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con todo secreto i silencio, sin que lo sienta la tierra, vereis cómo es castigado con toda severidad i rigor. Por vuestra vida que no publiqueis lo comunicado, que a todos importa. Traed esta noche a vuestra mujer a mi casa, que quiero examinarla con cuidado.

"Hízolo así el indio; i el amo se informó de ella, i citó a otras que en aquella ocasion las habian llevado al intento, con cuyas declaraciones quedó manifiesta la del indio; con que encargó a todos el silencio, dándoles a entender que con todo recato i disimulo, se habia de castigar a aquel sacerdote, i llevarlo a parte a donde purgase su pecado, i no pareciese mas entre las jentes.

"I el castigo que le dieron fué enviarlo a Santiago, adonde supimos que se estaba paseando, i esta fué la pena que tuvo maldad tan grande.

"¿Cómo decis los españoles que las iglesias no son mas que para rezar i decir misa en ellas? I sois unos embusteros (aunque perdoneis, capitan), porque no servian los templos de otra cosa, que de ser capa de semejantes maldades. Con achaque de llevar las mujeres a enseñarles a rezar, a oír misa i a confesarlas, hacian lo que os he dicho, i mucho mas. I si como decis vosotros, Dios asiste en las iglesias, i no permite tales maldades i pecados tan descubiertos, ¿cómo no castigaba a estos malos sacerdotes, que tan desenfrenadamente vivian, i en medio de sus templos atropellaban sus leyes?

"Esta fué la enseñanza que tuvimos, la primer leche que mamamos i la doctrina que aprendimos de vuestros antepasados" (1).

(1) Núñez de Pineda i Bascuñan, Cautiverio Feliz, discurso 4, capítulo 1.

III.

El mal tratamiento que se daba a los araucanos era, no solo de hecho, como el que se hacía soportar a los indios sometidos de encomienda, sino tambien de derecho.

Desde que se renovó la guerra ofensiva, se siguió aplicando con sumo rigor la disposicion de la real cédula de 26 de mayo de 1608 por la cual se declaraban esclavos los indios rebeldes, mayores de nueve años i medio, si eran hombres; i de ocho i medio, si mujeres; i se mandaba mantener a los menores de esas edades en servidumbre hasta los veinte años.

Esta práctica no tardó en legalizarse por cédula que Felipe IV espidió en Aranjuez a 13 de abril de 1625.

A los de la primera de las categorías mencionadas, se acostumbraba marcarlos con un hierro ardiente, como si fueran caballos, para reconocerlos si se huian.

Hubo una seria i larga discusion entre los funcionarios superiores del Perú i de Chile sobre sí convendria que aquella marca se hiciese en el rostro o en la mano.

El rei, por cédula de 5 de mayo de 1635, dejó la decision del asunto al virrei conde de Chinchon, recomendándole que obrara con tino, pues eran de temerse las represalias que los araucanos tomarian con los cristianos a quienes cautivasen.

Los españoles habian acostumbrado desde la primera época de la conquista hacer esclavos, no solo a los indios de guerra, sino tambien a los que arrebataban de las tribus pacíficas, o compraban a los mismos indíjenas.

Una práctica tan odiosa, como aquella, en vez de correjirse, fué con el tiempo, haciéndose mas

comun.

"Los españoles, refiere Núñez de Pineda i Bascuñan, enviaban a las reducciones de los indios amigos compradores de piezas a trueque de vacas, vino, ropa i otros jéneros; i con este pretesto feriaban muchas chinas i muchachos a la usanza a sus parientes, o a los que no lo eran; que con la codicia que en nosotros veian, tambien se inclinaban a imitarnos, i hurtaban entre los suyos algunos huérfanos, sin padres ni madres, i los vendian".

"Lo peor i mas exhorbitante que los españoles obraban sin lei, razon, ni cristiandad, agrega Núñez de Pineda i Bascuñan, era en medio de estos cambios hacer robar de los domésticos pueblos i parcialidades sujetas a nuestra obediencia, muchos pobres huérfanos humildes e inocentes; i con informaciones falsas de haberlos cojido en la guerra, los vendian por esclavos sin sabiduría de sus padres, deudos ni parientes".

