaza que fortificaron con algunos cañones, estaban decididos á defenderse con el denuedo que les inspiraba su mala posicion, cuando vieron que el enemigo se situaba en los techos de las casas que dominaban la misma plaza. Entonces ya no les quedó mas recurso que rendirse, pero lo hicieron con todos los honores de la guerra, habiendo estipulado que saldrian con tambor á la cabeza. Tal fué al menos la cláusula espresa de su capitulacion; y sin embargo apenas se rindieron, la ciega pasion de los partidos se sobrepuso á la majestad del honor y de la justicia, y los nobles defensores de la patria fueron encerrados en unas especies de prisiones sumamente sucias é incómodas en que se vieron faltos de todo y dominados por el triste presentimiento de que los enviarian á las casamatas de Lima.

Dado este afortunado golpe de mano, don Matías de la Fuente, hombre emprendedor y no falto de talento, proyectó apoderarse de Santiago, elijiendo el pequeño puerto de San Antonio para punto de desembarco. Al efecto suplicó al auditor de guerra don José Antonio Rodriguez apoyase esta espedicion, pidiendo á Gainza un refuerzo de doscientos hombres, con lo cual y con que se continuase hostilizando á O'Higgins de manera que no saliese del sur, creia no necesitar mas para llevar á cabo su plan. Rodriguez escribió con efecto á Gainza, pero en

vez de hablarle en favor de esta espedicion, lo hizo des. aprobándola y aconsejándole por el contrario que enviase la fragata inglesa á llevar víveres á Chiloe, con órden de conducir á la vuelta los cuatrocientos hombres disciplinados allí existentes, porque lo de Santiago, decia, es cosa hecha para la primavera (1). »

(1) Segun el proceso de Gainza en Santiago, el mismo Rodriguez le hacia un cargo de no haber seguido las indicaciones de don Matías de la Fuente respecto de esta espedicion; pero de una carta presentada por aquel brigadier resulta efectivamente la oposicion de Rodriguez.

CAPITULO XXXVII.

Preparativos de la junta para separar del ejército á los hermanos Carrera. Revolucion del 7 de marzo y concentracion del poder en una sola persona. El coronel don Francisco de la Lastra, gobernador de Valparaiso, es nombrado director supremo de la república. Don Antonio José de Irisarri desempeña interinamente esta alta dignidad, y manifiesta en sus actos la mayor enerjía, sobre todo contra los españoles no naturalizados en Chile. Recepcion de Lastra y formacion de un ministerio y de un senado consultivo. · Recompensas concedidas á los antiguos miembros de la junta.

Hemos visto que la junta gubernativa abandonó por el mes de octubre á Santiago para dirijirse á Talca y hacer de esta ciudad el centro principal de sus operaciones. Su objeto ostensible era aproximarse al teatro de la guerra para combinar nuevos planes de ataque contra Chillan y someter cuanto antes la provincia de Concepcion, cuyos habitantes, de resultas de escesos cometidos en su daño, se habian separado del partido de los patriotas y unídose al de los realistas. Penetrada de todo lo que tuvo de enérjico la revolucion francesa, quiso imitar á los antiguos representantes ó comisarios de ejército, y á su ejemplo colocarse en medio del campamento para animar á los soldados con su patriotismo, vijilarlos mas de cerca y poner remedio, en lo posible, á los desórdenes, consecuencia inevitable de tantas circunstancias imprevistas. Así es que Cienfuegos se dirijió hácia Concepcion, donde se hallaba el cuartel jeneral, y don Miguel Infante hácia el ejército ausiliar en los momentos en que se habia dado el mando de este al coronel Mackenna. Pero el principal objeto de estas visitas, hay que confesarlo, era captarse la voluntad

del ejército para que fuese indiferente á la medida de rigor, ya acordada, de separarlo de los hermanos Carrera, y ponerlo á las órdenes de otros comandantes. Tal era en efecto todo el pensamiento, puede decirse, de la junta, que recelaba mucho del prestijio de aquellos jefes, persuadida, como lo estaba, de que acabarian por abusar de él como elemento de fuerza para arribar al despotismo militar, cada vez mas codiciado por don Miguel Carrera.

Sin duda era de temer que el decreto mandando á los hermanos Carrera de abandonar un ejército que habian creado, y en medio del cual habian vivido desde su formacion, suscitase debates acalorados, reviviese las enemistades desgraciadamente muy comunes en momentos de rejeneracion social en que tantos intereses se ponen en juego, y produjese en fin un conflicto peligroso por las resistencias combinadas que podian encontrarse en los diferentes batallones y entre los oficiales completamente unidos á aquellos jefes por conviccion ó por reconocimiento. Pero en su hábil prevision, acertó la junta á preparar los ánimos, aunque valiéndose á veces de medios que no todos pueden aprobarse, tales como favorecer en lo posible á los enemigos particulares de Carrera, anular la sentencia dada contra los que en 1811, 12 y 13 conspiraron contra ellos, y con el objeto de atraerse el partido del clero, influyente siempre, mandaron devolver inmediatamente á los relijiosos de la recoleccion de predicadores el convento de la Chimba, de que á principios de 1812 se les desposeyó para destinarlo á cuartel de artillería. Esto y los artículos que se publicaron en los dos únicos periódicos que existian entonces y que dependian absolutamente del gobierno,

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