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hizo a toda la república: este tal es mirado como un hombre indigno de la sociedad, i todos los ciudadanos son sus enemigos, sus acusadores, porque son los agraviados. He aquí la igualdad republicana: he aquí la fuerte ancora de la esperanza de la patria, en que está asegurada la felicidad individual contra todas las tormentas de esta vida trabajosa.

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Véase la diferencia que hai de entender la igualdad del modo que debe ser, a tomarla por un lado pernicioso. Ya vemos, que del modo que queda dicho es útil, es provechosa, es necesaria para el buen órden de los pueblos; sin ella es preciso que una parte de la sociedad sea tiranizada por la otra; con ella se establece todo cuanto bien es capaz de proporcionarnos la patria. Del otro modo, esto es, tomando la igualdad por el desórden, es imposible que alguna vez produzca un efecto regular. Si queremos ser todos iguales, para que nadie tenga poder para refrenar nuestros exesos, tan lejos de igualarnos, no haremos mas que aumentar la diferencia entre los buenos i los malos; porque estos cometerán entonces los delitos mas horrendos, que antes no cometian por el temor de la justicia, i de esta suerte la sociedad no seria mas que una madriguera de ladrones, de asesinos i de forzadores. Si queremos ser todos iguales para que los unos nos aprovechemos del trabajo de los otros, i para que el malo goze de la misma consideracion que el bueno, esa será una igualdad que repugna a la razon, a la naturaleza, a la moral, i a los mismos intereses de los pueblos. Si finalmente queremos ser iguales, para arrebatarnos unos a otros la autoridad i el poder, con el cual alcanzamos a dominar a nuestros semejantes, todos los hombres sensatos del mundo dirán con razon que nues

tra decantada igualdad es la misma que tienen los Bajaes de Turquía. Todo esto, tan lejos de ser conforme con los derechos de los hombres libres, es enteramente opuesto a los principios de la sociedad. ¡Oh Cayo amigo! ¡Quien podria jeneralizar estas ideas en todas las clases del estado! ¡Que felices seriamos entonces, teniendo asegurada la virtud en el convencimiento de nuestros verdaderos intereses! Pero por desgracia las verdades amargan i disgustan a los mismos que debian agradecerlas, i siendo pocos los que se atreven a declamar contra los vicios, tienen mil obstáculos que vencer para que su voz se oiga aun de aquellos dispuestos a escucharla.

A algunos parecerán mal estos mis deseos, Cayo amigo, pero yo no hago mucho caudal del concepto de los Zoilos, i me conformo, como el piadoso Beccaria, con que sean aprobados por todos los filósofos, que se hallan esparcidos por los ángulos de la tierra. El buen italiano no era tonto por cierto: él se contentaba con alcanzar cuanto podia: la aprobacion de todos los filósofos, como quien dice una friolera. ¿Pero podia acaso de ningun modo esperar que le aprobasen aquellos necios, que tienen las entendederas como punta de bola? ¿Querria que le aprobasen sus ideas liberalės los tiranos, que no tienen otro pensamiento dia i noche, que el de doblar las cadenas de los miserables pueblos, i alejar de su noticia las nociones de lo justo, de lo liberal i de lo equitativo? ¿O querria tal vez que saliesen defendiendo su sistema aquellos entes abatidos, que hicieron desde su cuna un voto solemne de lisonjear las pasiones de los déspotas, aunque por ello perdiesen el honor i la vida? No hai duda: aquel escritor juicioso se olvidó de que no se hizo la miel para la boca del asno, asi como el olmo no puede dar peras,

e como tú dices, no se hicieron las manzanás para que las diesen los espinos.

