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luego fuera de combate, y su comandante tuvo que rendirse al comodoro ingles James Hillyar, quien poco despues se alejó de las costas de Chile dirijiéndose al Perú (1). Como su principal objeto se reducia á protejer el comercio de su nacion con América, lo cual era una consecuencia de la alianza inglesa y española, se presentó á su llegada al Callao al virey Abascal, para inclinarle á poner término á las calamidades de la guerra, y tomar medidas con el gobierno de Chile; proposicion que aceptó con gusto el virey, quizá porque temia encontrar dificultades para pacificar esta república sobre todo en los momentos en que mas llamaba su atencion el alto Perú, muy agitado por los montoneros de Arenales, Cárdenas, Umaña, etc. Para mas facilitar la realizacion del proyecto, suplicó al comodoro se encargase él mismo de llevar las bases de la paz (2), y aceptada esta mision por Hillyar, mandó este al punto aparejar para dirijirse á Chile. A mediados de abril llegó á Valparaiso, que no hizo mas que atravesar, y siguió inmediatamente á Santiago, donde fué recibido con todas las consideracionas debidas á un mensajero de paz. Lastra, en cuya casa se presentó al dia siguiente, aceptó con entusiasmo el pensamiento de Abascal, y convocó en seguida el senado para discutir ante esta respetable asamblea, las bases sobre que habia de descansar la negociacion. Ya fuese efecto del cansancio de la guerra, ó mas bien de la viva impresion que les habia hecho el pánico jeneral de los ha

(1) La mayor parte de los marinos que componian la tripulacion del Essec se alistaron en la compañía de artillería de Valparaiso.

(2) El virey en su carta á Gainza afecta creer que su posicion era ventajosa, lo cual, dice, le permitia mostrarse jeneroso, pero probablemente su conviccion entraba en la clase de esas convicciones simuladas, que hace valer un jefe hábil para reducir á los hombres á su deber.

bitantes de Santiago á consecuencia de la toma de Talca, y de los progresos en la península de los ejércitos españoles apoyados por la Inglaterra contra la Francia, todos los miembros de aquella asamblea se manifestaron tan dispuestos como Lastra á acojer las proposiciones del virey; pero no sucedió lo mismo cuando se supieron las condiciones, que eran volver á lo pasado, borrando completamente todas las ventajas políticas obtenidas desde el principio de la revolucion, salvo lo que estuviese conforme con las ideas de la constitucion española de 1812. Entonces, todos por unanimidad rechazaron las proposiciones, alegando con razon que estaban en posicion de sostener la lucha y de dar leyes, mas bien que de recibirlas. Hillyar, sin perder la esperanza de un arreglo, les hizo comprender que por sus instrucciones particulares estaba facultado para correjir y modificar las proposiciones, lo que hizo en efecto en términos que el senado adoptó sin dificultad, á pesar de que algunos artículos eran poco honrosos para Chile, pues que sin ser precisamente gobernados por España habia que volver á los tiempos pasados, estinguir el fuego patriótico que una lucha encarnizada habia encendido en el corazon de muchos indiferentes, y lo que era peor para tantas personas adheridas por conviccion al espíritu revolucionario, tomar otra vez las insignias españolas, renegando así del principio de independencia chilena.

Chile no conocia aun en aquella época de inesperiencia todos los resortes secretos y mañosos que pone en juego la diplomacia en las grandes cuestiones internacionales. Era la primera vez que se sometia un tratado á un cuerpo político, y no era fácil hallar hombres bastante hábiles para desempeñar tan alta y delicada mision. Con todo, se tomó por base la firmeza, el buen sentido y la con

viccion que da una causa justa, y bajo este punto de vista nadie ofrecia mayores garantias que don Bernardo O'Higgins y don Juan Mackenna, hombres ambos de convicciones, conocedores de la posicion y de las necesidades de los dos ejércitos y semi-ingleses ademas de orijen, lo cual podia ser de grande influencia en las decisiones que tomase el comodoro Hillyar. Decidida esta eleccion, se resolvió agregar en calidad de asesor á don Juan Zudañes, abogado hábil é instruido, y muy capaz, por la clase de sus estudios, de comprender bien este género de tratados y de redactarlos sin ambigüedades.

