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penetrar la línea amenazaba hacerlo. Tambien pudo tener noticia de la fuerza que venia del centro en nuestra ayuda a las órdenes del capitan don Pedro Valenzuela.

No podiamos cantar victoria, ni entregarnos a la celebracion de un triunfo tan espléndido, porque creiamos perdido a nuestro Jeneral en jefe. Algunos le habian visto comprometido en la pelea, otros echarse al rio delante de una partida contraria, y nadie daba noticia de su paradero. Por fin llegó un propio avisando que venia en la segunda division con socorros. Fue jeneralmente gratificado por los oficiales y festejado a su modo por los soldados. El entusiasmo subió de punto cuando se le vió llegar salvo, victoreando y felicitando con sombrero en mano a sus valientes compañeros.

No copio aquí el parte del Jeneral en jefe porque no lo tengo orijinal y el que se publicó lo creo si no mutilado a lo menos algo inexacto, como escrito en los primeros momentos, en medio de la algazara, y de los dolores que debian aquejarle despues de tantos trabajos sobrellevados en esa mañana. Solo diré que recomienda a toda la division, y mui especialmente al coronel O'Higgins, a quien proclama como el primer soldado de Chile. Puede verse dicho parte en el Monitor Araucano número 87 de 30 de octubre de 1813.

Tengo que confesar aquí otra falta mia, o mejor diré una accion vil, que el trascurso de treinta y dos años no ha podido borrar de mi memoria, ni el mas sincero arrepentimiento de mi conciencia. ¡Pueda esta confesion aliviarme de su peso! Cuando principiá

bamos la persecución se presentó un realista victoreando al cura Valle que equivocaba con el teniente García, porque estaba vestido con un capote negro. Yo descargué al pasar un sablazo sobre la cabeza de este infeliz, y lo tendí en el suelo: luego oí uu tiro de pistola, volví la cara y ví que un muchacho sirviente de Prieto le habia acabado de matar. Esta muerte innecesaria caé bajo mi responsabilidad, y no he podido contarla en el número de los actos que las leyes de la guerra justifican, ni creo que pueda servirle de disculpa el acaloramiento del combate, o el dolor con que me aquejaban mis heridas.

Cuando volví al campo ví a la mujer de un soldado que próxima ya a ser madre, armada de una bayoneta guardaba a los prisioneros que tenia hechados boca abajo.-Una jóven de 15 años que no sé porque motivo seguia a la tropa, estaba traspasada en el vientre por una bala, lo que despues le valió el apodo de la abaleada.

Al tercer dia nos vimos obligados a trasladar nuestro campamento a la laguna de Abendaño, porque el olor que exhalaban los hombres y los caballos muertos en el bosque, lo hacian insoportable y porque esta posicion, aunque fuerte, no tenia objeto militar. Fuimos a situarnos mas arriba frente à la confluencia del Itata y el Diguillin. El cuartel maestre Mackenna vino all para dirijir la fortificacion del campo, que consistia en un parapeto de ramas y la tierra sacada de un foso esterior de una vara de ancho y otra de profundidad. Lo mismo habia hecho en la 2. division situada en Bulluquin. El enemigo respetó estas débiles trincheras.

El capitan don Pedro Valenzuela con cien granaderos repasó el ltata, para observar la ribera norte del Ñuble, guardar los partidos de San Carlos y Parral, y protejer los convoyes que siempre esperábamos de Talca, porque creiamos que nuestra apurada situacion, nuestra hambre y desnudez, el gran servicio que estábamos prestando al frente del enemigo, la escasez de municiones y de caballos, debian tenerse mui presentes por los gabernadores del otro lado del Maule. Jamas nos habriamos podido imajinar entónces que se nos abandonaba intencionalmente porque en ello se interesaba un fin político, cuando el menos advertido debia conocer que destruidas nuestras fuerzas, sucumbia el pais y se frustraban todos los planes concebidos, a no ser que fuese uno volver a la dominacion española, lo que no podia sospecharse de patriotas tan acreditados y comprometidos.

