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formeá los reglamentos que se formularon cuando su instalacion. Se dijo asimismo que se enviarian diputados á España para tomar parte en la sancion de la constitucion de las cortes; que se conservaria la libertad de comercio; que las tropas nacionales, nombre que habia sustituido al de tropas realistas, abandonarian, en el término de un mes á mas tardar, la provincia de Concepcion y de Valdivia, dejando todos los cañones y la mayor parte de los fusiles, etc. ; que la de Chiloe continuaria, como antes, sujeta al virreinato del Perú; que á todos los prisioneros sin escepcion se les pondria en libertad; que Chile contribuiria á España en proporcion á sus recursos; que se devolverian todos los bienes apresados ó secuestrados desde 18 de febrero de 1810, pagando ademas treinta mil pesos para los gastos hechos por el ejército nacional; que para asegurar la buena fe de este tratado se darian recíprocamente á título de rehenes tres personas de elevada posicion, una de las cuales debia ser O'Higgins; y en fin que desde que se firmase el tratado los ejércitos habian de conservar una posicion tal, que las tropas nacionales no pudiesen pasar al norte del Maule ni las chilenas al sur del Lontue.

Todos estos artículos, que formaban la base del tratado que no faltaba ya mas que firmar, eran de tal naturaleza que no podian contentar á ningun partido. Si verdaderamente fueron discutidos y aceptados de buena fe, no se comprende como O'Higgins primero y el gobierno y el senado despues, autores de las instrucciones y compuestos uno y otro de hombres tan patriotas y tan decididos por la revolucion, pudieron aceptar proposiciones tan humillantes como la de volver á someter el país á la dominacion del rey de España; porque esto

era dar un mentis á todo lo que hasta entonces habian llamado su conviccion, contradecia todos sus actos y hacia ondear de nuevo la bandera en los edificios de que la habian arrancado con tantas imprecaciones, y en los cuales habian jurado muchas veces la independencia completa y absoluta de su patria. Solo una posicion completamente desesperada era la que podia haberlos colocado en tan dura y vergonzosa necesidad; y estaban lejos de encontrarse en semejante caso, pues entonces mismo esperanzas temerarias les habian hecho creer que podia fundarse su nacionalidad fácilmente y sin sacrificios. Los realistas por su parte, tenian aun mas motivos para rechazar el tratado, porque no podian abandonar sin gran disgusto y hasta sin oposicion, una provincia que habian conquistado con tanta dificultad, y que en poder de los patriotas tenia que duplicar necesariamente su fuerza y asegurar su porvenir en caso de nuevas guerras. Don José Antonio Rodriguez, hombre de comprension fácil y segura, conocia mejor que Gainza la gran desventaja de este abandono y en jeneral de la mayor parte de los artículos del tratado. Calculando que en aquellos momentos de ira la diplomacia seria impotente para modificar y aun para aclarar la situacion, queria simplemente preliminares y no un tratado formal. No pudiendo conseguirlos, trató de que al menos se modificasen algunos artículos, y solicitó con instancia otras muchas concesiones á que daba grande importancia, por ejemplo que se jurase inmediatamente la constitucion española, con lo cual quedaban admitidos de derecho todos los empleados pasados y futuros de la rejencia y por consiguiente la nueva real Audiencia, el obispo de Santiago don José Rodriguez, etc. : queria tambien que la plaza

de Valdivia quedase, como la de Chiloe, bajo la dependencia del virey; que el comercio no fuese libre mas que con las naciones que no estuviesen en guerra con el Perú; que los oficiales realistas que permaneciesen en Chile conservasen sus grados y sueldos hasta la decision de la Rejencia; que los gastos ocasionados en la espedicion realista se pagasen por Chile; que se reuniese en Chillan una asamblea de electores de cada canton de la provincia de Concepcion para nombrar un gobernador dependiente del de Santiago; en fin pedia tantas modificaciones y algunas de un modo tan exijente, que O'Higgins en un momento de vivacidad dijo que cansaban tal número de pretensiones, que no habria, tratado, y que la guerra volveria á emprenderse con actividad para decidir de la suerte de la patria. Su impaciencia provenia sobre todo de la obstinacion de Rodriguez en no querer abandonar la provincia de Concepcion, por lo menos antes de la contestacion del virey, opinion de que participaba Gainza y de que procuró convencer á O'Higgins, diciéndole que los dos podian gobernar provisionalmente el país con independencia uno de otro, encargándose él de toda la parte comprendida al norte del Maule y aquel de la del sur (1). Pero las instrucciones que tenia O'Higgins no le permitieron aceptar semejante arreglo. Siendo la condicion esencial del tratado que los realistas abandonasen la provincia de Concepcion, no podia discutir ningun otro artículo sin que se resolviese este previamente; y la manera resuelta con que se abordó esta cuestion, hizo comprender muy luego á Gainza que nada tenia que esperar por esta parte; y sea por debilidad, ó mas bien por su propension à las ideas liberales,

