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vista: un solo cuarto de hora de trato, descubre su absoluta ineptitud, y hace la apolojia de Chile. Los que vendrian de España..... es preciso hablar sin embozo. ¿Seria justo, seria prudente, convendria someterse ciegamente a personas de quienes no se tenia confianza, ni se deberia tener? Las autoridades de donde emanaria la suya, estaban contestadas por algunas provincias, con las que íbamos a chocar por solo un acto que indirectamente reprobaba su conducta. Las Juntas de Sevilla y Central, y el primer Consejo de rejencia, se sucedian con una celeridad que no indicaba tener el voto de la nacion. Estos mismos podian mui bien ser sorprendidos por hombres astutos que obtuviesen despachos cuya certeza no podiamos comprobar. A mas, podian recaer las gracias en sujetos que hiciesen de ellas el mismo abuso que en España acababan de hacer de sus facultades otros que les eran tan superiores en dignidad, concepto, fortuna, y motivos de gratitud a un soberano, que vendieron escandalosamente y con ménos esperanza que la que estos podian figurarse al venir a unos destinos, que preferian a la gloria de servir a su patria oprimida, y que públicamente se lamenta de la falta de oficiales, y de cuya defensa pende la suerte de estos paises, porque allá debe asegurarse y no aquí, donde los traeria al parecer el deseo de encontrar un asilo. Conjetura obvia que bastaria para hacerlos mirar en poco y perder toda su autoridad, o a lo ménos la parte esencial de és1a, que estriba en el concepto que los que obedecen, forman de la capacidad y virtud de quien los manda, en la estimacion que hacen de sus personas.»

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Estas poderosas razones presentadas a la conside

racion del Consejo de Rejencia que por el cautiverio de Fernando gobernaba las Españas, en el oficio de 2 de octubre de 1810, con que se le acompañó la acta de instalacion de la Junta, y las que fueron reforzadas en un folleto que publicaron en Cádiz los chilenos que allí residian y ocuparon asientos en las primeras Cortes (3), fueron bien acojidas por aquel cuerpo, y motivaron la Real órden de 14 de abril de 1811, aprobando el movimiento del 18 de setiembre. El historiador Torrente a propósito de esta R. O. dice: «De este modo sancionaron la revolucion de Chile, y para darle mayor peso, comunicaron al virei del Perú aquella famosa resolucion que llevaba el sello del pérfido triunfo de los revoltosos» (4). El marques de Casa Irujo, embajador español cerca de la corte del Janeiro, en carta de 14 de diciembre de 1810, conducida por la fragata Vigarrena, felicitó tambien al nuevo gobierno por su honroso patriotismo, su prudencia y su moderacion.

Lisonjeados los miembros de la Junta y los ciudadanos mas notables por su edad, representacion, fortuna e influencia social, con tan esplícita aprobacion de las primeras autoridades españolas, se adormecieron sobre el cráter del volcan que ellos mismos se les habian abierto, y no divisaron los peligros que amenazaban, ni se apercibieron para defender su heróica empresa. Tan seguros se creian, que no trepida

(3) Motivos que ocasionaron la instalacion de la Junta de Gobierno en Chile, y el acta de la misma-Cádiz-Imprenta de la Junta Superior de Gobierno, año de 1811.

(4) Historia de la Revolucion hispano-americana-Tomo 1. páj. 208.

