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la siniestra apolojía que hace de los principios de nuestra revolucion: el carácter de español le disculpa de esta imputacion ridícula i miserable, principalmente cuando. los hechos acreditan lo contrario. Todo se le puede pasar por celo de su nacion; pero la sandez que nos quiere hacer cometer, esperando a que la España se haga mas poderosa para salirle entónces con la bobería de la independencia, solo estaba buena para los muchachos de Asturias, que son un poco sencillos, o a lo menos, no tan maliciosos como los americanos. El parentezco político, tan sagrado, que cacarea, de la Madre patria con las hijas Américas, es una cosa que podia haber omitido, si queria escribir como un filósofo. Por este parentezco debian los españoles ser esclavos de todas aquellas naciones que dominaron desde el principio del mundo hasta el tiempo de los moros en la Peninsula; i seria cosa mui de verse un concurso de pretendientes tan inmenso, como el que formasen los que viniesen a alegar la maternidad de mejor derecho. La ingratitud que nos achaca, es tambien cosa mui orijinal, como si hubiésemos recibido de la España algunos beneficios, por los cuales estuvieramos obligados a sacrificarnos por su felicidad.

El autor del exámen imparcial sabe, que el único vínculo que une entre sí a los pueblos i a las naciones es la conveniencia, que, como él ha dicho, es una lei de la naturaleza superior a cuantas pueden existir. Esta lei nos manda abandonar la compañía de un tirano, empeñado en recrecer cada vez mas nuestra servidumbre pesada i afrentosa: esta lei nos manda aprovechar los momentos favorables, en que podemos a menos costa romper nuestras prisiones: esta lei nos enseña a no darle al tirano las armas con que nos oprima: esta lei, finalmente, nos dice

que el único parentezco que hai entre los españoles euroropeos i los españoles americanos es el mismo que se reconoce entre el lobo i el cordero, entre el gavilan i la paloma, entre la ballena i la sardina, entre el tirano i el miserable oprimido. Si acaso este nuevo filósofo ha encontrado algun principio en el estudio de la naturaleza, por el cual se le prohiba a aquel atacar a su opresor cuando encuentre una buena proporcion para hacerlo, publique un descubrimiento tan útil para los tiranos, i vaya a Francia a recibir un premio que le dará Bonaparte, con tanta mas razon, cuanto es mui considerable el ahorro de tropas que le puede proporcionar con su hallazgo. Pero no lo dijo por tanto su discurso se terminaba a la América; i supuesto que aquí no se ha querido adherir a sus ideas, llevará su querella a los aliados de la gran causa de la Península, para que estos caballeros tomen por su cuenta el desagravio de la madre patria. ¡Que exámenes tan imparciales se hacen en España! Todo lo entienden allí al reves de como lo entendemos en América : a una defensa injusta i apasionada llaman exámen imparcial, asi como llaman gobiernos liberales a aquellos en que se apuraron los rigores del despotismo.

Ya hemos visto que los que nos han querido persuadir que no nos conviene la independencia, no han podido desempeñar su obra, porque les ha faltado la razon, i porque no han podido disimular sus proyectos. Con esta demostracion teniamos bastante para despreciar enteramente los esfuerzos de nuestros contrarios; pero como este escrito debe presentar a los ojos de todos los americanos la grandeza de su causa por todos sus aspectos, rebatirá en otros artículos con documentos incontrastables la proposicion del Sr. Flores Estrada, en que asegura

que nuestra revolucion solo es obra de unos pocos intri gantes, i que no tiene por objeto la felicidad de la patria.

Desde que Cortés i Pizarro, a fuerza de asesinatos e iniquidades, ganaron para España las Américas, aquel gabinete conoció que necesitaba una política particular, para mantener en su obediencia unos paises de difícil sujecion. Aunque los conquistadores habian ya tomado las medidas mas seguras para impedir las revoluciones de los indios, destruyendo su especie casi de raiz, no pareció a los reyes de España que estaban mui bien asegurados; i como conocian que no habia sobre la tierra una razon para sus usurpaciones i atrocidades, buscaron en el cielo el pretexto de sus tiranías. Fue ocurrencia peregrina el buscar en Jesucristo un patron de injusticias, obligando a su Vicario Alejandro VI. a declarar, que la usurpacion i la tiranía son cosas, que pueden conciliarse con la lei de paz i de justicia que dictó el hijo de Dios sobre la tierra. Hasta entonces la santa silla de S. Pedro, no se habia violado con un acto tan contrario al espíritu de la relijion católica, quedando en mengua del nombre español haber sido la causa del mayor escándalo del orbe. ¿Qué diria S. Pedro, viendo desde el cielo a un sucesor suyo repartiendo reinos i mundos a los príncipes sus amigos? Me parece que le oigo decir escandalizado: aquel poderoso emperador del Universo, no parece un digno sucesor del pobre Pedro el pescador', discípulo de Jesus, aprendiz i predicador de su pobreza, de su humildad i de su justicia.