(1) Conversacion con don Bernardo O'Higgins.

VI. HISTORIA.

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pasó por todo lo que querian los plenipotenciarios chilenos con corta diferencia, y fueron aceptados casi todos los artículos, inclusos los que tenian algunas enmiendas, hechas, segun se dijo, maliciosamente y en su perjuicio por el abogado y consejero Zudañes.

El 3 de mayo de 1814 á las once de la noche terminaron definitivamente las discusiones y se firmó el tratado por todos los plenipotenciarios, á escepcion de don José Antonio Rodriguez, quien para quedar á cubierto en caso que el virey no aprobase lo hecho, pretestó carecer de autorizacion (1). Inmediatamente despues, todos volvieron á sus campamentos, los patriotas contentos de haber conseguido todo lo que podian razonablemente pedir con arreglo á sus instrucciones, y los realistas recelosos de lo que habian acordado: Gainza especialmente, sobre quien recaia toda la responsabilidad de este asunto, no podia disimular, cuando iba en el carruaje que le conducia á Talca, la grande inquietud que le atormentaba, inquietud que aumentaba Rodriguez, manifestándole sus grandes temores de que el virey desaprobase el tratado, añadiendo que un consejo de guerra pudiera muy bien ser el premio de la precipitacion en firmarlo, porque él habia hecho cuanto estaba de su parte para retardar la firma, hasta hacer numerosas enmiendas en la copia que se le encargó, creyendo que por lo avanzado de la noche se dejaria para el dia siguiente el sacar otra copia y firmar (2).

(1) Segun Gainza, esta escepcion se hizo sin intencion alguna y solo por indiferencia y porque en ello no habia ninguna falsedad. Autos manuscritos del proceso contra el brigadier Gainza.

(2) Sacandolo en limpio con varias enmendaturas de intento para que lo avanzado de la noche no diese tiempo á sacar otros y no se firmasen. Autos manuscritos contra el brigadier Gainza.

Al dia siguiente, despues de una noche de mal estar y de ajitacion, Gainza llamó á su casa á Rodriguez para discutir nuevamente los diferentes artículos de este desgraciado tratado. La discusion por parte del último fué acalorada y á veces hasta bastante dura, especialmente cuando Gainza, vacilante aun, resistia la medida que le aconsejaba, que era no salir de la provincia y conservar todas las ventajas que la suerte de las armas le habia proporcionado. Para esto le decia que era preciso revisar el tratado, exijir nuevas condiciones, protestar y volver á comenzar la guerra en caso de negativa. Semejantes exigencias colocaban á Gainza en la mas dura posicion, pues de atenderlas tenia que pasar por hombre caprichoso, inconstante, de mala fé quizá; sin embargo este fué el partido que tomó á instancias de otros muchos oficiales superiores, que fueron llamados á tomar parte en esta importante discusion. Rodriguez quedó encargado de redactar la protesta y de enviarla por un sarjento de Valdivia, pero como hombre hábil partió inmediatamente para Chillan, sin esperar los resultados de un paso que tenia que producir necesariamente nuevos y serios debates.

O'Higgins, en efecto, no era hombre que habia de detenerse mucho tiempo en pensar sobre una cuestion de honor, especialmente si estaba resuelta y firmada. Sin responder á la protesta, mandó que su ejército tomase las armas, y ya se habia puesto en movimiento para ir á sostener su firma con la punta de la espada, cuando un ayuda de campo de Gainza se presentó á preguntarle los motivos de su conducta. La contestacion no era difícil, y Gainza supo bien pronto no ser otros que una consecuencia de su poca lealtad en volver á cuestionar sobre un

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