En Trocayan fue atacado Valenzuela por fuerzas mui superiores, al mando de Olate: La accion fue mui sangrienta, duró 4 horas, y cayeron muertos el digno capitan Valenzuela, su segundo el valiente Valverde, el honrado Ortiz, 10 soldados, y tuvimos heridos 23. Quedaron tambien sobre el campo 27 enemigos, y tocaron la retirada cuando ya habiamos consumido nuestras municiones, y cuando todas las esperanzas se libraban a las bayonetas. El mando de estos bravos recayó en el mui jóven subteniente Manterola, que lo sostuvo con acierto, emprendiendo su retirada sobre Cauquenes. Allí recibió órden del Gobierno para pasar a Talca, de lo que no se dió noticia al Jeneral; así es que quedaron desatendidos puntos mui importantes, y cayeron en poder del enemigo muchos co

rreos que marchaban bajo el supuesto de estar guardados por esa fuerza.

CAPITULO VII.

El Gobierno supremo se traslada a Talca, su objeto aparente, y el real-Oficia al Jeneral Carrera para que renuncie el mando del ejército, lo mismo que sus hermanos-Nueva conspiracion a favor de los realistas-El enemigo embarca en Arauco a varios prisioneros-Se repliega todo el ejército sobre Concepcion y se le incita a que deserte-El señor Cienfuegos va de plenipotencia. ciario-Se recibe del mando el señor O'Higgins-Hace salir a los Carreras de Concepcion y caen en poder del enemigo.

He llegado a una época de nuestra historia, cuyo recuerdo conmueve todavía mi patriotismo, y para cuya relacion se encuentra embarazada mi torpe pluma. Quisiera pasarla por alto, pero temo dejar una laguna que dificulte la intelijencia de sucesos importantes. Tambien con este silencio podria estraviarse el juicio de futuros escritores, que a falta de mejor guia, intenten talvez seguir mis pasos. Correré por este desagradable campo a largas jornadas, sin penetrar mucho en sus intrincados laberintos, y fijando solo la consideracion sobre los puntos mas promi

nentes.

El Jeneral Carrera tenia enemigos, como los tiene siempre el que manda, máxime en tiempo de trastornos políticos, y cuando cada cual se cree con derecho y con aptitudes bastantes para llenar los huecos que deja una revolucion. Si el comun peligro que todos corrian con la invasion de Pareja, habia acallado

las animosidades, de ningun modo habia estinguido las particulares ambiciones. Ellas parecian revivir con nuestros primeros triunfos, y con las comunicaciones en que el mismo Jeneral daba seguridades, para alentar el patriotisino vacilante de los pueblos. La victoria que parecia próxima era el prospecto del establecimiento de un gobierno tranquilo, y las glorias que adquiriese el Jeneral y la opinion que le granjeasen, el muro impenetrable que lo defendiese, y cerrase a otros el camino al poder. Era preciso para esto contenerlo en su carrera, y arrebatarle el fruto de sus trabajos. La obra parecia fácil, pues los recursos que el jenio encuentra en todas partes, y los sucesos que sabe proporcionarse por sus meditaciones, se creian elementos a disposicion de cualquiera; y la alta reputacion que en el ejército y en todo el pais, se habia ganado el jeneral por sus talentos, por su actividad y por sus modales, podia ser destruida con la calumnia. Los realistas ayudaban a fraguarla, para desacerse del enemigo que mas temian, y para sembrar la discordia, medio el mas eficaz para alcanzar su triunfo.

El Gobierno supremo se componia a la sazon de tres ciudadanos mui distinguidos por sus virtudes, por su patriotismo, y por sus sanas intenciones. Deploraban mas que nadie los males que la guerra atrae sobre los pueblos, deseaban ardientemente darle fin, y soñaban con planes de ventura pública que solo la paz podia desarrollar. Se les hizo concebir que Carrera era un obstáculo permanente a la felicidad del pais, y que su destruccion era la obra mas importante que la Providencia habia confiado a sus manos.

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