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las de Colchagua i Rancagua, i la individualidad con que se refieren algunos de estos robos, no permiten dudar que asciende a crecido número el que nos han tomado en repetidas malocas o escursiones.

*Lo constante es, Señor, que el dia 20 del pasado, a las diez de la noche, con motivo de algunos avisos que vinieron a vuestro presidente i a algunos particulares de las cercanías del rio Maipo, distante siete leguas de esta ciudad, se divulgó la noticia de que se habia avistado hacia un paraje que llaman la Guardia del Portillo (que está en la cordillera veinte leguas mas allá del espresado rio) una multitud de indios, añadiendo algunos que de catorce soldados que componian la guardia, parte habian muerto i parte huido.

"No es fácil esplicar el terror que infundió esta novedad i la universal consternacion que se apoderó del pueblo, la que fué creciendo por grados al paso que a las once i media de la misma noche, se convocó toda la oficialidad de los rejimientos con las órdenes mas vivas i urjentes, i se dieron providencias para que saliesen patrullas de soldados de caballería por la ciudad, i se destacaron otras partidas para hacer sus reconocimientos con diferentes destinos, mandando al mismo tiempo montar los cañones i poner dobles guardias en las cajas reales i casa de la moneda. El pueblo, con estos preparativos i disposiciones, llegó a intimidarse mas i mas; i algunos de los arrabales desampararon sus casas, refujiándose a otras del centro de la ciudad, donde se consideraron mas defendidos.

"Vuestros oidores i fiscal, apénas supieron la ajitacion en que estaba la ciudad, pasaron a verse con su rejente, i le instruyeron en esta novedad,

que aun ignoraba, i habiéndoles contestado que no tenia la menor noticia del presidente i capitan jeneral, de comun acuerdo resolvieron irse a prevenir a sus casas para estar en vela i prontos a la primera órden que se les comunicase, o para otro cualquiera accidente que ocurriese. Así lo ejecutaron, pero no tuvieron aviso alguno, sin duda por que la jente empezó a tranquilizarse a media noche con las varias providencias que espidió el capitan jeneral, segun lo exijian las circunstancias.

"En la mañana del siguiente dia, acabó de sosegarse el pueblo; pero prosiguiendo el sordo rumor de las correrías que habian hecho los indios i la entrada que maquinaban, concluido el acuerdo de justicia, le pareció indispensable a la audiencia, a impulsos de un fiel vasallaje, el ir a ofrecerse a vuestro presidente para que la emplease en cuanto pudiese ocurrir interesante al servicio de Vuestra Majestad.

"La audiencia, por falta de noticias positivas, i no haberse participado las que dirijian al gobierno las justicias de los partidos i jefes de las guarniciones i partidas destacadas, se halla en la amarga situacion de no poder hacer a Vuestra Majestad una exacta, puntual i circunstanciada relacion de estos sucesos i sus incidencias respectivas, i le es forzoso remitirse a la que haga mas por menor el capitan jeneral de este reino.

"Lo único que puede asegurar a Vuestra Majestad es que esta capital se ve hoi enteramente quieta i libre al parecer del inminente peligro a que se creia amenazada, i contempla que jamas podrá recelar justamente la invasion de los bárbaros, tanto por la tropa i fuerzas con que se halla, como por no tener ejemplo esta osadía desde el tiempo de la gloriosa conquista de este reino. No se atre

ve la audiencia a avanzar igual proposicion respecto a las provincias mas inmediatas a la cordiIlera, bien que está persuadida a que las ideas de los indios, como entregados perpetuamente al ocio i la embriaguez, se terminan solamente al pillaje i robo de ganados, sin pensar por ahora en faccion militar que indique empresa de mayores consecuencias.

"Comprende, sin embargo, la audiencia que si la osada avilantez de estos bárbaros lograse impunemente sus intentos en esta parte, demas de privar al reino de una especie que provee a las necesidades de la vida, se desalentarian los ganaderos en la cria i fomento de un ramo que es uno de los mas preciosos i florecientes que tiene el comercio de este reino. A esto se agrega que si continuan en el robo de caballos, al paso que se debilita el principal vigor de la defensa de este reino, que consiste en la caballería, se aumenta el orgullo i fuerza de estos bárbaros, cuyos pelotones son únicamente temibles por la destreza con que manejan la lanza, firmeza con que montan, i natural ajilidad de los caballos, siendo sin el ausilio de éstos, los enemigos mas flojos i despreciables que se co

nocen.

