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cios, pretenden llevarla adelante como si fuese la cosa mas sagrada. (*)

Los derechos del pueblo fueron hollados descaradamente en aquella farsa de suscripciones; i de la misma suerte es injusto i criminal el que comete tales atentados, como el que despues de cometidos, pretende defenderlos. Los reyes de España jamas se burlaron de sus pueblos con el descaro que los autores de nuestra constitucion. Ellos nos imponian la lei como a hombres sometidos, pero no nos hacian el agravio de considerarnos como unos instrumentos de su arbitrariedad. Un déspota impone la lei a sus esclavos sin buscar otro pretexto que su voluntad: su fuerza autoriza sus exesos: leyes son los caprichos de quien puede hacerlos prevalecer. ¿Pero dónde se ha visto, que un pueblo, que sale de la esclavitud i camina hacia la libertad, haga su constitucion por medio de unos apoderados, que ellos solos se elijen, i se hacen subscribir por la fuerza? Si se quizo considerar al pueblo libre para constituirse en lo que quisiese, ¿por qué no se le convocó, para que elijese sus representantes, i diese a estos sus instrucciones? Si se quizo considerarle como esclavo, ¿por qué no se dijo claramente, que debia obedecer las leyes de la tropa? Yo encuentro en mi conciencia, que la conducta del Gran Turco es mas clara, mas jenerosa, i mas digna de disimularse.

Se disolvió el congreso que teniamos a pretexto de que los pueblos no habian sabido lo que hacian en sus elecciones de diputados. Fué terrible escándalo i no menor osadia erijirse unos pocos individuos en jueces de las operaciones de todos los pueblos; pero pase por un abuso

(*) Insertamos a continuacion la constitucion a que se refiere el autor.

El Editor.

de la fuerza. Esto lo entendia todo el mundo, i no habia uno que no quedase convencido de que las bayonetas podian mas que la razon i la justicia. Lo chocante estuvo despues en querernos persuadir, que eran mas lejítimos órganos del pueblo unos duendes, que carecian de toda eleccion, que aquellos otros a quienes se achacaban vicios de parte de sus podatarios. ¿Con qué poderes hicieron el reglamento constitucional los autores de una obra tan delicada i tan sagrada? ¿Quién fue el primer motor de este fundamento de la lejislacion chilena? No fué el gobierno, ni el pueblo, ni unos representantes del estado. Yo soi un ciudadano, he hablado sobre el particular con otros muchos de mi clase, i sé, que ni hemos prestado nuestra voluntad para el acto, ni debiamos haberlo hecho con aquella informalidad. No puede decirse mas, para convencer al mayor estúpido, de que no hai la menor autoridad de parte de la constitucion. Mui bien lo saben los mismos que la hicieron, i hartas veces lo han gritado ellos en público, para que nosotros temamos repetirlo.

Uu buen hombre, de aquellos que nacieron en dos pies por un puro capricho de la naturaleza, sé, que dijo: que aunque era cierto, que la constitucion fué absurda, nula, e ilejítima en sus principios, habia quedado despues purgada de sus vicios por la suscripcion posterior. ¡Bravo disparate, i mui digno de su dueño! Esto ha sido lo mismo que decir, que una violencia se subsana con otra mayor; i que si se ultrajó la dignidad del pueblo, atropellando sus derechos, se remedió despues, empleando la violencia para que suscribiese al ultraje. Vaya que este modo de purgar vicios es pariente mui cercano del modo de hacer constituciones. Lo que no tiene duda, es que

estos modelos no pueden haber venido a Chile de ningun pais republicano, sino de algun otro en donde este bien arraigada la arbitrariedad. La constitucion de España hecha por Bonaparte tiene mucha analojía con la nuestra, i la sancion de las cortes de Bayona, con la violenta renuncia de los reyes españoles, se fraguó seguramente en el molde de nuestras suscripciones. ¡Que diferencia de nuestra autoridad a la de los Estados Unidos de América! Nosotros somos tratados como unos entes miserables, i los otros son considerados como hombres libres. Si quizo hacerse una cosa lejítima i digna de un sistema popular, ¿por qué no se hizo a la manera de Norte América, por no buscar el ejemplo mas lejos? ¡Pero válgame Dios! cada rato me extravio del verdadero punto de dificultad. Si no se consultó en toda aquella pantomima de constitutucion i de firmas otra cosa, que colocar en ciertos empleos a ciertas personas, que no podian esperar nada de la voluntad jeneral, ¿cómo queremos que anduviera la buena fé mezclada con la intriga? Vaya; dejemos esto en este estado, i pasemos a otra cosa. Lo que es demasiado sabido fastidia, cuando se repite sin necesidad.

