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blime i todo heróico. La simulacion, i el artificio son lo mismo que la cobardia i el engaño. Nada hai pues que conduzca a nuestro objeto, sino la franqueza, la enerjía, la constancia i el valor. Con la franqueza haremos ver a nuestros enemigos i a todos los demas hombres, que el conocimiento de nuestros derechos nos mueve a buscar la felicidad, sin ocurrir al auxilio de las trazas miserables de la impotencia, tan conocidas en el mundo, cuanto no pueden ser disimuladas. La enerjía nos conducirá por en medio de los mismos peligros.con la seguridad que inspira el desprecio de los obstáculos, i la decision a vencer, o morir. La constancia sabrá hacer que pasemos por sobre los reveces de la suerte, i las continjencias de la guerra inevitable, haciéndonos superiores a todas las desgracias, i dignos de alcanzar el fin que solicitamos. El valor nos hará conocer, que nada aventuramos con la independencia, porque bastante mérito hemos dado ya para ser reputados por rebeldes; i poniendo toda nuestra seguridad en la suerte de las armas, llevaremos la victoria dependiente de nuestras hazañas. Todas estas cosas nos harán aprovechar los momentos, tomar todas las medidas de defensa, i encender de una vez el entusiasmo militar, que es el que solo nos puede salvar de los peligros. Léjos de nosotros esta miserable conducta que observamos, i que nos lleva a pasos largos a la ruina del sistema que solo puede consolidarse con la guerra.

¿Esperamos acaso a que la España nos vuelva a dominar, creyendo, que por lo que hemos hecho, seremos tratados con mas consideracion que anteriormente? Tememos que la declaracion de la independencia ponga de peor estado nuestros negocios políticos? No creo que haya un hombre de bien, que piense en tales desatinos,

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pero por si lo hubiese, que haga las siguientes reflexiones. La opresion de las colonias, como dice un escritor, es la primera medida de seguridad, que deben tomar las naciones conquistadoras; porque asi como para ser colonias es necesario que los paises se mantengan sujetos, asi tambien para sujetar es necesario oprimir. Por este principio debe la metrópoli empeñarse mas en la opresion de las colonias, cuando estas hayan acreditado su deseo de sacudir el yugo que les oprime. La España ha visto que la libertad ha desplegado sus alas en América; que todo cuanto hacen hoi los americanos es dirijido a su independencia; i que si no muestran sus ideas con toda claridad, solo es, i solo puede ser, por el temor de ' las consecuencias, que nos pronostican la debilidad que adquirimos en la esclavitud. ¿No es mui regular, que si volvemos a admitir el gobierno español, se nos procure poner en situacion de que no podamos otro dia tener ni los alientos que hemos tenido ahora? Debemos confesar, que si no lo hiciese asi, cometeria el mayor absurdo contra sus intereses; pero estariamos entonces mui léjos de hacer semejante confesion, porque ya se guardaria de darnos el motivo. Es visto, pues, que nada perdemos con declarar la independencia, porque los males que nos pudiera traer esta, no pueden ser otros, que una opresion mayor que la pasada, i la misma que debemos esperar racionalmente por consecuencia de lo que ya tenemos hecho.

Mui distante de producirnos males la variacion de nuestra presente conducta, solo debemos creer, que nos proporcionará el único bien que podemos recibir. Solo la independencia es capaz de ponernos a cubierto de las dobles cadenas que nos amenazan, i solo podemos em

pezar a contar los dias de nuestra felicidad desde aquel en que rompamos los funestos lazos que nos atan al despotismo español. Ya hemos visto que todo el tiempo que permanezcamos en nuestro actual estado, es una pérdida irreparable que sufre nuestra libertad, i que por un solo momento que desperdiciemos, nos haremos responsables a nuestros descendientes por la ruina quizá de nuestro sistema. Manos a la obra, que la suerte solo proteje las acciones en que van de acuerdo la enerjia, la justicia, el valor, i la prudencia.

Antonio Tose' Irizarri.

SOBRE EL ORIJEN LA NATURALEZA DE LAS MONARQUIAS.

Sábado 11 de Setiembre.

