ADVERTENCIA.

Esta sencilla relacion ha sido compuesta en medio de graves y multiplicadas ocupaciones. Emprendí este trabajo por el solo deseo de cumplir con la designacion honrosa que hizo de mí el Rector de la Universidad, y sin mas pretension que la de ser creido. Así es que en el desempeño de mi tarea, he procurado ceñirme escrupulosamente a los documentos auténticos que poseo relativos a la materia, a riesgo de quebrantar a veces la unidad de la relacion, y de hacerla otras fastidiosa y pesada. Mucho mas lo habria sido talvez, si los hubiese relegado a notas o a un apéndice final. El futuro historiador no necesitará tanto de las reflexiones políticas y morales que el asunto sujiere de suyo, como de datos fidedignos---He manifestado a muchas personas los documentos que cito, y estoi pronto a mostrarlos a todas aquellas que deseen consultarlos o asegurarse de su existencia.

DISCURSO PRELIMINAR.

Los ínclitos varones que el diez y ocho de setiembre de 1810 destrozaron las cadenas de nuestra esclavitud colonial, son bien dignos de preclara nombradia y acreedores a nuestra gratitud y sinceras alabanzas. Ellas no pueden ser menguadas por las faltas que el ojo escudriñador de la historia alcance a descubrirles, no en la justicia de su causa, no en la rectitud de sus intenciones, ni en el denodado valor con que acometieron tan osada empresa, sino en su consiguiente inesperiencia para mandar y dirijir la rejeneracion de un pueblo hispano-americano, quiero decir, educado esclusivamente para la mas dura servidumbre política, y destinado segun la confesion de uno de nuestros conspiscuos opresores, a vejetar en la oscuridad y abatimiento (1). Podrán tambien haber carecido de prevision, porque las almas nobles y candorosas suelen fiar demasiado en los dictámenes de su conciencia pura, y en el éxito y resultados de sus grandes.

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(1) Proclama del virei don Fernando Abascal. Lima, 1810.