ron en desprenderse de trescientos veteranos escojidos con oficiales decididos por la revolucion, para auxiliar al gobierno revolucionario de Buenos-Aires que le permitieron levantar bandera de recluta, que llevó cerca de dos mil hombres al otro lado de los Andes bajo la direccion del activo teniente don Manuel Dorrego, que cambiaron casi toda la pólvora que existia en almacenes, por azogues para el beneficio de las minas, cuya comision obtuvo el capitan don Francisco Calderon. Es verdad que en Santiago se levantó un batallon de granaderos con 600 plazas-un escuadron de Dragones con 300, y una brigada de artilleríaque se criaron algunos rejimientos de milicias y se llenaron las vacantes de oficiales que tenian los antiguos: todo esto bajo el plausible pretesto de defender el pais contra el poder del Emperador Napoleon; pero como un ataque por esta parte sino imposible era remotísimo, y como no se querria talvez alarmar a los españoles, esa fuerza se organizaba descuidadamente, o se aprestaba para lucir en las grandes paradas, mas bien que para resistir en duras batallas. La asonada militar del 4. de abril capitaneada por el español don Tomas Figueroa, que el nuevo gobierno acababa de ascender a comandante del batallon de Concepcion, y la primera sangre derramada en la revolucion, si despertó algun tanto los ánimos y alteró esa fatal seguridad, embanderizó tambien los partidos, sembró las semillas de la discordia, que produjeron despues tan deplorables consecuencias, y enervó en gran parte el espíritu revolucionario. Fácil seria, pero innecesario por ahora explicar estas anomalias.

El astuto y suspicaz virei del Perú don Fernando

Abascal espiaba con ávida atencion los pasos del nuevo gobierno, y aunque no se fiaba en las protestas de fidelidad, ni respetaba la aprobacion dada por la Rejencia, lo descuidaba escribiéndole notas en que se gloriaba de su buena fé, honor y abertura en sus procederes (5), y como, segun se expresa el historiador citado, su situacion fuese en aquella época sumamente embarazosa, y que su atencion se hallase distraida para reprimir los movimientos abiertamente hostiles del mismo Perú y Quito, hubo de disimular por entonces las tropelías de los chilenos, permitiendo la continuacion del comercio de que tanto necesitaba (6).

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Suspendo por un instante el hilo de mi discurso para preguntar al apasionado escritor Torrente: ¿cuáles eran las tropelías de los chilenos que disimulaba el virei del Perú? Encuentro su respuesta en la pájina 210 del tomo 1.o de su citada obra que dice. «Fué << entonces cuando se decretó la dotacion del cleró so«<bre el tesoro público, proscribiendo toda clase de << derechos inherentes al servicio de la iglesia, la liber« tad de los hijos de los esclavos, la abolicion de rejiadores perpétuos, los que en lo sucesivo deberian ser elejidos popularmente todos los años, la supresion de plazas inútiles, la reduccion de sueldos a los empleados, la abolicion del impuesto conocido con el « nombre de licencia, a la que estaba sujeto todo el << que salia del pais, la libre facultad de sembrar ta«bacos, la creacion de jueces que decidiesen todas las « causas sin tener que recurrir a la Península, el nom

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(5) Monitor araucano núm. 16. (6) Torrente ib. páj. 102.

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bramiento de subdelegados o correjidores por elec«cion popular, el establecimiento de escuelas de ma « temáticas, de dibujo militar y de otras varias cla«ses, y la organizacion de cuerpos militares con el ca«rácter de activos.» ¿Podria esperarse que un ilustrado escritor del siglo 19 hallase estos puntos dignos de acusacion y de ser castigados por el virei? ¿Y sobre un pueblo abandonado por su metrópoli, entregado a su propio destino, y naturalmente encargado de su defensa? Era un crimen o una tropelia siquiera la supresion de plazas inútiles, la reduccion de sueldos y el establecimiento de otras economías? ¿Lo era el nombramiento de jueces y subdelegados que no podian venir de la madre patria? Lo era la creacion de ESCUELAS? Con estas inculpaciones comprueba Torrente el sistema colonial español que él y otros paisa nos suyos han pretendido negar, y el que deseaban continuar aun despues de concluida la guerra y establecida de hecho la independencia. He entrado en esta digresion para manifestar el poco crédito que merece este historiador, cuando pretende apreciar los hechos de nuestra revolucion, y para justificarla mas y mas; como igualmente las contradicciones que se notarán entre esta memoria y aquella historia. Continúo

Corria el primer año de nuestra revolucion, perdiéndose el tiempo mas precioso para proveer a su defensa, y gastándolo en medidas subalternas, de resultados dudosos, sino perjudiciales a la causa proclamada. El 2 de mayo de 1811 se encontraron en la capital varios diputados para el Congreso que se habia convocado, y pidieron ser incorporados en la Junta de Gobierno, a imitacion de lo que acababa de hacerse

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