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terinamente en casos de ausencia, enfermedad ó muerte, y que independientemente de sus atribuciones como jefe de la provincia, tuviese bajo su dependencia todos los asuntos contenciosos en cualquiera de los ramos de justicia, hacienda y guerra. Esta dignidad, una de las mas elevadas del estado, se confirió, á propuesta del director, á don José Antonio de Irisarri, dándole un asesor que desempeñase al mismo tiempo las funciones de auditor de guerra, lo cual no solo aprobaron las personas presentes, sino que mereció el asentimiento de la opinion pública, llena de solicitud por un hombre que tan buenas pruebas habia dado de capacidad (1). En la misma sesion se nombró un individuo de cada una de las corporaciones principales para redactar un reglamento provisional sobre los límites del nuevo poder. Este reglamento, que quedó terminado el 15 de marzo y se publicó el 18 en el Monitor araucano, daba al director las mas amplias facultades, puesto que todo entraba en sus atribuciones, salvo los tratados de paz y de guerra y el establecimiento de nuevas contribuciones públicas y jenerales. Su dignidad era la de capitan jeneral, y sus insignias una banda de color encarnado con flecura de oro. Aunque su duracion se fijaba en diez y ocho meses, podria ser reelejido ó reemplazado, por decision del senado unido á la municipalidad. Esta última corporacion habia recobrado desde la caida de los Carreras una parte de su antigua influencia, y quiso esta vez tener participacion con su voto en un acto de tan alta importancia.

Hechos estos nombramientos y dado el reglamento,

(1) El sueldo que en aquellas circunstancias disfrutaron estos altos funcionarios fué 4000 pesos el director, 2000 el intendente y 1500 cada ministro ó secretario de Estado.

todo lo cual constituia en cierto modo la totalidad del poder ejecutivo, debiera haberse pensado en un cuerpo deliberante que se ocupara de los negocios en jeneral, y se dedicase á hacer desaparecer las inmensas lagunas que existian en todos los ramos de la administracion. Fatigados los hombres sensatos del estado de incertidumbre en que se hallaban, lo deseaban así con ansia; pero el país estaba de tal manera ajitado y la provincia de Concepcion en tal imposibilidad de nombrar sus mandatarios, que la junta anterior se vió en la necesidad de despedir hasta época mas favorable á los diputados que estaban en Santiago. Así se esplica el estado de abandono en que se encontraban los diferentes ramos de la administracion, entregados á sus propios recursos y casi sin intervencion; por lo cual se nombró provisionalmente, siguiendo el ejemplo de Buenos-Aires, un senado consultivo, compuesto de siete personas elejidas por el director, entre veinte y una que le propuso la junta de corporaciones. Estos senadores, cuyo título era puramente honorífico, fueron nombrados por dos años para ser renovados por mitad, debiendo salir los mas antiguos (1). En aquellos momentos de guerra, en que la ajitacion era un obstáculo para todo movimiento regular, no podian funcionar los resortes de su ministerio con la facilidad é independencia que hubieran querido, ademas, que la cámara de que formaban parte tenia solo voto consultivo, circunstancia que les privaba casi absolutamente de la iniciativa; pero como sus miembros eran personajes muy respetables, de los primeros talentos y buenos pa

(1) Estos senadores fueron el chantre de la catedral de Santiago don José Antonio de Errazuris, presidente, don José Ignacio Cienfuegos, don Camilo Henriquez, don Miguel Infante, don Manuel Salas, don Francisco Ramon Vicuña y don Gabriel Tocornal, encargado de las funciones de secretario.

triotas, Lastra recurrió muchas veces á sus luces y á sus consejos, aun cuando Irisarri era en cierto modo su guia natural y el alma de su administracion (1).

