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te entre lo uno i lo otro, no habia mas que una modificacion de poca monta, que no justificaba el ruido que se hacía con la reforma.

Esta, por otra parte, se quedó en el papel sin pasar a los hechos.

Los hacendados, señores de encomienda, eran omnipotentes en sus grandes predios, donde mandaban con igual imperio sobre hombres i animales. Disponian del azote, del encierro i del cepo para hacerse respetar i obedecer. Miraban como seres inferiores a sus inquilinos i peones, i sabian hacerlos trabajar, i sabian encontrar razon para no pagarles la pequeña cuota fijada por la lei. Demasiado hacian dándoles un plato de frejoles o un pedazo de charqui por toda comida, i algunos centavos por todo jornal.

Contaban para obrar así con la impunidad. ¿Quién habria reclamado? ¿Quién los habria castigado? Nadie habia de hacer un viaje de unos cuántos dias i de unas cuántas leguas para cobrar unos pocos reales. Eran sumamente raros los gobernantes que no tenian reparo en malquistarse con un encumbrado potentado por favorecer a un miserable indio, bueno solo para obedecer i servir.

II.

Si tal era el tratamiento que el bondadoso monarca en su sabiduría i misericordia mandaba aplicar a los indíjenas pacíficos que vivian al norte del Biobio, ya se colejirá sin dificultad cuál sería el que se daria a los indios revoltosos de Arauco.

Hemos dejado a estos últimos cuando el sistema de la guerra defensiva i de la sumision por el único medio de la persuasion habia perdido el prestijio; cuando el principal promotor de aquel siste

ma, el padre Luis de Valdivia, habia regresado a la corte.

Las hostilidades por una i otra parte se rompieron con el mismo encarnizamiento, con la misma furia de los peores tiempos de la guerra.

El espectáculo del cruel tratamiento que los españoles daban a los indios del norte estimulaba a los araucanos para defender su independencia, i acrecentaba su irritacion contra los conquistado

res.

Lo que ellos mismos tenian que soportar miéntras no estaban alzados los animaba a no omitir sacrificios de ningun jénero para sostener su heroica resistencia.

El 15 de mayo de 1629, los araucanos ganaron a los españoles la batalla de las Cangrejéras.

Entre los prisioneros que hicieron los vencedores, se contó a don Francisco Núñez de Pineda i Bascuñan, el cual cayó en manos de un cacique llamamado Maulican.

Bascuñan, que fué tratado perfectamente, como amigo mas bien que como cautivo, tuvo la buena suerte de ser, a los pocos meses, devuelto a la libertad mediante un rescate.

En los últimos años de su vida, redactó con el título de Cautiverio Feliz una larga relacion de todo lo que habia visto i oído durante su permanencia entre los araucanos.

Estracto de esa obra el siguiente diálogo entre el prisionero Bascuñan, i el anciano cacique Quilalebo, que puede proporcionar una idea de los efectos producidos por el cruel tratamiento dado por los españoles a los indíjenas sometidos.

"Bascuñan.-El otro dia nos disteis a entender que desde que vuestra tierra quedó sin españoles i alterada, no habiais comunicado a ningun español

captivo, ni aun podido levantar los ojos a mirarle halagüeño; con que he juzgado que siendo vos cacique de tan buen discurso, llegado a la razon en vuestro natural uso de vivir, es forzoso que tengais mui grandes fundamentos para haber conservado tantos años vuestro rencor i enojo contra los españoles.

"Quilalebo.-Ahora pues, capitan amigo, pues me sacais a barrera, os contaré la causa de nuestros alborotos, i de haber quedado yo con tan mala querencia a vuestros antepasados.

"Bascuñan.-Mucho gusto tendré en escuchar vuestras razones, porque verdaderamente hai varias opiniones que se encaminan, unas a culpar a los españoles; otras, a la inconstancia de vuestros naturales.

"Quilalebo.-Pues escuchadme un rato por vuestra vida, i juzgareis despues lo que os pareciere.

