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Mas adelante expone ocurrencias que Alcedo refiere de los habitantes de Mapimí. Desaparecieron, dice, las yeguas, caballos, mulas y reses vacunas, sin que jamas se haya encontrado el paradero de ellas. Se encontraba el rastro, y todas huellas. Llegaban á la montaña unas veces por la de Poas, otras por la de Barba, otras por el rio Grande y Santa Olaya, y como si la montaña fuera el infierno, donde no hay redencion, todos con mucho sosiego han dejado perder sus haciendas sin buscar jamas el ladron que las apura. Lo mismo sucede en Bagaces, las Cañas, Thenorio, y Mateo, parages fertilísimos para ganados, todo lleno de cofradías y ricas haciendas, sin saberse en donde pára la multitud de los que crian. No ignoran los provincianos y vecinos que los Huatusos son los ladrones que por caminos incógnitos los llevan á sus poblaciones, pero la desgracia llega al extremo, que viéndose y tocando el efecto, hay tulios y coronistas, que niegan la causa.

En el diario de misiones del p. Cepeda se lee, que por el año de 750 hizo entrada en esta montaña, siguiendo toda la cordillera de Tilarán, palabra que significa pais de muchas aguas, y da principio desde el volcan de Orosí, Tortuga y Rincon de la Vieja, y sin cortar la cordillera siguen del oeste al este los volcanes de la Hedionda, Miraballas, Cucuilapa, Thenorio, el Pelado, San Juan, Buenavista, Chomes, Aguacate, que son once volcanes grandes sin los pequeños y despues por una cuchilla de esta cordillera mirando al norte se enlazan los volcanes de Poas, Chibusú, Barba, Cartago y Turrialba con que llegan á diez y seis: los cuales derramando caudalosos rios en la gran laguna en unas llanuras muy dilatadas encontró dicho misionero mas de 500 casas y chacaras de índios idólatras que lo recibieron bien, y estuvo muchos meses con ellos.

Por el año de 756, á instancia del guardian del convento de Esparza, se siguió informacion en el gobierno de Cartago sobre este establecimiento, y en virtud de ella dispuso entrada, acompañado de don Juan Antonio y don Felipe Flores con otros vecinos de ViHa-vieja y Esparza, que caminando muchos dias y errando la entrada, se perdieron en la montaña, y acertaron mucho en poder salir. En el de 761 encontraron en esta montaña don Blas Bolivar y Francisco Ledesma cuatro zambas que aseguraron y llevaron al cura de Esparza don Francisco Alvarado; pero confesando que habia tal establecimiento y que ellas habian vivido siempre con sus

padres, hermanos, y maridos, jamas descubrieron el camino y satisfaciendo bien á la doctrina, preguntadas quien les habia enseñado, respondian, que el p. Clemente Adan.

Este p. Clemente Adan viene de que un hacendado del volcan de Thenorio, don Martin de Adan, casado con doña Josefa Golfin, tuvo un hijo,que lo fué don Clemente Adan. Este se crió en el colegio seminario de Leon: siguió el estado eclesiástico, y se ordenó de epístola; pero con ciertas desazones y reprensiones que tuvo de su prelado el señor obispo de Leon, se llenó de melancolía y fingiendo á sus padres que iba á caza, se huyó de su compañia, y montando la cordillera de Thenorio, se pasó á vivir con los Huatusos, dejando el caballo atado en un árbol á la entrada de la montaña, y en el paso del grande rio que hay, las medias y los zapatos, que al siguiente dia encontró su padre, sin tener mas noticia de su hijo. Este era el que citaban las zambas, les habia enseñado la doctrina: por lo que se tiene por cierto en Cartago, que vivió y murió entre los Huatusos, y que nunca le permitieron volver afuera.

