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enemiga en número mui considerable, y la nuestra se replegó sobre la plaza. El ataque era combinado con las fuerzas de San Pedro y Rere, y todas ellas traian una marcha simultánea. Así fué que casi a un tiempo cubrieron las alturas de Chepe, Puntilla y Caracol, estableciendo su cuartel jeneral en las casas de Lucares. El 12 hicieron repetidas entradas por diversas calles, y en todas fueron rechazados, no atreviéndose a presentarse por aquellas que miraban a la plaza y estaban guardadas por los cañones. La noche se pasó en continua alarma, amagando el enemigo por todas partes con el intento de incomodar a la guarnicton, hacer consumir municiones que escaseaban mucho, y robar algunas casas. En la madrugada del 13 hicimos una salida por el costado de la laguna de Gavilan, para dar agua a la poca caballería que teniamos; pero el enemigo cargó con tanto arrojo que no logramos el objeto, tuvimos tres muertos, un herido, prisionero al cadete don Francisco del Rio y dos soldados, y perdimos tambien algunos caballos. No fuimos mas felices en otra salida que hicimos despues por la parte del Biobio, en la que nos hirieron gravemente al oficial de infantes de la Patria don Ramon Gil tuvimos tambien tres muertos. Se circunscribió la defensa al estrecho cuadro de la plaza, y el enemigo emprendió el ataque por dentro de las casas, las que de paso eran entregadas al saqueo para satisfacer la rapacidad del enjambre de huasos que habian arrastrado de toda la campaña. A medio dia llegaron a apoderarse de la casa de los Benaventes que linda con el palacio, y se trabó la pelea encima de los tejados. Por otro punto tenian la casa de los Novoas, que

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comunica con la recoba por medio de una ventana, y en ella se estableció tambien la lucha. En estas circunstancias, y segun se dijo, por los ruegos de la señora de don Pablo Hurtado, despachó el comandante realista don Matias de la Fuente, un parlamentario intimando rendicion y ofreciendo una capitulacion honrosa. Fué necesario aceptarla, pues la plaza no podia sostenerse dos horas; las fuerzas que la atacaban eran diez veces mayores que las que las defendian, y el ejército patriota se hallaba a cien leguas de distancia. El resto de ese dia se gastó en concertar la capitulacion, quedando por último convenido en que a la mañana siguiente la guarnicion rendiria las armas en la plaza, saldria de ella con tambor batiente, y no volveria a servir contra el rei; que los vecinos no serian incomodados por sus opiniones, y que el cumplimiento del pacto era garantido por todo el honor de la nacion española. En esta virtud se rindieron 130 fusileros, 60 lanceros de los Andes con sus respectivos oficiales y doce vecinos que habian quedado en el cuadro. El honor de la nacion española, representada por los realistas de América, fué siempre la garantía mas ineficaz, por no decir atroz. Así es que el mismo dia los defensores de Concepcion fueron declarados reos de estado, y encerrados en estrechos calabozos y lugares habilitados al efecto, como el De profundís del convento de la Merced; mientras se preparaba la nueva iglesia de la catedral para depósito jeneral, en que entraron hombres de todas clases, ancianos de 80 años, y niños de 15. El ayudante de plaza Manterola, que por su ardiente patriotismo y carácter osado y bullicioso, se habia granjeado el ódio

