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todos los estados particulares. Temer revestir al congreso jeneral de los estados de una autoridad suficiente sobre todos los asuntos nacionales, es el extremo del absurdo i la locura. Los individuos de este congreso no pueden atentar nada contra el pueblo, porque sus intereses están estrechamente unidos con los de sus constituyentes. Ellos han de volver a confundirse con el pueblo en cesando su comision."

"A las veces el congreso ha usado de humildes súplicas hablando con los estados particulares, lo que repugna a su dignidad imperial. Las órdenes del congreso son nulas i sin efecto cuando trece estados soberanos e independientes pueden examinarlas i obedecerlas, o desobedecerlas. Supongamos que uno de los estados falte a las leyes de la confederacion. ¿Qué haremos entón ces? Este órden de cosas no puede permanecer. Se disgustará al cabo el pueblo, aunque es tan virtuoso, i sus ánimos se prepararán para una revolucion, sea cual fuere. Los hombres tienen disposicion para ir de un extremo a otro extremo. La sabiduría i el patriotismo deben evitar los acontecimientos perniciosos."

"¡Cuan asombrosas mudanzas pueden venir! Me aseguran que personas respetables hablan sin horror del gobierno monárquico. Poca distancia hai entre el pensamien_ to, las palabras i las obras. ¡Que caso fuera éste tan tremendo! ¡Que triunfo para nuestros enemigos, si se verificason sus predicciones! ¡Que triunfo para los abogados del despotismo, si nos hallasen incapaces de gobernarnos a nosotros mismos, i si viesen que el sistema fundado en la libertad era falaz e imajinario! Quiera el cielo que en tiempo hábil tomemos medidas de prudencia para evitar los resultados que recelo."

'Aunque estoi léjos del mundo, no puedo ser un espectador insensible a estas cosas. Aunque es cierto que despues de haber conducido felizmente al puerto el vajel que se me confió, siento gran repugnancia de embarcarme de nuevo, i exponerme a las tempestades"

Mientras se hacian sérias reflexiones, i se preparaba una convencion jeneral con el único objeto de revisar el federal sistema del gobierno, ocurrió un caso que aceleró la adopcion de una medida necesaria. La debilidad del sistema gubernativo existente ayudada de opiniones erróneas, que como suele suceder, confundian la libertad con la licencia, produjo unas conmocionos en Massachusetts, que parecian verdadera rebelion. Entonces dijo en una carta Washington: "Estas conmociones ofrecen una prueba melancólica de lo que predijeron nuestros enemigos trasatlánticos, a saber, que la especie humana abandonada a si misma, no es capaz de gobernarse por sí.”

"Estas cosas no se componen con persuaciones. Las persuaciones no son gobiernos. Si los insurjentes tienen razon, hágaseles justicia; si no la tienen, empléese contra ellos la fuerza del gobierno. Si el gobierno es tan débil que no puede hacerlo, confesemos que está mal organizado,"

"Confiense las riendas del gobierno a una mano vigorosa i robusta, i castigue los atentados contra la constitucion. Si la constitucion es defectuosa, enmiéndese ; mas no caiga en desprecio, ni sea violada mientras tenga existencia."

En fin, todos saben los felices resultados del congreso de 1787, que se dieron facultades ámplias al gobierno central sin que éste tuviese que esperar la intervencion de

alguno de los Estados de la Union. Mientras se examinaba la nueva constitucion por los diputados de cada uno de los estados, elejidos por el pueblo, en órden a aprobarla o reprobarla, escribieron en favor de lo primero i de lo segundo las plumas mas hábiles del pais. Washington no tomó parte alguna en aquel animado combate de opiniones. Despues de haber libertado a su patria con la espada i restaurado sus derechos, dejó al pueblo en absoluta libertad para elejir lo que le pareciese mas conveniente. Su razon sublime i su profunda prudencia se emplearon en la organizacion del nuevo plan gubernativo, pero despues que éste se expuso al libre voto del pueblo, no quizo que su venerable opinion influyese en los sufrajios. Tanto respetaba la libertad popular este hombre esclarecido, con cuyo nombre se ensoberbece la especie hu

mana.

