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tro era igual el descontento y se manifestaba con aetos positivos de desobediencia y desprecio, como poner en la cola de los caballos la cucarda española, y en la cabeza de los soldados gorras tricolores---con todo, no se pensaba en aumentar y organizar las fuerzas, en componer las armas, ni en apercibirse para el caso de ser desaprobados los tratados: al contrario, se retiraron los auxiliares de Buenos-Aires, el Batallon de voluntarios y las milicias de caballería, y se dejó consumir el ejército en Talca. En la capital se hablaba y escribia contra el convenio, se quemaban bandos supremos en la plaza pública, y se tenian acaloradas discusiones hasta en los estrados. La crisis era espantosa y el ménos avisado presentia nuestra próxima ruina, porque era bien notoria la mala fé de los realistas. El mismo Jeneral O'Higgins participaba de oficio. «Ha llegado a esta ciudad el licenciado don Miguel Zañartu, y mañana entrará el cura don Isidro Pineda: por la correspondencia que estos señores han tenido con el Jeneral Gainza, y que acompaño en testimonio, quedará V. E. cierto hasta la evidencia, que los recelos que desde el principio tuvimos de la poca fé, de dicho Jeneral, se hallan hoi realizados, a pretestos futiles, ridículos y despreciables; queriendo solo ganar tiempo para saber del virei de Lima, si ha de dar cumplimiento a los tratados, o si ha de seguir en el propósito de la desolacion del reino, único objeto de estos tiranos insaciables de envidia de los virtuosos americanos.......Con lo dicho solo, habria suficiente motivo para que V. E. inmediatamente hiciese la formal declaracion de guerra; pero aun hai mas, que como aquel Jeneral ha tenido siempre

dobles intenciones, ha procurado en tiempo hacer cuantas hostilidades le ha dictado su tiranía en perjuicio de los patriotas de la provincia que ocupa. La casa de Mendiburu ha sido obligada por este pirata-a contribuir con diez mil pesos-la de Benavente con cinco mil, y así sucesivamente.......» A principios de julio un americano del Norte escribe desde el Callao a otro residente en Santiago, la salida del refuerzo y del nuevo Jeneral Ossorio, y a pesar de tanta evidencia, las autoridades chilenas siguen su marcha de indolente apatía, o de resignada humillacion. Los mas exaltados patriotas fraguaban diversas conspiraciones para deponer al Gobierno y nombrar otro que proveyese a la común defensa: en el mismo ejército se recojian firmas para dirijir peticiones. Faltaba solo un hombre de valor y prestijio que se pusiese al frente de la opinion, y para muchos lo era solo don José Miguel de Carrera.

CAPITULO XII.

Se muda el Gobierno Supremo en Santiago-El ejército desconoce al nuevamente formado y se pone en marcha para destruirloBatalla de Maipo entre las fuerzas Patriotas-Los realistas reforzados y al mando del Jeneral Ossorio avanzan desde Chillan. Intima la rendicion-Se reunen los partidos y se reorganiza el ejército-Defensa de Rancagua-Emigracion a las provincias arjentinas.

Aunque el Supremo Gobierno al destituir del mando a los Carreras, les habia prometido la conserva

cion de sus empleos, sueldos y honores, la seguridad de sus personas en cualquier punto de la república que residiesen y la justa consideracion debida a sus servicios aunque desde su destitucion no habian podido cometer acto alguno criminal ni aun sospechoso, por haber permanecido prisioneros del enemigo; aunque, escapados de la prision habian llegado a su hacienda de campo, y lo habian comunicado al Director, diciendo que no podian presentarse inmediatamente en la capital por estar enfermos y desnudos; y aunque S. E. con fecha 20 de mayo les habia contestado: «Me son mui sensibles los padecimientos y malos ratos de VV. y en realidad han obligado mi consideracion, que ofrezco a VV. para todo aquello en que no se comprometa la autoridad que ejerzo» -Sin embargo don Juan José habia sido desterrado para fuera del pais, y se despacharon partidas de tropa para apoderarse de los otros dos hermanos. Estos lo supieron en tiempo y precavieron su prision escondiéndose en los bosques; pero ya fuese por el profundo sentimiento que debia causarles semejante persecucion y tan ingrato desconocimiento de los servicios prestados a la Patria, ya por temor de ser entregados a los realistas en virtud de los artículos secretos del tratado de Lircai, ya por satisfacer a los clamores de su anciano y respetable padre; determinaron espatriarse pasando la cordillera por el Planchon para reunirse en Buenos-Aires con su amigo el señor Poinsett e irse a establecer en Norte-América. Mas un fuerte temporal les sorprendió en el camino, y se vieron obligados a volver a su hacienda, reagravando sus compromisos este viaje, que fué atribuido a una em

