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que precedían á la celebracion de las fiestas religiosas, los sacerdotes y todos los que con cualquier motivo tomaban parte en ellas, guardaban una continencia absoluta y se privaban de comer carnes ó manjares, sazonados con sal (22).

No terminarémos este rápido exámen de la teogonía maya, sin hacer notar que los historiadores antiguos no dejaron es-crita una sola palabra sobre el culto que nuestros predecesores en esta tierra, profesaron al sol, al phallus y á la serpiente. Cuál será el motivo de este silencio? ¿Será porque este culto fué completamente destruido por los mismos que asolaron nuestras antiguas ciudades, y porqué con este motivo los mayas del tiempo de la conquista que comunicaron con los misioneros, no conservaban ningun recuerdo de él? Todo esto es muy verosímil; pero no es posible dudar de la existencia de una religion, que ha dejado vestigios tan patentes en nuestras ruinas.

De la adoracion que se tributaba al sol, no solamente tenemos un recuerdo en las ceremonias con que se honraba al Kinich Kakmó de Izamal, sino tambien en las imágenes de aquel astro reproducidas en los templos y demás monumentos públicos de otras ciudades (23). Del símbolo bajo el cual los itzaes: adoraban la generacion y la creacion en general, se encuentran multitud de vestigios en los mismos lugares, y su existencia en los santuarios, no permite abrigar ninguna duda sobre el objeto con que fueron colocados allí. En cuanto á la serpiente, hay todavía mayor número de datos para comprobar el culto especial que le tributaban. El sumo sacerdote de Mayapan se daba

otros se separaban partes de sus cuerpos, otras se agujeraban las lenguas al soslayo por los lados, y passaban por los agujeros pajas con grandísimo dolor; otras...." No nos atrevemos á copiar lo demas. - Baste saber que de las huellas que esta supersticion dejaba en los templos, se dedujo, sin mas fundamento, que la circuncision fué practicada entre los mayas.

(22) Landa, Relacion XXVII.

(23) Stepheus, en varios pasajes de su Viajo á Yucatan, habla de estas imá genes. Véase especialmente el tomo II, capítulo HI.

el título de Ahaucan (serpiente real) y el rey del Peten se llamó Can-Ek (serpiente negra) hasta el dia en que aquella region fué conquistada por los españoles. Este reptil se vé reproducido de cien maneras distintas y á cada paso en los monumentos antiguos. Se le pintaba en los cuadros, se le grababa en las vigas, se le representaba de bajo relieve en las paredes y se colocaba su estatua en los templos. Debia pasar por una deidad terrible, porque generalmente se le reproducía en actitud de estar irritada, ordinariamente llevaba entre las fauces la cabeza de un hombre ó de una fiera, y su imágen, como en Campeche, era muchas veces regada con la sangre de los sacrificios.

Vamos á presentar algunos testimonios de este culto, que podríamos llamar prehistórico, puesto que como hemos dicho ya, ningun historiador dejó escrita sobre él una sola palabra. Nos limitarémos á citar á Stephens, el cual probablemente inspirará al lector, la misma confianza que á nosotros.

Hé aquí lo que dice respecto de la imágen del sol, hablando de uno de los mas hermosos edificios de Labná, y acaso de toda la península: "Encima de cada puerta habia un hueco cuadrado, en que existían aun los restos de un rico adorno en estuco, con visibles señales de pintura, al parecer representando la faz del sol, rodeada de sus rayos, y que probablemente sería objeto de culto y adoracion, por mas que hoy se presente tan miserablemente destruido."

Respecto del phallus escogemos entre otros muchas pasajes, el siguiente, que se refiere á las ruinas de Uxmal. "Cerca del centro de la plataforma, á una distancia como de diez y ocho piés del principio de la escalinata, existe un recinto cuadrado, que consiste en dos capas de piedras, sobre el cual está en una posicion oblícua, en actitud como de caer, una enorme piedra cilíndrica que mide, en la parte que está fuera de la superficie del terreno, ocho piés sobre un diámetro de cinco. Es notable

esta piedra, por sus proporciones inusitadas é irregulares, y por su poca simetría y conformidad con todo lo demás que la rodea. Segun la posicion culminante que ocupa, no hay duda que estuvo destinada á algun uso de importancia; y puesto en relacion con los otros monumentos hallados en aquel sitio, da lugar á creer que semejante piedra tiene alguna conexion con los ritos y ceremonias de cierto culto antiguo, conocido por algunas naciones del Oriente" (24).

