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diz, además de Madrid, tenía ya que sufrir la ruda competencia de su rival afortunada (1).

Casi dos siglos de existencia del género lírico nacional eran más que suficientes para haber arraigado con hondas raices en nuestro suelo, el drama músico español. Muy otra sin duda fuera la suerte de los compositores españoles, si la invasión italiana hubiese encontrado aquí una escuela más ó menos perfeccionada. A lo sumo, la superioridad manifiesta de otro arte con respecto al nuestro, hubiese dado por resultado un progreso más o menos retardado del teatro musical indígena, constreñido á seguir las evoluciones del que se ofrecía por su propia virtualidad en modelo. No fué sin embargo así, cúlpese á nuestra falta de iniciativa; y al furor que despertaban las bufas y tenores de los Caños del Peral, solo se opuso el socorrido remedio de expulsarlos de nuestros teatros. Infructuosas, en medio de nuestra espantosa decadencia,-que tan bien pintara el insigne Moratín,-las tentativas de fundación de la ópera nacional por iniciativa del infante D. Luis, nada mejor se halló en definitiva para fomentar el arte español, que el disponerse por el Gobierno de S. M. en 28 de diciembre de 1799, que de allí en adelante no se pudiesen representar, cantar, ni baylar, piezas que no fuesen en idioma castellano y actuadas por actores y actrices nacionales ó naturalizados en estos reinos. Y no satisfecho aun con esto el honor nacional, que como se vé se contentaba con muy poca cosa, por R. O.

(1) Origen, épocas y progresos del teatro español, por García de Villanueva.-Madrid, 1802.

de 11 de marzo de 1801 se hacía extensiva la aludida prohibición á todos los dominios españoles. Desterrados por este exabrupto los artistas extranjeros, ya que no el arte de su nación-cuya música se cantaba entre nosotros con libreto castellano por artistas nacionales-hicieron aquellos desde entonces muy pocas apariciones en Madrid y provincias, hasta que definitivamente reapareció la ópera italiana en 1826.

Tales son las vicisitudes porque atravesó la música dramática de Italia en la historia artística de nuestra pátria. Prescindiendo de los motivos especiales de su aclimatación en Barcelona, materia que ha de ser objeto de otro capítulo, bien podemos desde ahora afirmar por lo apuntado, que la ópera nacida por el esfuerzo de Peri y de Rinucini, de Monteverde y de Scarlatti, apareció en España en los comienzos del siglo XVIII, entrándose aquí como en todas partes por las puertas de los palacios, ό bien como remedio á la cruel hipocondría de un Rey ó á expensas y por iniciativa de un príncipe aclamado como soberano por una ciudad libre,

CAPÍTULO III.

La ópera italiana en Barcelona hasta 1783.

Carácter de permanencia en el desenvolvimiento de la ópera en Barcelona, como escepción al general de España.Sus causas: antigua afición á la música; relaciones con la Italia artística; carencia del teatro catalán; particularismo dentro de la unidad nacional.-Hechos que justifican aquel carácter de permanencia.Óperas en la Lonja. -La Dafne.-Primera compañía de operistas conocida.Documento curioso.-Temporada de 1750 à 1751.-Le pescatrici.-De 1765 á 1770.-Privilegio de 1771.-Indepencia de este desarrollo, del estudiado anteriormente en la córte.-El teatro italiano de Barcelona en 1783.

Al entrar de lleno en el estudio de la historia del teatro italiano en Barcelona, recordaremos haber indicado ya anteriormente por lo que interesaba á nuestro propósito, que el procedimiento por el cual se implantó en España el arte italiano, había seguido muy distinto rumbo, obteniendo diversos resultados, segun que habían sido favorables ó adversas las condiciones de las distintas localidades, donde primeramente hizo su aparición la música ultramontana. Así, hemos observado como característica del desarrollo que la misma tuvo en Madrid, cierto aislamiento y una como hostilidad marcada por parte de los elementos indígenas, que redujeron á

los italianos á vivir del favor real, mucho más tiempo del que era necesario para lograr que su arte arraigase en la corte. Por contraposición ahora, tócanos ver qué causas, qué razones pudieron influir en la capital del Principado, para que floreciese en cambio este género por tan distinta manera entre nosotros. Y puestos en este terreno, ocúrrense variedad de aspectos que más ó menos, conspiran definitivamente á este resultado final, á saber: el de que Barcelona desde muy al principio, admitió sin reservas é hizo suya la música de Italia. Los motivos que consideramos coexistieron en nuestra ciudad, propios y peculiares de la misma, no pueden referirse á las otras comarcas españolas que en el pasado siglo cultivaron el espectáculo venido del extranjero; no es, pues, extraño que admitamos como excepción, dentro de la regla general, el conjunto de facilidades que aquí dieron próspera y continuada existencia á la innovación.

Sin remontarnos á más antiguas edades y fuera propiamente del terreno de una investigación histórica acabada, no es difícil admitir como parte del movimiento provenzal que comienza con Guillermo de Poitiers en el siglo ix, el renacimiento y subsiguiente cultivo de la poesía y de la música populares en Cataluña. En la incesante labor porque se traduce en el universo mundo la constante ley de la evolución, cúpoles á las antiguas regiones que constituían el viejo Principado, la fortuna de ser las primeras en este artístico aspecto, que fué creciendo y agrandándose hasta llegar á su apogeo en la época corrida desde los siglos XIII al xv, en que los que mejor representaban los triunfos de la gaya ciencia,

eran los pueblos regidos por los Condes de Barcelona y los Reyes de Aragón. Aquel renacimiento glorioso del espíritu popular en los siglos medios, que tanta trascendencia tuvo, y que de mil maneras comprueban á una, el testimonio elocuente de la historia, de la literatura y de la legislación patrias, ostentó á modo de preciada enseña de nuestro adelanto musical, el sin fin de canciones y serventesios tan sabiamente compuestos como con tanta variedad de ritmos y con tal riqueza y propiedad de aires adornados, que pasando de boca del trovador al dominio público por oficio de juglares, contribuyeron no solo á cambiar por completo el aspecto artístico de Cataluña, sino á marcar en el exterior su influencia, así política como social. Como la música del pueblo produjo la de los trovadores, la de éstos dió orígen á los cantos propiamente dichos populares, que aplicados á las danzas y regocijos de aquellos tiempos, por la definición de cadencias é inherente precisión de ritmos, prestaron nuevo valor á los motivos primitivos, creando definitivamente los aires nacionales. Influida por el desarrollo progresivo de la música del pueblo la música religiosa, del propio modo que los cantos de la li– turgia habían hecho aparecer anteriormente las primeras manifestaciones del arte nuevo, desparecido ó poco menos el antiguo en la noche de los siglos bárbaros, combináronse ambas en la creación de los misterios, siendo indudable que la superioridad de su cultura artística y lo adelantado de su civilización, permitieron á Cataluña intervenir directamente en un movimiento, que con aquellos elementos y las solemnidades palatinas, constituía

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