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eternizar su antigua servidumbre, nunca pueden establecer en paz los fundamentos de su dicha, sus leyes, i sus nuevas instituciones. Aun la bondad, i los inconvenientes de las nuevas instituciones no es fácil que se conozcan sin experimentarse, principalmente si solo se han adoptado porque están establecidas en otros paises bajo circunstancias mui diversas. Esto exije ensayos; los ensayos i rectificaciones en asuntos políticos no se hacen sin movimientos i disgustos. Las pruebas de estas verdades se hallan en la historia de todas las revoluciones.

A nosotros toca hacer que la patria no tenga jamas que avergonzarse de su renacimiento político. Nuestra conducta ha de dejar a la posteridad una herencia de honor, o de infamia. Es cierto que su causa es exelentei gloriosa, i sus principios justos i liberales; pero tambien es cierto que es necesario que se sostenga con fortaleza i sabiduría, i que nuestros pasos sean circunspectos, reglados siempre por la equidad i la moderacion. ¿Queremos hallar apoyos en lugar de enemigos? Seamos justos en lo interior, i obtengamos la fama de moderados i sensatos para con los que nos observan de fuera. ¿No es cierto que no debemos desesperar a ninguno? ¿No es cierto que las potencias europeas tienen colonias, i que nos mirarian como a enemigos, si por la exajeracion de nuestros principios pusiésemos al mundo una hacha incendiaria ? No nos demos vanas alabanzas. Si hemos hecho algo bueno, acordémosnos que es mas lo que nos falta que hacer. Si nos hemos a veces estraviado, enmendemos nuestros errores. Hemos estado verdaderamente en la infancia, que es la edad de la experiencia, i aun de los delirios. Es ya tiempo de oir los consejos de la sabiduria, i proceder con reflexion, i madurez.

Tal dia como hoi dió la patria un paso necesario, pero atrevido; se comprometió su honor i su seguridad; tomó sobre sí la árdua empresa de hacer cosas mui grandes, i aun puede decirse, que se vió obligada a intentar una nueva creacion. Tal debe llamarse aparecer con dignidad en el teatro del mundo un pueblo casi ignorado, i mostrar un carácter desconocido; prepararse a defender sus derechos con la fuerza i la prudencia, levantando tropas, disciplinándolas, sosteniéndolas con sacrificios, poniendo en accion todos sus recursos, i administrándolos con economía: ilustrar a los pueblos haciéndoles oir por la primera vez unos principios de que apenas habia idea; haciendo familiares unos conocimientos, que estaban encerrados en mui pocas cabezas, i consignados en libros mui raros, i escritos en lenguas desconocidas del pueblo: educar a la juventud por nuevos i sensatos planes de estudios: extirpar abusos, destruir preocupaciones, hacer brotar virtudes sociales, inspirar nuevos sentimientos; en fin, formar hombres, soldados, oficiales, jenerales, ciudadanos, transformando un pais de conquista en un pueblo capaz de resistir con gloria.

Seria el extremo de la ingratitud, seria desentenderse del alto mérito, i aun mancharse con notas de infamia i de vileza, negar que se ha logrado ya una buena parte de tan árduos designios. Estamos en un estado de adelantamiento progresivo i con fundadas esperanzas de ulteriores mejoras.

La opinion está mui adelantada, i los buenos principios mui jeneralizados. En todas las clases del pueblo se leen los papeles públicos, i por todas partes oimos con admiracion ideas luminosas. Esta es una satisfaccion mui noble i delicada para los que han influido con tantos

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riezgos i afanes en la ilustracion universal. Tan feliz revolucion empezó a sentirse desde ahora año i medio con el establecimiento de la imprenta, i de la Aurora de Chile. Se ve realizado lo que dijo su autor en el prospecto: "Los sanos principios, el conocimiento de nuestros eternos derechos, las verdades solidas i útiles, van a difundirse entre todas las clases del estado. En dicho periódico se ve palpablemente por que grados se ha extendido i que marcha ha llevado entre nosotros la opinion pública. Pero su autor nada habria podido hacer a no haber estado a la sombra de un gobierno ilustrado i liberal. Algunos lo sostuvieron con su poderoso influjo. ¡Eterna alabanza a los protectores de la ilustracion! Las proclamaciones, los Monitores, el Semanario Republicano, prosiguieron felizmente la gran obra: i la actual guerra, en que se han visto i se ven diariamente tantos sacrificios, i en que se han empeñado i comprometido los principales hombres, i las familias mas distinguidas del pueblo, corrió el velo al designio heroico, i a la resolucion animosa de la libertad, fruto de los principios liberales.