Despues de deponer en manos de su lejítimo poseedor el título interino de jefe supremo de la república, Irisarri no quiso en efecto abdicar completamente el papel que se habia impuesto de rejuvenecer el entusiasmo de los patriotas por medio de la enerjía y de la fuerza. Prevalido de su título de intendente de la provincia y de comandante de la guardia cívica que este cuerpo le dió, ejerció su accion sobre lo civil y sobre un gran número de militares, y especialmente contra todo individuo capaz de suscitar el menor embarazo en los negocios del estado; así es que siguió tomando medidas muy rigorosas contra todo miliciano que contravenia al reglamento, secuestró los bienes de algunos chilenos de elevada categoría, convictos de haber obrado contra la revolucion, y por otra parte contribuyó á que se recompensase dignamente el desprendimiento de los miembros de la antigua junta que no habian querido recibir sueldo, dándoles destinos, que aceptaron como premio de su adhesion al nuevo sistema y de su ninguna ambicion por conservar las altas dignidades, de que habian sido separados. Ademas de senador, fué nombrado Cienfuegos

(1) Este senado tenia muy buenas intenciones y era muy capaz, por la esperiencia de sus individuos, de hacer cosas útiles al país; pero los sucesos del 23 de julio vinieron á derribarle en los momentos en que iba a poner en ejecucion el proyecto ya discutido y aprobado para atender à las necesidades del tesoro. Consistia este proyecto en amonedar la plata de los particulares sin exijirles ningun derecho, para aumentar el numerario; en echar mano de los capitales de las temporalidades, esceptuando las aplicadas á los establecimientos piadosos y públicos, en disminuir el número de empleados civiles y militares inútiles, y en suspender la dotacion de los curas, percibiendo estos provisionalmente los antiguos derechos.

canónigo de la catedral de Santiago, en reemplazo de don Vicente Larrain que habia muerto, y don Miguel Infante administrador jeneral de tabacos: al teniente coronel don Joaquin de Echeverria, que estuvo á la cabeza del gobierno mientras la junta permaneció en Talca, se le confirió la intendencia jeneral del ejército, destinado á partir á las órdenes de don Manuel Blanco; siendo muy estraño que entre todos estos nombramientos no se vea por ninguna parte el nombre de Eyzaguirre, lo cual debe esplicarse con que se habria retirado por gusto ó por necesitar el reposo de la vida privada, ó quizá para dedicarse á especulaciones mercantiles, porque es imposible que á un hombre que habia llenado tan honrosamente su penoso y difícil deber, se le tratase con ingratitud, ni aun con indiferencia, por el nuevo gobierno.

CAPITULO XXXVIII.

Tratado de Lircay entre el gobierno y el comandante del ejército realista, el brigadier don Gavino Gainza.

Si la confianza que tenia Irisarri en su enerjía y en sus proyectos hubiera penetrado en las diferentes clases de la sociedad, probablemente la revolucion con esta fuerza moral hubiera adquirido superioridad y manifestádose bien pronto vigorosa y emprendedora. Gracias á los donativos solícitos y jenerosos de los patriotas, donativos que continuaban con bastante regularidad no obstante el malestar que á todos aquejaba, las tropas estaban algo mejor pagadas, mejor mantenidas y sobre todo provistas de gran número de caballos, que la liberalidad nacional les habia suministrado. Lastra, por su parte, sin aparentar que le dominase la voluntad atrevida de Irisarri, procuraba segundar sus miras y sus resoluciones; y el buen acuerdo de ambos ofrecia al país un porvenir de gloria, cuando un suceso inesperado vino á desviarles de su verdadero camino, y á arrojarlos á un carril que retrasó muchos años la independencia del pais.

En el puerto de Valparaiso habia dos buques de guerra, uno ingles, la Phoebe, y otro de los Estados Unidos, el Essec. Como estaban en guerra estos dos paises se desafiaron los comodoros, y no tardaron en dirijirse al centro de la gran bahía, sitio elejido por campo de batalla. Gracias á los largos cañones de la Phoebe, cuyos disparos alcanzaban á mucha mayor distancia, el Essec quedó muy

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