presa sobre el ejército. Mackena lo avisa a O'Higgins en estos términos: «Desengañados los Carreras de que nada pueden intentar en la capital, se han dirijido hacia ese ejército-Cuidado, cuidado.» Vueltos, pues, a su vida errante, continúa la mas activa perse. cucion, y para justificarla se hace correr que su mismo padre ha delatado sus horribles planes. Se pone en arresto a este venerable anciano, y se logra tambien prender a don Luis. «En estas circunstancias, (dice don José Miguel en carta al Padre Almirall), «mis amigos y un sin número de personas, a quienes debo afectos sin merecerlo, me visitan, me repiten cariñosas cartas, y me impelen a que desampare los desiertos y me presente en la ciudad, prometiéndome su proteccion. De todo me desentiendo y solo trato de que todos me olviden: pero mis ideas se frustran, y contra mi voluntad se me arranca de mi destierro.>> ---Efectivamente, el 23 de julio, dia en que se cumplía el plazo de los edictos que se habian fijado para llamarlo a juicio, se presenta en la plaza mayor de Santiago y algunos amigos suyos en los cuarteles de las tropas, y la revolucion queda heclia. El capitan don Hilario Vial con 50 soldados estaba en San Miguel rejistrando los últimos rincones de la hacienda, y recibió la órden de retirarse firmada por el mismo Carrera. El director queda tranquilo en su casa, porque se reconoce su honradez y patriotismo, y los manejos empleados para convertirle en perseguidor. «De nadie me vengo, ni a nadie hago mal a pesar del furicso rencor con que me han perseguido.» (dice' en carta de ese dia don José Miguel.) Se hizo volver al teniente-coronel Benavente, que estaba en la hacien

da de don Estanislao Portales, para encargarle la conduccion de oficios para O'Higgins, participándole la mudanza de Gobierno, y para Gainza intimándole que si no daba cumplimiento a los tratados de Lircai inmediatamente, tuviese por rotas las hostilidades. O'Higgins determinó desconocer la autoridad del nuevo Gobierno, y poner en movimiento su ejército para destruirlo, y puso preso e incomunicado a Benavente, quitándole los oficios que llevaba para el Jeneral realista.---Todos los pueblos de la república obedecieron gustosos a escepcion de Valparaiso, cuyo gobernador manifestó repugnancia, y fué reemplazapor don Francisco Javier Videla.

do

La capital se convirtió en una maestranza jeneral. Por todas partes se aprestaban armas, municiones y vestuarios---se recojian desertores, se hacían i se disciplinaban reclutas. En la tesorería jeneral donde solo se habian encontrado mil pesos, se hacian enterar las deudas atrasadas y los empréstitos levantados. Todas estas medidas eran dirijidas a poner el pais en estado de defensa; pues ya se sabia, como ántes he dicho, la desaprobacion de los tratados y el refuerzo que despachaba el virrei. Nadie se figuraba que el ejército patriota abandonase su estacion i viniese a envolver el pais en una guerra civil, que debia causar la ruina total de la revolucion; mucho ménos cuando se habia dejado el mando al mismo O'Higgins, y se le prometian los auxilios poderosos que la capital movida por el activo Carrera, podia pro porcionar.

Aun cuando aquel cerraba las vias a todo avenimiento, este le escribia: «Mi amigo: no sé si puedo

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