del partido realista fué castigado con bofetadas y palos; y tendido en el suelo con las manos amarradas y una mordaza en la boca, permaneció muchas horas, para ludibrio del soldado. Los oficiales don José Santiago Gomez, don Juan José Quijada y don Santiago Flores curaron sus heridas en la prision; pero don Ramon Gil murió en ella y el valiente don Juan Manuel Vidaurre sucumbió ántes de entrar. Los demas fuimos tratados con el mayor rigor: por muchos dias fué mi colchon uu pellejo de carnero, mi almohada un ladrillo y mi cobija un pedazo de capote; y con todo no era uno de los peor parados. Las mujeres que quedaron en las casas, con mil apuros podian proporcionarnos el diario sustento y al introducirlo era desfalcado por la guardia. Esta era mui numerosa, y constantemente tenia abocados, a la única puerta que se habia dejado, dos cañones cargados a metralla, la mecha encendida y la órden de disparar sobre nosotros al menor movimiento que hiciésemos.-La desierta isla de la Quiriquina fué tambien convertida en depósito de prisioneros. Se nombró una junta para instruir los procesos, pues, todos éramos considerados reos de lesa Majestad. Se aguardaba solo la conclusion de ellos, para imponer las mas severas penas a algunos oficiales, así en Concepcion como en Chillan, y para remitir otros a las Casas-matas del Callao. Todos sufríamos con severa fortaleza el rigor de nuestro destino, y los insultos de oficiales improvisados, o de partidarios triunfantes en una guerra civil, y en quienes ni la educacion ni los sentimientos de honor, mitigaban el acaloramiento de las pasiones.

CAPITULO XI.

Llega a Chile Mr. James Hillyar, encargado por el virrei para proponer un convenio-Acuerdo celebrado por el Director y Senado -Se nombran plenipotenciarios-Tratados de Lircai—El ejército realista se retira a Chillan y el de la Patria ocupa a Talca— Se pone en libertad a los prisioneros-Los tratados son mal recibidos por uno y otro bendo.

La situacion del Jeneral realista era la mas «em» barazosa, desde que con tan poca prevision habia >>>ido a poner en Talca sus cuarteles de invierno: » cuando veia ya entrada la mala estacion, y cuando » conocia los pocos progresos que podian hacer sus >> armas en el tiempo de las copiosas lluvias sobre ca» minos interceptados para caudalosos rios, y en >> puntos que carecian de hospitales para el auxilio » de sus enfermos y heridos (1);» mientras por otra parte el ejército de la Patria se encontraba segun la esposicion del Director Supremo, con «dos mil veinte

y dos fusileros, veinte cañones de todos calibres, una brillante caballería y a mas la tercera division » al mando del valiente y esperimentado don Santiago Carrera; la que se componia de los infantes

(1) Torrente tomo 2. páj. 44.

» y voluntarios de la Patria, infantería y artillería » de Valparaiso, cívicos de Aconcagua y Quillota, » que llevaban una fuerza de mas de 700 fusileros,

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un tren que iba marchando de 8 piezas de artillería con su correspondiente servicio de municiones y » tropa, los destacamentos de los rejimientos de ca» ballería de la capital, número 1 y 2 de Maipo y Rancagua, de Aconcagua y los Andes, mas de 1500 caballos, abundantes caudales, víveres y mu> niciones. Tales recursos (valiéndome de las palabras del mismo Director) unidos al entusiasmo y firmeza de los pueblos, a la justicia de nuestra › causa y a la segura proteccion del Dios de los ejér» citos, eran suficiente para que contásemos con una completa victoria (m). No era probable que nos viésemos jamas ménos espuestos, ni con mejores es» peranzas de un triunfo.» Sin embargo, cuando era tal la situacion de los ejércitos belijerantes, y cuando concurrian tantas probabilidades a nuestro favor, fué justamente cuando comenzaron a oirse platicas de paz. He aquí su orijen.

a

En los primeros dias de abril ancló en el puerto de Valparaiso procedente del Callao la fragata de S. M. B. Phaebe, mandada por el comodo ro Mr. James Hillyar. Este caballero se anunció al gobierno como encargado por el virrei del Perú para proponer algun convenio que hiciese cesar la guerra, y se ofreció como mediador para fin tan noble. Ignoro si traia algunas comunicaciones o credenciales que acreditasen ese carácter ante nuestro Gobierno, pues nunca se

(m) Memoria sobre el estado de la guerra y la necesidad de concluirla-Santiago abril 5 de 1814.

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