Yo escribo como un republicano, que ama la libertad i la justicia; que aprecia mas ser un individuo del pueblo, que cualquier destino que pudiera sacar de la aristocrácia; i que si detesta a los reyes, no es por el nombre con el cual a nadie ofenden, sino por sus tiranías. Seria yo el hombre menos consecuente del mundo, si vituperase las acciones de un tirano, i alabase las mismas en otro semejante. Si alguno se resintiese de mis escritos, no se queje de mi pluma, quéjese de si mismo, por haberme engañado, persuadiéndome que vivimos en un pais de ibertad, en que todos pueden exponer francamente su

opinion. Si miento, o me equivoco, convénzame con sus razones, si las tiene, i pongamos nuestra causa al juicio del pueblo, que todos llamamos soberano. Yo soi del mismo jénio que Salustio, en cuanto a los medios de buscar la gloria: a aquel le parecia mejor buscarla por el injénio, pareciéndose a los dioses, que por el camino de la fuerza, a semejanza de los brutos. De aquí nace, que no sean de mi gusto los azotes, los palos, ni las cuchilladas; pero si a pesar de mi natural repugnancia a estos regalos del poder i de la insolencia, me viese obligado a sufrirlos, declaro desde ahora, que todo lo prefiero a la vileza de ocultar mis sentimientos bajo la indecente capa de la adulacion. Empleen los miserables esclavos del miedo todo su estudio en congraciarse con los injustos tiranos de los pueblos: mediten trazas indecentes, i zurzan desatinos sobre necedades: envilézcanse cada dia mas i mas a los ojos de los hombres virtuosos: yo soi consecuente a mis principios, i la muerte solo podrá hacer que no declame contra los vicios, que nos arrastran a la destruccion de la patria:

La constitucion, el gobierno, el senado, i el cabildo de esta capital, tienen una nulidad insubsanable. Todo fué obra de la violencia, i esta nunca puede ser lejítima. La tolerancia de los pueblos oprimidos, que solo han tenido poder para quejarse en secreto de la injusticia, no puede dar lejitimidad a los actos del despotismo. La tolerancia no prueba mas que impotencia, i de ningun módo es un signo de la aprobacion jeneral. El que diga lo contrario, es capaz de confundir los efectos mas opuestos de las pasiones de los hombres; i para ese tal no debe haber diferencia entre el sueño i la muerte. Por mi parte, yo tengo por un necio al que opina que la toleran

cia puede suplir por falta de lejítimidad, o a lo menos, sino es una necedad, es precisamente la expresion de la mala fé mas manifiesta. Todos sabemos que los pueblos de Chile están resentidos de la arbitrariedad con que se les ha tratado: sabemos que no se oponen a la tiranía, porque se consideran sin las fuerzas convenientes para asegurar el buen éxito de sus quejas; sabemos que todos nuestros males provienen de la falta de enerjía que tenemos para obrar en nuestras circunstancias; i sin embargo de esto, hai entre nosotros hombres tan miserables i tan cobardes, que pretenden engañarse a si mismos, por no confesar los verdaderos sentimientos de su corazon. ¡Oh patria mia desventurada! tu suerte es fatal i sin remedio, mientras la sólida virtud no anime las acciones de tus hijos. Por ahora, los que debian velar por tu seguridad son mui pocos, porque los mas no escuchan otra voz que la de su conveniencia, i quieren mejor vivir esclavos de la tiranía, que desempeñar sus deberes con la dignidad de hombres libres. De esta suerte vamos caminando de una bajeza en otra, i de una inconsecuencia en otra mayor i mas degradante. El hombre libre debe tener siempre por mote:

LA LIBERTAD O LA MUERTE.

Antonio Jose' Irizarri.

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