En cuanto al culto de la serpiente, hé aquí como se exprésa, hablando del edificio mas culminante de Chichen, llamado el Castillo. "Al pié de ésta, (la escalinata del templo) formandoun arranque atrevido para la parte superior, hay dos cabezas colosales de serpientes de diez piés de extension, con la boca abierta y la lengua de fuera. No hay duda que eran los emblemas de alguna creencia religiosa, y debieron de haber excitado un sentimiento solemne de terror en el ánimo de un pueblo, dotado de imaginacion, cuando se paseaba entre ambas cabezas" (25).

(24) Viaje á Yucatan, tomo I, capítulo VIII. (25) Obra citada, tomo II, capítulo XVII.

CAPITULO XI.

Vestigios de un calendario anterior al tolteca.-Cronología maya.-El dia.-La semana.-El mes.-El año.-Fiesta al dios "Mam."-Los cuatro Bacabes. -La época llamada "Ahau."-Número de años que contenía.-El siglo.

Una de las señales mas sorprendentes de la civilizacion de los mayas, es el admirable arreglo de su calendario, tan perfecto casi como el del pueblo que en el siglo XVI los conquistó. Es sustancialmente el mismo que el de los toltecas y chiapanecos, aunque conserva huellas de que los astrónomos yucatecos no copiaron servilmente el de sus vecinos, sino que supieron acomodarlo á ciertas exigencias de su país. Conserva todavía otra huella mas importante para el anticuario y el historiador. Hemos dicho en otra parte (1) que los toltecas que se establecieron en Xicalango, trajeron consigo la reforma del calendario con otras varias instituciones, que los pusieron en pugna con los nahoas. El abate Brasseur habla en varias de sus obras (2) de esta reforma, sin decir en que consistía ni adu

(1) Capítulo II de este libro.

(2) Bosquejos de Historia, Arqueología, Etnografia y Linguística. Informe sobre las ruinas de Mayapan y Uxmal.

cir ninguna demostracion; pero puede en nuestro concepto ser considerada como tal, la alteracion que en una época, que no es posible determinar con precision, sufrió el sistema cronológico de nuestros antecesores en esta península.

Hay en efecto motivos muy poderosos para creer que las revoluciones de la luna fueron las primeras que sirvieron á los antiguos yucatecostal vez á los itzaes— para arreglar su cronología. Así lo hace comprender la circunstancia de que al mes se diese el nombre de U, palabra que significa la luna. Landa cree que el mes lunar se componía de treinta dias, porque "lo contaban desde que salía nueva (la luna) hasta que no parecía" (3), palabras que evidenteme envuelven una contradiccion, porque no son treinta dias los que la luna emplea en hacer su evolucion al rededor de la tierra. D. Juan Pio Perez cree que se componía de veinte y seis dias, "que es poco mas ó ménos el tiempo en que la luna se deja ver sobre el horizonte en cada una de sus revoluciones," y tambien porque veinte y seis es el doble de trece, número que era tenido por sagrado entre los indios (4). Tales son los pocos vestigios que nos quedan de la cronología primitiva de Yucatan; y la contradiccion que se advierte entre los dos autores que acabamos de citar, que son los únicos que la han examinado, prueba que solo se conservaban muy débiles recuerdos de ella en los tiempos de la conquista.

¿Porqué los indios abandonaron repentinamente este sistema para adoptar el de sus vecinos? Sería á causa de los adelantos que hicieron en la astronomía, como pretende el Sr. Perez? ¿No sería mas bien porque ese viejo sistema, que perteneció tal vez á los itzaes, tuvo que ceder su lugar al de los toltecas, que lo impusieron al país con sus victorias, del mismo modo que le impusieron otras instituciones?

(3) Relacion de las cosas de Yucatan, § XXXIV.

(4) Cronología antigua de Yucatan § II,

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