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lucion francesa, temerosos sin embargo de pasar por filósofos, tenian cuidado de defenderse de esto en sus escritos, y hasta inuchas veces reclamaban de buena fe el apoyo de los relijiosos, principalmente en todo lo que tenia relacion con la enseñanza pública, servicio que desempeñaban admirablemente, pues á mas de una instruccion, que no era comun en el país, ejercian mayor influencia para hacer penetrar en el espíritu de sus jóvenes educandos el principio moral, en que consiste la felicidad de una nacion.

Mas á pesar de su buena voluntad para introducir en los diversos ramos de la administracion las mejoras que su patriotismo les inspiraba, el estado del país y la presencia de un enemigo bastante poderoso que ganaba cada dia mas terreno, exijian del gobierno medidas muy vigorosas, razon por la cual se creyó conveniente concentrar todos los poderes en una sola persona, escojiendo un militar acostumbrado á la disciplina y á los peligros y siempre mucho mas respetado por el ejército, verdadero defensor de una libertad naciente. Bajo este punto de vista, es necesario decirlo, la nueva política que acababa de prevalecer en Buenos-Aires comunicó toda su influencia á la de Chile (1). Un mes hacia solamente que aquella república, intimidada por algunos reveses, habia creado un supremo director, que fué el ciudadano

(1) No puede negarse que Buenos-Aires influjó mucho activa y moralmente en los asuntos de Chile. Abundando en hombres de gran talento que estaban á la cabeza de la revolucion, era imposible que dejasen de influir con su ejemplo en Chile, con tanta mas facilidad, cuanto que en este pais habia un número muy crecido de arjentinos, los cuales unos vivian como simples particulares, y otros desempeñaban empleos muy elevados, como el de comandante jeneral de las armas que veremos muy luego en manos de don Santiago Carrera, el de tesorero de la misma ciudad ocupado por don Hipólito Villegas, el de jefe de estado mayor que desempeñaba Balcarce, etc., etc.

don Gervasio Antonio de Posadas, cuando los habitantes de Santiago se apresuraron á imitar este nuevo sistema de gobierno, para dar mas poderá su nuevo jefe, y colocarle en situacion de que pudiese sacarlos de la mala posicion en que el país se hallaba. Porque independientemente de los progresos de la invasion, los adictos de los Carrera se presentaban siempre como partido muy activo de oposicion; y aunque solo se daban á conocer por actos misteriosos y confusos, prueba evidente de su debilidad, no por eso eran menos temibles, porque podian unir su resistencia á la de los demas descontentos, y quizá asociarse un buen número de españoles, que se sabia estaban siempre prontos á lanzarse á todo movimiento que pudiera comprometer la tranquilidad del país. Desgraciadamente no era Lastra el hombre que las circunstancias reclamaban, porque era débil, indeciso, y lo que iba á representar era el principio de enerjía. Su influencia personal valia ademas poco; no tenia mas antecedentes que su mucha probidad, y como apenas habia figurado en los partidos políticos, su papel habia sido el de un hombre conciliador, mas bien que el de un hombre de accion. Sus amigos, que le elevaron á esta alta dignidad, no hubieran previsto todas las dificultades que indudablemente se le iban á suscitar, si don Antonio José de Irisarri, que contribuyó mucho á su nombramiento, quizá con la intencion de hacer un director solo en el nombre, no hubiese estado allí para tomar una gran parte en su administracion, con mucha satisfaccion de los verdaderos patriotas, que conocian sus talentos, y sobre todo su carácter firme y enérjico. Este noble estranjero (1) poseia en efecto todas las cualidades que en aquel momento (1) Don Antonio José Irisarri era natural de Guatemala.

VI. HISTORIA.

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necesitaba el país. Lleno de conviccion y de entusiasmo por las ideas republicanas, persuadido de que la revolucion no llegaria á sus últimas consecuencias sino poniendo en juego todos los recursos de la actividad y de la enerjía, no temia tomar bajo su sola responsabilidad las medidas mas severas para conseguir este objeto; así en los pocos dias que gobernó interinamente el país, fijó principalmente su atencion en los españoles no naturalizados en Chile y los colocó en la impotencia de hacer daño á la revolucion. Principió por separar de todas las administraciones á los que habia empleados en ellas y por alejar de la capital á algunos y confinarlos en las ciudades del norte respecto de los que quedaban en Santiago, procuró aislarlos en cuanto pudo, prohibiéndoles toda reunion de mas de dos personas, les obligó á retirarse á sus casas antes de las nueve de la noche, y les mandó entregar sin dilacion al comandante de la ciudad todas las armas y caballos que tuviesen, bajo pena de fuertes multas, inclusa la pérdida total de bienes, y de ser espulsados del país. Para mejor asegurar el cumplimiento de sus disposiciones, prometió la libertad á todo esclavo y doscientos pesos á todo criado libre, que probase haber contravenido á ellas su señor ó

amo.