"Esto es cuanto puede informar la audiencia a Vuestra Majestad en prueba de su invariable lealtad, deseosa siempre de sacrificarla en cuantas ocasiones tenga el menor interes el servicio de Vuestra Majestad.

"Dios guarde la sagrada real persona de Vuestra Majestad los muchos años que la monarquía i cristiandad han menester. Santiago de Chile febrero 5 de 1779.-Don Tomas Alvárez de Acevedo. -José de Rezabal Ugarte.-José Gorbea i Badillo. -Nicolas de Mérida".

El susto, como se ve, fué bien grande, pero completamente infundado.

Lo que el 20 de enero de 1779 aterrorizó a la poblacion de Santiago fué solo un fantasma imajinario; pero aquella febril alarma, que la hizo pasar en congojoso sobresalto una noche entera, puede hacer concebir cuánta era la idea que se tenia de la audacia i de la pujanza desplegadas por los inquebrantables araucanos.

Segun el informe que sobre aquel suceso dirijió al monarca el presidente don Agustin de Jáuregui en 2 de febrero del año mencionado, todo aquello se redujo a algunas incursiones para robar ganado que algunas partidas poco numerosas de pehuenches i güilliches hicieron por Longaví, jurisdiccion de Cauquénes, por el boquete de los Maiténes, jurisdiccion de San Fernando, i por el de Jaurúa, jurisdiccion de Rancagua. Los cuatro butalmapus, o rejiones en que estaban divididos los araucanos, habian permanecido completamente tranquilos.

Sin embargo, la presuncion enjendrada por aquellas correrías de bandidos, de que pudieran ser araucanos que viniesen a atacar a Santiago, habia bastado para quitar el sueño a la principal poblacion del país, que se hallaba defendida por artillería i por una guarnicion de las tres armas.

¡No puede darse una prueba mas elocuente de la nombradía que aquellos denodados bárbaros habian sabido conquistarse con su incansable constancia para rechazar la invasion europea!

XIV.

Hemos visto que los españoles, por falta de recursos, i talvez de buena direccion, habian empleado infructuosamente para someter i civilizar a los

araucanos la guerra, las misiones, la fundacion de poblaciones.

Todavía apelaron a otro recurso, que les salió tambien mal, el establecimiento de colejios de naturales.

Cárlos II, por cédula de 11 de mayo de 1697, ordenó, entre muchas otras cosas, "que se fundase un colejio seminario para la educacion de los hijos de los indios caciques del estado de Arauco circunvecinos, el cual estuviese a cargo de la relijion de la Compañía de Jesus, para que los enseñasen a leer, escribir i contar, i la gramática i moral".

El número de colejiales no debia pasar de veinte, i el de los relijiosos maestros, de tres; i el gasto no debia exceder de cuatro mil pesos anuales.

En cumplimiento de esta real cédula, la junta superior de misiones mandó el 23 de setiembre de 1700 abrir en la ciudad de San Bartolomé de Chillan, un colejio de jóvenes araucanos, que funcionó al cargo de tres jesuitas con poco provecho hasta el alzamiento de 1723.

En el informe pasado al soberano por el virrei don Manuel de Amat i Junient en 6 de diciembre de 1769, se espresa como sigue:

"El único arbitrio de suavidad que verdaderamente haria asequible este negocio (la pacificacion de Arauco) es el que Vuestra Majestad meditó muchos años hace, si se hubiera puesto en planta, i fué el de ir sacando con maña i sagacidad a los hijos de los principales régulos i caciques, i conduciéndolos al colejio de la ciudad de San Bartolomé de Chillan, que con este destino se les dió a los jesuitas, irlos instruyendo i enseñando las máximas políticas i cristianas que fácilmente se imprimen en aquella tierna edad, si una constante educacion lo promueve, para que de éstos, apli

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