Va a abrirse la interrumpida campaña bajo los auspicios del patriotismo reglado i decidido, i de la jenerosidad popular. Ahora ha de decidirse si por la disciplina i la virtud, unidas al valor, es digna la juventud armada de llamarse milicia de un pueblo virtuoso; i si por los sacrificios i esfuerzos merece este pueblo ser libre. El prospecto es mui feliz. La brillante division que parte de la capital, va Ilena de entusiasmo, bizarria i gloria. Los gastos han de ser injentes, pero se cubrirán sin hacer violencia a ninguno: el gobierno detesta la injusticia, i la prudencia i sagacidad del senado le aseguraa la satisfaccion jeneral. Han de verse nuevos razgos de sublime

patriotismo, i el hombre imparcial depondrá muchos recelos. Yo vi con emocion en el senado la pronta i buena voluntad del comercio que pagará mil defensores de un suelo que ama i en que vieron la luz los objetos mas caros de su amor. Las patrióticas expresiones, tan sencillas como honradas, de los hacendados que han de pagar un crecido número de tropa, enternecieron en el mismo caso. Varios vecinos ofrecen hasta sus alhajas. ¿No habian de reproducirse en América las maravillas que el patriotismo produce en Europa? ¿Hai acaso aqui menos sensibilidad, o son acaso los corazones incapaces de grandes i elevados pensamientos? Apenas llegó a la Francia la noticia de la derrota de su ejército del norte, cuando de todos sus puntos recibió el emperador mensajes con las ofertas mas jenerosas. Por las erogaciones i el entusiasmo del pueblo frances se ha vuelto a presentar Napoleon en el teatro de la guerra con una fuerza terrible, i ha abierto la campaña con victorias. "¿A qué punto de la Europa, dijo la Municipalidad de Paris, volveremos los ojos, que no encontremos monumentos de nuestros triunfos? ¿Hemos de perder tanta gloria, tanta fama?" Nosotros podemos decir: ¿En qué punto de América no existen monumentos de nuestros ultrajes antiguos? ¿En qué punto no huméa la sangre de los patriotas? El mundo ve con asombro los sacrificios del pueblo británico. Mantener en todos los puntos de la Europa, i por tantos años, el incendio de la guerra; sostener tantos ejércitos, tantas escuadras; remitir donativos tan cuantiosos para enjugar las lágrimas que hizo correr la guerra en Rusia, es verdaderamente ejemplo raro de patriotismo, i una prueba de cuanto puede hacer una constitucion sensata, i una administracion amable i sagaz. I estas maravillas no podrán reprodu

cirse en los pueblos americanos? ¿La tierra feraz en oro i plata producirá corazones mezquinos i ánimos abyectos? ¿Acaso las formas populares de gobierno son menos aptas para inspirar entusiasmo i amor público? No: la experiencia i la razon dicen lo contrario. Sin que por ahora invoquemos la memoria colosal de Roma, i de los tiempos floridos de la Grecia, sin detenernos a admirar las muestras de jenerosidad magnánima de las revoluciones republicanas de los tiempos modernos, la razon dicta i persuade, que una guerra popular en que ha de decidirse del honor i seguridad del pueblo, de la honra o infamia de tantas familias comprometidas, i en fin, de los mas caros intereses de los hombres, ha de tener mas apoyo, ha de conmover mas vivamente el corazon i el ánimo, que las guerras ordinarias, cuyo único resultado suele ser aumentar la potencia i la gloria de un príncipe.

Examinemos aun lo mas interesante que se ha logrado en tres años. Se ha puesto en planta el Instituto Nacional, obra maestra de la prudencia i del espíritu público. Este proyecto concebido desde el principio de la revolucion, vino a realizarse bajo un plan mas vasto que el que se lee en la Aurora, en medio del estruendo de la guerra. Parece que la guerra es mas útil que la paz a los paises revolucionados para plantear establecimientos saludables, i aun para consolidar su libertad, poniendo sus sistemas gobernativos sobre bases immobles. La presencia del enemigo, imponiendo silencio a las pasiones, encadena la inquietud facciosa; nace el espíritu público, por el cual solo pueden salvarse; i todos los ojos i los ánimos se vuelven hácia el gobierno que dirije la nave del estado entre los peligros i los escollos. Roma se reanimaba por la guerra, i conservaba su constitucion se

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