El descubrimiento de ellos era una empresa hasta entonces árdua, que alternativamente tomaba calor, y se abandonaba. Con la proporcion de las zambas dispuso entrada et misionero Zamacoiz acompañado del cura Alvarado y otros vecinos, que dieron con el hogar de las guias, varios muebles, una guitarra hecha con instrumentos de pedernal y las cuerdas de pita de coyol, y una manta á medio teger de la misma pita, y despues de vueltas y revueltas infructuosas, apercibido el engaño, se volvieron. A su turno emprendió despues igual jornada el misionero fr. Tomas Lopez, subiendo por los volcanes de Orosí y la Tortuga; y no adelantando cosa alguna por este rumbo, trató de hacerla por agua. Llevó consigo á Juan Manuel Espinosa capitan de Orosí, á Francisco Berrio capitan de la Tortuga, y á Antonio Chevez de la isla de Madera, y se encaminó á la de Omotepet, donde el cura don Pedro Leon de Bello le proporcionó canoa, cuatro marineros y bastimentos, y aunque quiso acompañarlo, no lo consintió el p. Lopez, por llevar solo el riesgo. Se embarcó dia cuatro de mayo de 778, yendo por piloto Pedro Lória: bajaron el rio de San Juan: subieron por Rio-Frio: llegaron á las rosas y rastrojos de las milperías; pero lo mismo fué ver los marineros las primeras balsas de los Huatusos, que volver precipitadamente, sin esperar razon. En vano el misionero los instó lo ar rimasen á una orilla seca, y lo dejasen solo: nada valió para con

tener su fuga; y se volvieron.

Pasado tiempo, haciendo la visita de Nicaragua el señor obispo Tristan, se suscitó la materia con el padre Jáuregui, presidente de misiones, y se renovó el ahinco de este descubrimiento, disponiéndose sucesivamente tres jornadas. Una emprendió el mismo padre Lopez con el padre Alvarado, cura ya de Cartago, saliendo dia 4 de abril de 782, y subiendo por Thenorio, auxiliados entre otras cosas con cuatro fusiles que les dió el señor gobernador Flores para resguardo de las fieras: encontraron rios, hicieron balsas, y despues de 75 dias se hallaron cerca de la laguna, muy arriba de la desembocadura del Rio Frio. Otra hizo el misionero Cabrera, acompañado de don José Saborío, vecino de Villa vieja, subiendo por el volcan de Poas, en que gastaron cuarenta y cinco dias, y la otra practicaron José Xexia y Paulino Porras, con igual éxito.

Semejante descubrimiento estaba reservado á la presidencia del excelentísimo señor Galvez, á la trascendencia de sus designios y providencias; porque debiendo arrasar el castillo de San Juan, y deteniéndose en la necesidad de repartir las aguas de Rio Frio, mandó reconocerlo, y subió con embarcaciones suficientes el capitan don Pedro Brizzio, que en su altura vió inmensas sementeras, y canoas de pescadores, de que dado aviso al señor obispo, debiendo éste hacer la visita de Ometepet y Solentiname, quiso al mismo tiempo hacer la entrada á los Huatusos, y al efecto escribió al señor presidente suplicándole le facilitase dos piraguas del rey, que conseguidas, y hecha con ellas la visita de las islas y del fuerte de San Carlos, llegó á la embocadura de Rio Frio, dia 20 de febrero de 783.

El primer dia se anduvieron siete leguas: á los cuatro vieron algunos ranchos y balsas de pescadores con sus palancas de pigibay: á los catorce en un camino asomaron tres índios de buen talle, blancos, que soltando las redes y bastimentos, ménos arco y flecha, echaron á huir, y siguiéndolos fray Tomas Lopez y el padre don Juan Manuel del Corral con unos lenguas de Solentiname convidándolos con la paz, no hicieron caso. Se apercibió habia pueblo inmediato, y el misionero Lopez solicitó subir solo, para hablar á los habitantes. Su ilustrísima, dice el diario de navegacion, dispuso subiesen en la piragua mas pequeña el padre Lopez, fr. Manuel Josef Mejía, y los padres Alvarado y Corral, y que haciendo alto cerca del pueblo, saltase en un bote el padre Lopez con al

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guno de los otros para hablarles de cerca.