I los hombres fuésemos inclinados a pensar sobre todas las cosas, el error anduviera mui distante de nuestras ideas; pero como por desgracia, nada nos ocupa. menos, que el deseo de ilustrar nuestra razon, admitimos como verdades inconcusas los absurdos mas groseros i mas perjudiciales. La idea que adquirimos de la monarquía los que hemos sido educados bajo su influencia, es una de las mas absurdas que pudieron penetrar los entendimientos esclavizados. Se nos quizo persuadir cuanto convenia al despotismo, i nosotros, sin pensar en lo que se nos decia, tardamos menos en admitirlo, que lo que tardó la malicia en proponerlo. Es verdad que todo ha contribuido a que olvidásemos el uso de nuestras facultades intelectuales, pues la ignorancia i la opresion

a que se nos redujo, no debian tener otra consecuencia que un embrutecimiento absoluto; pero por fortuna ya podemos discurrir libremente sobre todas nuestras cosas, i mirarlas sin aquel temor servil, que antes embargaba nuestros sentidos. Si: podemos ya los americanos gozar de la libertad intelectual, que nos habian robado los tiranos: somos ya hombres los que ayer éramos autómatas. Aprovechémosnos, pues, de las primeras luces de nuestra aurora para cotejar de mas cerca la densidad i el espanto de las tinieblas que empiezan a disiparse, i entre las cuales hemos perdido la mejor parte de nuestra vida. Debemos establecer un gobierno, que cimentado sobre las bases de las conveniencias particular i universal, nos ponga a cubierto de los males, que traen a los pueblos la anarquía, i el despotismo; pero ántes de pensar en una cosa tan difícil de acertar, es preciso que conozcamos todos los gobiernos; que sepamos su oríjen, su naturaleza, i sus virtudes, sus males, i sus bienes. Comenzemos por aquel de que tenemos mas experiencia i mas preocupaciones.

El gobierno, dice Paine, es un mal necesario para los pueblos. Es cierto que es un mal; porque un número mui corto de hombres toman sobre sí el enorme peso de los negocios públicos, que exije unas fuerzas incalculables; porque es preciso exponer la salud de millones de hombres al arbitrio de unos cuantos, que pueden cometer mil errores por falta de tino o de talento; porque finalmente no es fácil encontrar a cada paso con Solónes, con Aristides, ni con Washigntones, que tengan tanta virtud i tanto ódio al despotismo, que lo abominen en si mismo. Es un mal necesario; porque sin él era imposible conservar en la sociedad el órden, la justicia, ni la paz; porque

sin él el mas fuerte oprimiria al mas débil; i porque no reconociendo todos los hombres un poder superior al poder individual, cada cual obraria segun el estímulo de sus pasiones, i cometeria los exesos mas execrables, cuanto ellos fuesen mas impunes. De esta suerte los pueblos se hallan amenazados por una parte del despotismo, i por otra de la anarquía, ambos males de igual poder para producir la infelicidad de los hombres. Del medio de la anarquía suelen salir los tiranos, asi como tambien cansados ya los esclavos de sufrir los males del despotismo, a veces caen en la primera situacion.

La mayor parte de los reyes salieron del seno de la anarquía, que devoraba los pueblos: otros se hicieron tales abusando de la confianza i de la inocencia de sus conciudadanos; i otros tambien fueron constituidos en esta dignidad por la barbarie que reinaba ántes que ellos en algunas poblaciones. Por regla jeneral se puede sentar, que el orijen de las monarquías, es el desórden que han padecido los pueblos. Parece, a lo menos, el mayor imposible, que cuando los hombres vayan en pos de su felicidad, elijan de buena fé uno, que los gobierne sin responsabilidad, i los conduzca a su ruina con las mismas fuerzas que ellos le dispensan. Un rei no es otra cosa que un hombre rodeado por todas partes de fuerza i de poder, que desprecia a todos sus semejantes, abatidos delante de su trono; que puede quitar la vida, la honra, i la hacienda a sus vasallos con el mismo derecho, i con la misma responsabilidad, que un lobo destruye los rebaños. Un rei con el imperio de las armas no piensa sino en violencias; en quebrantar las leyes del Estado, en que domina, i en hacerse cada dia mas despótico. Para esto

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