Un jefe del ejército, segun el mismo autor, hizo matar a palos a un soldado que rehusó perjurar diciendo que una india habia sido tomada en la guerra, cuando al soldado le constaba que habia sido arrebatada de una reduccion amiga.

-Me han robado varias personas de mi ranchería para llevarlas secretamente al Perú i venderlas allí por esclavas, fué a decir a uno de los presidentes de Chile un cacique principal de una poblacion indíjena, inmediata a Concepcion, la cual estaba de paz, i siempre se habia manifestado fiel a los españoles.

-¡Borracho, embustero, alborotador! veo que quieres alzarte; házlo luego para castigarte como

mereces, fué toda la respuesta que obtuvo del presidente.

El cacique, sin embargo, continuó quieto i sumiso.

Este es tambien un hecho atestiguado por Núñez de Pineda i Bascuñan (1).

En vista de esto, preciso es confesar que el cacique Quilalebo tenia sobradísima razon para reprochar a los españoles su perfidia, segun lo refiere el

mismo autor.

"Han dado la paz i sujetádose algunas parcialidades, observaba aquel indio a Núñez de Pineda i Bascuñan; i debajo de estos tratos los españoles han entrado a maloquearlas, degollando i cautivando a los pobres engañados, que salian al camino a recibirlos con canelos, que son insignias

de paz, i con camaricos i repuestos de chicha, carne, yerba para los caballos i otras cosas, i sin resistencia ni repugnancia alguna se llevaban las mujeres, hijos i hijas para herrarlas i venderlas como negros. ¿Esta es la palabra del rei que decis vosotros que no puede faltar? ¿Esta la cristiandad i justificacion de vuestro Dios? ¿Cómo es posible que con estas esperiencias, que cada dia tocamos con las manos, demos crédito a lo que decis, i tengamos por firme lo que nos prometeis?".

Núñez de Pineda i Bascuñan no sabía como replicar a acriminaciones tan fundadas (2).

Una conducta semejante, en vez de amilanar a los araucanos, los exacerbó, i los estimuló a soportarlo todo, ántes que doblegarse.

La lucha continuó siendo tan encarnizada, como

(1) Núñez de Pineda i Bascuñan, Cautiverio Feliz, discurso 4, capítulo 14.

(2) Núñez de Pineda i Bascuñan, Cautiverio Feliz, discurso 4, capítu

dispendiosa i llena de peligros para todas las ciudades fundadas por los españoles.

IV.

Entre esos peligros, debe contarse como el principal i mas temible la probabilidad de un alzamiento de los yanaconas e indios de encomienda, que ciertamente nunca llegó a tener lugar, pero que casi durante toda la época colonial mantuvo en frecuente i azarosa alarma a los vecinos de Santiago i de las otras poblaciones.

El fantasma de una rebelion jeneral solia amenudo quitarles la tranquilidad.

I por cierto que no les faltaba alguna razon. La resistencia heroica i prolongada de los araucanos mantenia inquietos a todos los indios de paz i de servicio, a quienes de cuando en cuando solia pasárseles por las cabezas que ellos tambien podrian como sus compatriotas de ultra Biobio libertarse de los sufrimientos harto duros de la servidumbre, apelando a las armas.

Es este un hecho mui curioso sobre el cual hasta ahora no se ha llamado bien la atencion.

"Todos los indios son unos, escribia al rei en 17 de abril de 1613 el presidente don Alonso de Rivera, i nos tienen una propia voluntad, como cada dia se ve, pues en todas las ocasiones que falta algun español, suelen pasar las cabezas i flechas hasta Santiago por la tierra de paz que las recibe".

Hemos visto que otros habian dicho lo mismo ántes que Rivera, i verémos que otros lo dirán todavía despues que él.

Hé aquí como se espresaba sobre el particular el maestre de campo don Santiago de Tesillo.

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