Hechos estos nombramientos, Hillyar se trasladó al campamento de los patriotas, desde donde dirijió un oficio á Gainza, en el que, con inclusion de los que tenia del virrey, le informaba de su comision y de lo que debia hacer para llegar á un resultado justo y honroso, recomendándole sobre todo la mayor prudencia y que se conformase exactamente con los artículos que le indicaba. Cuatro dias despues, es decir, el 27 de abril, creyó conveniente Hillyar pasar al campamento de los realistas para discutir las bases del tratado, que Gainza leyó con atencion y que dijo no le era posible admitir porque muchos de sus artículos eran contrarios á sus instrucciones: sin embargo aceptó una entrevista con los plenipotenciarios, dilatándola hasta el 3 de mayo con objeto de dar tiempo á que llegase el auditor de guerra don José Antonio Rodriguez, que estaba en Chillan instruyendo la causa de los prisioneros hechos en Concepcion, y con quien queria consultar. Aunque Rodriguez no sabia para qué se le llamaba, apresuró de tal manera su viaje que el 2 estaba en Talca, y se quedó admirado cuando al llegar supo lo que habia, y mucho mas aun de que ya se hu

biese verificado una gran entrevista entre los plenipotenciarios en un rancho construido espresamente á orillas del rio Lircay á dos leguas de los campamentos de los dos ejércitos. Sin manifestar su sorpresa pidió para enterarse las instrucciones del virey, los poderes de Hillyar y las bases del tratado propuestas por el gobierno chileno, que no le parecieron aceptables: por lo demas persuadido de que el gobierno pedia mucho para obtener algo, se decidió que se reunirian el dia siguiente 3 para discutir juntos los artículos del tratado, y llegar por un medio honroso al fin que se proponia el virey, que era poner término á la guerra, y que el país volviese á la dependencia del rey de España, mediante algunas concesiones. Al dia siguiente estos oficiales, transformados en plenipotenciarios, se trasladaron á las orillas del rio Lircay, sitio elejido por punto de reunion, acompañado cada partido de veinticinco hombres, los patriotas mandados por el teniente Freire y los realistas por Calvo. Rodriguez, que permaneció solo en el rancho, tuvo que sostener casi todo el dia una fuerte discusion con Mackenna y Zudoñes, mientras que O'Higgins y Gainza hablaban en un sitio separado de la causa que ensangrentaba en aquel momento el suelo de las dos Américas, dignas, por confesion del mismo Gainza, de mejor suerte. El espíritu liberal que reveló en esta conversacion hasta cierto punto privada, dejó tan admirado á O'Higgins que por el pronto dudó de la franqueza de su lenguaje, especialmente cuando le oyó decir que el rey Fernando estaba perdido para siempre, que la junta de España, tan patriota y tan republicana como la suya, procuraria siempre favorecer á la América y su causa, y que para ser consecuente con sus principios, le concederia el número de

diputados consignado en la ley, lo cual le proporcionaria inmensa influencia en la cámara, porque en razon á la gran poblacion del nuevo mundo, los americanos tendrian una fuerte mayoría (1). Pero la gran prueba de su liberalismo fué la parte que tomó en una discusion que Rodriguez sostuvo con Mackenna sobre el modo con que los pueblos pueden ser libres, pues dió la razon al segundo á pesar de las tendencias revolucionarias de sus opiniones y del empeño con que mutuamente defendieron ambos así sus ideas como sus exijencias (2).

Tal fué el principio de los debates que iban á decidir la suerte del país. Habia en los patriotas firmeza, acuerdo completo y para con Hillyar, cierta influencia de ideas por un lado y de oríjen por otro; en los realistas al contrario la fe en su causa era bien роса, al menos por lo que hacia á Gainza, su posicion incierta, y reinaba sobre todo entre los dos miembros una disidencia bastante pronunciada para impulsarlos á obrar involuntariamente contra los intereses de su partido. Con estas ventajas fué fácil á O'Higgins y á Mackenna obrar con arreglo á las miras del jobierno, sostener con enerjía sus proposiciones y hacer aceptar uno á uno y casi sin modificacion los artículos del proyecto del tratado que se les habia enviado.

Por este tratado retrogradaba Chile al 2 de diciembre de 1811, es decir, á la época en que el país, separado provisionalmente de España, se habia nombrado una junta para gobernarse segun las necesidades del momento, y siempre en nombre de Fernando VII. Esta junta debia ser reconocida á su tiempo por la rejencia de España, y proceder nuevamente segun el espíritu y con

(1) Conversacion con don Bernardo O'Higgins.

(2) Actas manuscritas del proceso del brigadier Gainza.

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