Ejecutóse el dia décimo quinto, y aprontándose el padre Corral á saltar al bote con el padre Lopez, este último lo rehusó. En esto asomó un índio con una balsa con su fogon y bastimento de pejes, plátanos y chicha, caminando rio abajo, que al punto lo desamparó, metiéndose en una hacienda y ocultándose entre los árboles de cacao, que son fertilísimos llenos de mazorcas; y lo mismo que los platanares se extendian de uno y otro lado del rio en inmensas llanuras que manifiestan lo grande del establecimiento. El misionero siguió su ruta, acompañado de Luis Bonilla, indígena criado suyo y tres intérpretes isleños de Solentiname; pero mas adelante salió á la ribera un índio, y á su grito miles de ellos armados de flechas de uno y otro lado del rio disparándolas con furiosa algazara.

Hirieron con una al intérprete Manuel Urtado, que lleno de pavor se echó con otro compañero al agua, huyendo rio abajo en busca de guarida. Siguiendo las flechas, el misionero se tendió en el bote: y por mas que les hacia señas de paz, nada los contenia en la gritería y la fúria de los tiros. Para quedarse solo y libertar á los otros, mandó á su criado y al otro intérprete José Francisco se echasen al rio y se retirasen, como lo hicieron. Entonces lleno de intrepidez con el crucifijo en la mano llamó á los índios.

Suspendieron éstos las flechas y los gritos: seis de ellos se acercaron con señales de paz y entraron al bote con el padre, que caminó en su compañia para el pueblo. Observaban esto de léjos el criado Bonilla y el isleño Francisco, que no tardando en ser perseguidos continuaron su fuga á todo trance.

Entretanto el isleño herido y un compañero que habian escapado antes, llegaron á la piragua de los padres, que esperaban llenos de turbacion, y recibieron con ellos noticia de que la multitud de Huatusos habia muerto al p. misionero, y mataron tambien á su criado Bonilla y al otro compañero: con lo que regresaron en su piragua á dar razon de lo sucedido á su ilustrísima, andando en solas tres horas el camino en que habian gastado dia y medio. El señor obispo y comitiva que le acompañaba, con semejante noticia estimándose inseguros, siguieron la vuelta, andando, dice el diario, en dos horas y media el camino de tres dias ajustando con la noche.

Al otro dia, que era el décimosexto de navegacion, muy de ma

ñana llegaron los otros prófugos, que habiendo tomado una buena canoa al paso siguieron en su alcance y mejoraron la noticia de lo sucedido, y que dejaban vivo al padre, sosegaron algun tanto los ánimos, que con ménos turbacion siguieron la salida del rio, y al otro dia llegaron al fuerte de San Carlos, donde fueron bien recibidos del comandante Brizzio, proponiéndose el señor obispo dar luego cuenta al excelentísimo señor presidente, para procurar el socorro y noticia de aquel sacerdote, y la conquista con paz armada del establecimiento. El diario acaba firmado del secretario Francisco de Paula Soto en Granada dia 18 de marzo de 1783.

CAPÍTULO 446.

Bautismo del gobernador mosco.

Durante la guerra con los ingleses en 781, el ejército espedicionario de Guatemala penetró hasta la costa de los zambos, poniéndolos en fuga para sus islas y los bosques; y á su turno los mosquitos en 782 tomaron en la boca del rio de San Juan la fragata Soledad de que se ha hecho mencion y pasaron á cuchillo la mayor parte de su convoy: no cesando los unos y los otros de invadir en todas direcciones los pueblos de españoles hasta Matina. Juigalpa, pueblo de la Nueva Segovia en la provincia de Nicaragua, fué hostilizado por éstos últimos el propio año de 782, llevándodose entre otros prisioneros una niña de diez años, llamada Maria Manuela Rodriguez, y seis mulatas Brígida, Manuela Antonia y Ana Sanabria, Juana Bello, Ana Valdez y Maria Centeno. Concluida la guerra, debiendo los ingleses retirarse de ámbos territorios Rio Tinto y Buflis á virtud de los tratados, los indígenas habitantes de uno y otro, quedaban sin su resguardo, y en el temor de un exterminio que su conducta hostil les hubiera merecido durante un siglo. Considerando esto el gabinete británico, entró en el deber de consultar á su suerte, para que no les perjudicase su antigua alianza, ni los alentase la esperanza de ella, y se estipuló en 786 el artículo 14 que dice así:

Su magestad católica, escuchando solo los sentimientos de su humanidad, promete al rey de Inglaterra que no usará de severi

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