"Me basta enumeraros la codicia grande de los españoles; el inhumano trato para con nosotros, que parece que solo cuidaban de menoscabar i consumir nuestra nacion, no dándonos de comer, teniéndonos en un ordinario trabajo de las minas, dejándonos morir en ellas, sin asistencia de nuestras mujeres, sin el consuelo de nuestros hijos i sin el regalo de nuestras casas; los continuos i lamentables robos de nuestras reducciones, llevándonos los hijos i las hijas con violencia, vendiéndolas por esclavas de secreto; la crueldad tan feroz de las mujeres, que a sus criadas las quemaban vivas, i dentro de sus aposentos las enterraban, despues de haber hecho en ellas mil anatomías; la libertad con que se servian de nuestras hijas i mujeres, hasta forzarlas los hombres a vista de sus padres i de sus madres, i aun de sus maridos; i otras cosas mas graves que pudiera referiros.

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"Bascuñan.—Mui atento me teneis, amigo Quilalebo; i estimaré no os canseis de proseguir con vuestra principiada narracion.

"Quilalebo. Si nos causaban estas atrasadas acciones tanto horror i espanto, mucho mas las maldades e insolencias de los pateros (que quiere decir sacerdotes).

"Bascuñan.-Proseguid vuestro discurso, que me teneis absorto con lo que me habeis dicho.

"Quilalebo.-Estos pateros, en quienes teníamos puestas nuestras esperanzas de que hallaríamos en ellos segura proteccion i amparo cierto, eran peores que los propios seglares nuestros amos, que como nuestras poblaciones i rancherías estaban de ordinario sin la asistencia de los indios tributarios por estar trabajando en sus tareas, los contenidos padres doctrineros, con pretesto de enseñar a rezar a los muchachos i chinas, se entraban en las casas con descoco, i hacian de las mujeres lo que querian por engaños i dádivas; i cuando se resistian constantes, las mandaban ir a la iglesia para que aprendiesen a confesarse, i en las sacristías, a donde los pateros se revestian para decir misa, las entraban atemorizadas, i les decian que en aquel lugar en que estaban, si no consentian con lo que el patero o el sacerdote las decia, que el Pillan Algue (que quiere decir el demonio) las habia de castigar severamente, i que si hablaban palabra, o revelaban lo que al oído les decian, i lo que hacian, las habian de quemar vivas, porque lo que en aquel acto se trataba era caso de inquisicion si se divulgaba; i de esta suerte, dentro de las iglesias violentaban muchas doncellas, forzaban casadas i reducian a su gusto las solteras; i esto lo tenian por costumbre i como por lei establecida.

"Algunas mujeres casadas con todo secreto co

municaron a sus maridos el caso i lo que les pasaba con el padre doctrinero, encargándoles encarecidamente el silencio i que no lo publicasen, porque el patero les habia dicho que la que se atreviese a hablar palabra de lo que en la confesion hacian la habian de quemar luego.

"Resolvióse uno de los lastimados a llegar a solas a su amo (que le mostraba voluntad) a decirle que por vida de sus hijos i mujer, se sirviese de escucharle dos razones, con cargo de que habian de ser solo para entre los dos; que le jurase el guardarle el secreto, que le importaba mucho.

"El amo le aseguró todo silencio, deseoso de saber alguna novedad, juzgando fuese el aviso de algun alboroto o rebelion entre ellos.

"Díjole el indio: habeis de saber, capitan i señor, que vengo a deciros una cosa que despues que la supe, me ha tenido el corazon entre dos piedras, i tan dolorido i lastimado, que me ha sido forzoso significaros mi pesar; i refiriéndole lo que arriba queda dicho, le preguntó sí lo que hacian aquellos padres con sus mujeres era antigua costumbre entre los españoles, i sí con sus mujeres hacian lo propio.

"El amo le respondió suspenso i admirado, haciéndose cruces en el rostro, con demostraciones grandes de sentimiento, i le dijo: no puedo creer que eso sea así de ninguna suerte, i mirad que es caso grave el que me habeis dicho, que si se averiguase por algun camino que algun sacerdote hubiese cometido delito semejante, lo quemarian vivo; i por lo consiguiente si alguna persona levantase testimonio al sacerdote, o revelase lo que no era por hacer daño, tendria el mesmo castigo; i así callad la boca, i averiguarémos el caso de secreto; i si tuviere fundamento lo que me habeis dicho,

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