Con estos actos de rigor allanó Irisarri una porcion de dificultades al que iba á tomar muy pronto las riendas del estado, y consiguió intimidar no solo á los españoles, sino á todos los demas enemigos que por la ambicion de unos y por las tendencias turbulentas de otros, iban necesariamente á brotar contra la nueva administracion. Para mejor vijilar á estos últimos, publicó asimismo un bando mandando que los vecinos tuviesen alumbra

das las fachadas de sus casas durante la noche, y hasta prohibió á todos los habitantes salir de la ciudad, ni aun para ir á sus chacras, sin permiso espreso del gobierno. Suspendiendo de esta manera la libertad del movimiento faltaba al principio de la revolucion, pero esto era necesario para la tranquilidad de la capital, en momentos sobre todo en que se habia apoderado un terror pánico de sus habitantes, hasta el punto que muchos se marcharon como si el enemigo estuviese á las puertas, á pesar de las seguridades que daba el gobierno, y de los bandos que mas adelante se publicaron, amenazando con los mas severos castigos á todo el que tuviese la audacia y la mala intencion de esparcir rumores falsos sobre desorganizacion del ejército, refuerzos llegados á los realistas, y tantas otras falsedades, que el miedo acojia y la imajinacion exajeraba.

Despues de haber dado fuerza á todo lo que era del dominio de la policía gubernamental y municipal, Irisarri se ocupó del ejército, que por su estado precario merecia llamar igualmente toda su atencion. Su primer cuidado fué poner un freno á la inclinacion que tenian los soldados á desertar de sus rejimientos, y al efecto publicó un bando, mandando que todo desertor volviese á sus banderas ó se presentase al comandante de su canton, y amenazando con pena de muerte al que pasados quince dias no hubiese obedecido; en seguida empezó á reunir un buen número de soldados para enviarlos, al mando del comandante don Manuel Blanco, á reconquistar la ciudad de Talca, de que acababan de apoderarse los realistas. Este cuerpo de ejército, que tan desgraciado hemos visto en Cancharayada no tanto por cobardía como por indisciplina, se componia, casi en su tota

lidad, de mulatos, y se le conocia con el nombre de Infantes. A pesar del progreso de las ideas, la revolucion no los habia igualado todavía á los demas soldados, pero en esta época se procuró realzarlos un poco, concediendo á sus oficiales el tratamiento de don, tratamiento que gozaba el último artesano español establecido en Chile, por el solo mérito de haber nacido en España.

Tal fué la activa y enérjica conducta de Irisarri á su entrada en el poder, conducta que demostraba que si este digno patriota habia contribuido poderosamente á derribar la antigua Junta, su talento variado era capaz de cumplir los deberes que tácitamente se habia impuesto, y comunicar al país el aliento que necesitaba para asegurar la vida y el porvenir de la revolucion. Desgraciadamente su poder duró solo cinco dias. El 10 de marzo entregó Lastra el gobierno de Valparaiso á don Francisco Forma y salió para Santiago con trescientos infantes y catorce cañones. Su llegada se verificó el 11 por la tarde, pero la recepcion como director supremo fué el 14 en presencia de una junta plena de corporaciones, nombrada para presidir á la instalacion del nuevo jefe y al juramento de costumbre que este debia prestar. Terminada la ceremonia, se ocupó de nombrar un ministerio, ó secretarios de Estado, y la Junta propuso tres personas de incontestable virtud, que el director se apresuró á elejir. Estas tres personas fueron el licenciado don José María Villareal, encargado del departamento del interior ó del gobierno, el sarjento mayor de la plaza don Andrés Nicolas de Orgera, del de la guerra, y don Juan José Chavarria, del de hacienda. Ademas de estos nombramientos, el director hizo ver la necesidad de que hubiera un intendente de provincia que le reemplazara in

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