Aprobó el Papa la usurpacion de los españoles, i de consiguiente aprobó la destruccion de la mayor parte del jénero humano. Los españoles se presentaron en

América como unos apoderados del Ser Eterno, que venian a tomar cuenta de los errores de los indios, pero como ya se les habia sujetado por las armas, hicieron éstos poco caso de un lenguaje, que no podian entender ni los mismos que le hablaban. Solo conocian que los españoles estaban empeñados en acabar con la raza indíjena, para poseer sin zozobra las riquezas, de que abundaban estos paises. Veian degollar a sus padres, hijos, i mujeres sin mas delito que habitar un pais en que los colocó la naturaleza; i pareciendo a los tiranos que no era bastante inhumanidad ahorcarlos, descuartizarlos i quemarlos vivos, tambien los hacian pasto de sus perros. Con tal carniceria en un abrir i cerrar de ojos desaparecieron aquellas grandes poblaciones, que pondera el santo obispo Casas diciendo, que eran como los enjambres de abejas en un colmenar.

Este sistema de opresion i tiranía no fué aun bastante para satisfacer al despotismo: era preciso hacer dependientes absolutamente a los naturales de América hasta de la misma industria de los españoles. Se prohibió que los americanos pudiesen adquirir las cosas que necesitaban de otra mano que no fuese la de sus señores; i para hacer la dependencia mas insufrible, se obligó a los habitantes de América a abandonar el cultivo de todas aquellas cosas que podian venir de España. El mismo comercio recíproco de unos paises de América con otros estaba prohibido, como podia estar entre dos naciones enemigas. Asi es, que sin agricultura, sin artes, sin comercio, i sin navegacion, debiamos vívir siempre pobres i siempre abatidos. Tal fué el secreto de la política española con relacion a sus desventuradas colonias.

El poder ilimitado de los gobernadores i vireyes, so

bre las durísimas leyes de la arbitrariedad, que llenabar el código español, era otro mal que sufrian los americanos sin la menor esperanza de remedio. Todo conspiraba a reducir estos felicísimos paises al último grado de miseria i de desolacion. Unos reinados se sucedian a otros, caian unos ministros, i otros se levantaban sobre los caidos; pero nadie se ocupó jamas en echar una mirada de piedad sobre los miserables habitantes del nuevo mundo, para quienes no habia otra esperanza de remedio, que la muerte, término de todas las desgracias.

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Esta situacion deplorable duró en América 300 años hasta que irritada la divina justicia por los exesos del despotismo español, quizo castigar el orgullo de nuestros tiranos, al mismo tiempo que nos abria a los oprimidos la puerta de la libertad. Cumplióse la profecia del santo obispo de Chiapa, con que amenzó a Felipe II. haciéndole entender, que la España sufriria la misma suerte de las Américas, si en lugar de subsanar los daños, que habia ocasionado en estas rejiones, no mudaba de conducta. Mas aunque el mismo Dios hubiera hablado en la Península como a Moyses en el Sinay, los españoles siempre serian mas tiranos que los mismos Faraones: en vano seria que lloviesen sobre España todas las plagas del Ejipto, porque aquellos corazones endurecidos no podian jamas ceder sino al último exterminio. Se vieron estos usurpadores usurpados repentinamente por otro usurpador mas poderoso: conocieron que nosotros debiamos abandonarlos en su desgracia, i ocurrieron a nuestra piedad con lágrimas de cocodrilo, i con promesas de un traidor, que no teme faltar a su obligacion, cuando su poderi su interes le ponen en disposicion de descubrir sus dobles intenciones: nos prometieron mirarnos como her

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