Es destino de la libertad que se presente a los hombres como saliendo del seno de una mar tempestuosa. Semejante al iris no se muestra sino despues de las tempestades, i como una deidad terrible quiere ser precedida de sangrientos sacrificios, de combates, i de victorias. Con todo, se ha observado que una sola accion militar feliz dá consistencia a la libertad, i que destruido un gran obstáculo, es un impetuoso torrente a quien nadie puede resistir. Segun esta observacion, la libertad llevará su marcha augusta entre las aclamaciones de los pueblos desde las riveras del rio de la Plata hasta las del Rimac, ¡Que espectáculo tan interesante! Los hombres se rejeneran, despierta en ellos aquella verdad que se habia borrado de su memoria: "todos nacen libres e independientes, i nadie puede mandarlos, sino es elejido libremente por la voluntad jeneral.” Aunque nuestros ojos han estado como

cerrados a la luz por el espacio de tres centurias, poco discernimiento se necesita para correr a las banderas de la libertad, que nos dice: hombres, no obedezcais mas que a los gobernantes'i a las leyes que hagais vosotros mismos:" i al contrario, oir con el desprecio de la indignacion a los tiranos que gritan: "pueblos doblad la rodilla delante de nosotros, i os sujetad en silencio a nuestras órdenes supremas."

¿Pero que tiranos son estos? Los honramos con este nombre; ellos no son mas que unos infelices tiranuelos ; su fuerza o está destruida, o diariamente se disminuye; ellos se han humillado bajo el imperio de las circunstancias. Si los buscamos de la otra parte del mar, ellos aguardan consternados el último golpe del águila amenazante que ya volverá del norte al medio dia; i entre tanto sus pocas tropas están al mando de un jeneral, i de oficiales extranjeros, i sujetos a un ejército bastante poderoso para darles la lei. En nuestro continente, con el ejército de Pezuela se desvanecieron las esperanzas del gobernador de Lima, i logrará mucho, si se defiende a si mismo. No tenemos que combatir como los holandeses contra todas las riquezas de toda la América, i los recursos de una inmensa monarquía, ni como los Suizos contra todas las fuerzas del imperio de Alemania, ni como la república francesa contra todos los reyes de la Europa reunidos contra ella. Confesemoslo, la providéneia midió nuestras fuerzas nacientes, i el enemigo ha sido digno de nosotros. Nos autorizan pues las circunstancias para esperar que el pueblo triunfador lleve el espanto hasta el último atrincheramiento del último tiranuelo. Este es el único paso que falta dar para récuperar todas las pérdidas i para que quede libre toda la

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América del Sud. Con él quedará sin apoyo el terrorista de Quito, i se restituirá a Chile la paz i el órden perturbado. Esta rejion es de gran consecuencia; si se perdiese, durarian por muchos años en América la guerra i las calamidades. Los pueblos dóciles i robustos, las rejiones feraces son instrumentos terribles bajo una mano diestra. I respecto a que en nuestro continente ningun estado particular puede florecer, ni conservarse tranquilo por sí solo, el primer pueblo que prospere i humille a los tiranos, tiene la mision augusta de establecer i consolidar la gran república del Sud América. I si los pueblos, lo mismo que los individuos, pueden aspirar a la inmortalidad, conquistar la libertad usurpada, i crear imperios, conduce a una inmortalidad grande, magnífica i apacible; se le abre un vasto campo para ella a aquel pueblo, que ceñido de laureles, diga a los demas con voz imperiosa: los tiranos i la libertad no pueden vivir bajo un mismo cielo: trastornemos su trono: elevemos en lugar suyo un altar en que se coloque el libro de la lei: la lei sola debe reinar sobre todos: si los tiranos se han conjurado contra nosotros, i han hecho esfuerzos para derribar el altar de la libertad, venga a tierra el trónò sobre que reposa su soberbia.'

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Tal era el lenguaje, que un escritor sublime ponia en los lábios del pueblo frances, despues de que confundió con la fuerza de sus armas las de toda da Europa reu nida contra la república. Él hace las siguientes observaciones, que el pueblo triunfador no debe perder de vista.

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Un razgo asombroso de potencia nacional, aunque cubre de gloria a un pueblo, no es bastante para su dicha. No basta haber concebido el plan de la libertad, es nece

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