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otros asuntos tocantes a América, i dictaminar sobre ellos.

Habiendo los mencionados comisarios pedido noticias a los cabildos de las ciudades de Chile sobre los sucesos de este reino, i en especial de Arauco, estas corporaciones "juzgaron que ninguna relacion seria tan copiosa como la que el teniente de gobernador en Santiago, licenciado Juan de Herrera, daria en viva voz, siendo enviado personalmente a este efecto."

No he descubierto nada que manifieste haber causado estrañeza al virrei i comisarios reales aquel proceso levantado contra todo un pueblo, i la singular sentencia que le puso término. Por el contrario, conozco cierta circunstancia relativa a este asunto que nos hace saber que si la conducta del licenciado Herrera no fué aprobada por el virrei i los comisarios, lo fué a lo ménos por personajes de mui alta categoría.

Habiendo ido a Lima el licenciado Herrera, como he dicho, para informar verbalmente en nombre de los cabildos de Chile al conde de Nieva i sus colegas respecto a los negocios de este país, sintió la necesidad de aliviar su conciencia en el tribunal de la penitencia; pero como hubiera sido forzado a hablar sobre el alistamiento de los doscientos hombres para ir a ejecutar su sentencia, i de la guerra de Arauco, el confesor no se atrevió a darle desde luego la absolucion.

¿Qué sería lo que declaró?

Ya puede presumirse.

El caso pareció tan espinoso, que se celebró para resolverlo junta de letrados teólogos, "los mas principales de la ciudad", a lo que advierte el mismo Herrera.

El resultado de la conferencia debió ser favora

ble al penitente, pues se sabe que fué absuelto. De aquí se deduce que aquellos insignes doctoses aprobaron el procedimiento del juez teniente jeneral del gobernador Francisco de Villagra.

Sea de esto lo que se quiera, la sentencia de Herrera, ejecutoriada conforme a todos los preceptos legales, condenaba a los araucanos en masa; i por lo tanto, una sola incursion como la que el mismo juez habia practicado al frente de un cuerpo de doscientos hombres no podia haberle dado completa ejecucion.

Pero ella debia ser cumplida en todas sus partes, como debe serlo todo fallo judicial.

Sobraron despues quienes se encargaran de aplicar el castigo a los que habian sido condenados.

El proceso formado por el licenciado Juan de Herrera contra todos los araucanos en conjunto no es único en la historia colonial de Chile.

Tengo a la visa un acuerdo de la audiencia de Santiago, celebrado en 22 de noviembre de 1651, del cual consta que en los levantamientos de los araucanos que tuvieron lugar bajo los gobiernos de don Alonso de Rivera i don Alonso García Ramon, se acostumbraba formar proceso a toda la tribu o parcialidad rebelada, se señalaba a ésta el correspondiente defensor, i se sustanciaba la causa por todos sus trámites hasta que en la sentencia definitiva se imponia como pena la esclavitud a todos los individuos de la poblacion insurrecta.

CAPITULO III.

LA GUERRA DE ARAUCO.

Plan defectuoso puesto en práctica por Valdivia i sus sucesores para la ocupacion de Arauco.-Táctica de los araucanos.-Guerra de devastacion practicada contra ellos por los españoles.-Crueldades ejercidas contra los araucanos.-La esclavitud impuesta a los araucanos.Esta medida obtiene la sancion real.-Modo como se ejecutó.—Atraso i pobreza que la necesidad de sostener la guerra de Arauco produjo en las poblaciones del norte de Chile.-Oposicion de los habitantes de Santiago para someterse a las levas i derramas que se les imponian con motivo de dicha guerra.-La heroica resistencia de los araucanos hace correr a los españoles el riesgo de verse forzados a abandonar todo el país.-Clase de manutencion que se daba al ejército veterano en Chile.-Estado de su disciplina.-Conducta de los individuos de este ejército.-Temores que inspiraba.-Motines en que tomó parte.

I.

La guerra de Arauco es una de las mas sangrientas, i sobre todo, una de las mas largas que recuerda la historia.

Hai pocos pueblos que hayan defendido su independencia con tanta constancia i heroicidad como los indios de esa comarca.

Los españoles tenian las incomparables ventajas de la superioridad en las armas i en la disciplina; disponían, puede decirse, gracias a los caño

nes i arcabuces, del rayo que repartia por todos lados una muerte terrible, i que la llevaba a lo léjos; montaban fogosos i rápidos caballos, que les comunicaban la fuerza de centauros, i que convertian a cada guerrero en ciento; conducian en pos de sí perros feroces i cebados en la carne de indio, que daban la caza a los indíjenas como a fieras; habian dominado a los naturales del norte del país hasta el estremo de conducirlos en número mui considerable contra sus compatriotas del sur; "servian los indios a los españoles, dice uno de los cronistas primitivos, no solamente en sacar oro i en otros trabajos, sino tambien de coadjutores en la guerra contra los indios que estaban adelante, cosa no poco notable, mayormente siéndolo con tanta fidelidad, sin hallar jamas traicion en alguno dellos".

La última de las observaciones del cronista citado no era del todo exacta, pues debe recordarse, entre otros, a Lautaro; pero en fin, hablando en jeneral, aseveraba un hecho verdadero.

Las ventajas mencionadas eran inmensas, las mismas que permitieron a los españoles realizar con tanta facilidad la conquista de otras rejiones de América; pero en compensacion, los araucanos eran mucho mas numerosos que los invasores, i sobro todo, tenian la resolucion inquebrantable de no renunciar a la independencia, de soportarlo todo ántes que perderla.

Si la lucha hubiera debido ser decidida por medio de batallas regulares, los araucanos habrian podido ganar algunas victorias, como efectivamente las obtuvieron; no obstante, al cabo de un tiempo mas o ménos largo, habrian sucumbido.

Pero no se trataba de derrotar ejércitos, sino de dominar un pueblo valeroso i soberbio, que lo preferia todo al vasallaje.

El único plan que podia adoptarse para conseguirlo a la larga, era fundar en situaciones convenientes fortalezas i ciudades que sirviesen de diques a aquel mar de barbarie i de intrepidez, siempre bravío, preñado de tempestades aun en sus calmas, i que creasen centros industriales en cuyo contorno se acumulasen elementos de civilizacion i de dominacion, que poco a poco se fueran esparciendo por toda la comarca.

Fué esto lo que comprendió perfectamente la vista penetrante de Pedro de Valdivia; pero confió demasiado en sus fuerzas, i cometió la grave falta de no conocer que carecia de los recursos indispensables para llevar a cabo esta idea, a lo ménos en toda su estension.

Valdivia multiplicó las fortalezas i las ciudades en la rejion austral de Chile; pero aquello era solo la mitad de la obra que debia realizarse, ménos quizá de la mitad.

¿I la otra mitad, la mas importante?

¿Cómo guarnecer esas fortalezas; cómo poblar esas ciudades?

No bastaba delinear calles, levantar una capilla i una cárcel, una casa de ayuntamiento i un recinto fortificado, i rodear todo aquello con una pared, una estacada o un foso. Era necesario encontrar jente que se avecindara dentro de aquel lugar; i esto era lo dificultoso, o mas bien lo imposible. Sobraban la tierra i la madera para construir edificios; pero faltaban los habitantes para ocuparlos.

En caso de ataque, las nuevas poblaciones no contenian los recursos suficientes para defenderse por sí solas; i como se hallaban situadas a largas distancias unas de otras, no alcanzaban a protejerse mutuamente.

La historia, por boca del cronista de Indias An

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