¿I qué diremos, Cayo, de aquellos otros enemigos de la igualdad, que la atacan mas a las claras i con menos escusa que los otros? De aquellos, digo, que juzgan recibir el mayor agravio, cuando se pretende poner a todos los ciudadanos en el mismo nivel en que ellos se hallan? Para estos hombres la igualdad es un veneno corrosivo que les destruye las entrañas, porque su injusta soberbia no sufre humanarse con sus mismos semejantes. Ellos miran al resto del jénero humano como un despreciable número de esclavos, que no son dignos de elevar sus ojos donde los señores ponen sus plantas. Pregunto yo ahora: ¿en qué fundan estos hombres su soberbia? No puede ser en la naturaleza, que nos ha hecho nacer a todos del mismo modo: tampoco puede ser en la virtud, que no sufre agravios contra la naturaleza: tampoco puede ser en la sabiduria, que nos enseña el amor de nuestra especie: tampoco puede ser en su nobleza, porque el oríjen de esta prenda social debe ser la virtud, o los talentos de los antepasados, i mal puede heredar la nobleza el que no heredó lo que la constituye. ¿En qué pues se fundará esta soberbia, este espíritu de tiranía? Yo no entiendo que sea en otra cosa que en la carencia de aquello en que se juzga apoyar, de manera que si fuere dado a cada cual el conocerse a si mismo, no habria uno que diese en tan grandes desatinos. Se avergonzaria de mostrarse tan pequeño a los ojos de los hombres sensatos, i haria sus esfuerzos para correjir los vicios de su pasion dominante. Yo creo que no puede haber cosa en la sociedad, que sirva de razon para ofender a la sociedad misma. Las riquezas que adquirió un ciudadano con la

ayuda de sus compatriotas, que conservó bajo la seguridad que le daban aquellos mismos, i cuya posesion tranquila le defienden las leyes del comun, no deben emplearse jamas contra los mismos que contribuyeron a formarla: ésta injusticia haria indigno de ellas a su poseedor. La nobleza, aquel timbre puramente nominal, que adquirieron nuestros mayores por algun servicio importante que hicieron a la patria, no puede conservarse en nosotros con una conducta enteramente opuesta a la de aquellos; ni el premio que la patria dió a un ciudadano virtuoso, puede ser nunca un motivo para que los hijos del premiado desprecien a los hijos de los premiadores. Debe pues el rico ser indigno de sus riquezas, i el poble debe perder la nobleza de sus padres, cuando uno i otro conviertan su poder i su influjo contra la patria que les sostiene. Esta patria, ya dije en otra ocasion, que no era el suelo que pisamos, ni las casas en que vivimos, ni eran los árboles, ni los rios, ni los montes, sino los hombres que componen la sociedad. Asi, el que niega a los hombres la igualdad de derechos, que les concedió la naturaleza, ese es el verdadero enemigo de la patria, porque es el verdadero enemigo de los hombres. Yo, a lo menos, Cayo amigo, asi lo entiendo, salvo el sentir de aquellos sábios que motejan mis escritos de perjudiciales, i de contrarios a la caridad cristiana. Voto a tantos, Cayo, que me cortaria las orejas, si el mismo San Pablo no aprobase lo que he dicho en todos mis papeles desde el primero hasta el último. Pero tate, tate, que me han mandado callar en este punto, i podemos concluir la carta con felicidad. Ya he dicho cuanto me ha ocurrido para hacer ver cuales son mis ideas sobre la igualdad, i como por ellas debo aguantar yo en silencio tus versitos, asi co

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mo tú te soplaste con gran disimulo la defensa que hice del pobre subdelegado, que se hallaba ofendido en tierra extraña. Si tú aguantaste, ¿por qué no he de aguantar yo a mi turno? No hai razon ninguna que me conceda a mí lo que a tí te niega. Sábete pues, que no me has ofendido, i que si acaso tuviste intencion de ofenderme, te perdono a tí de la misma suerte que perdono a cualquiera otro bien intencionado. A mi no me ofende nadie con buenas ni malas intenciones: esto de los interiores solo Dios lo juzga i lo conoce; i aunque algunos mentecatos quieren acercarse mucho al Ser Eterno, es preciso dispensarles su delirio, i compadecerles sus miserias.

Quédate con Dios, Cayo amigo: pídele que te guarde de cornadas de borrico, i manda a tu invariable servidor Q. T. M. B.

Dionisio Terraza i Rejon..

P. D.-Tu eres teólogo, segun dicen, Cayo mio, i podras sacarme de una duda que tengo. El que jura defender alguna cosa buena, como verbigracia, la observancia de una lei, en que se apoya la libertad de los pueblos, ¿podrá en algun caso de miedo, o de antojo echar a pasear el juramento? ¿I el que juró defender esto i no lo hace, que clase de obra es la se echa encima? Yo creo que debe hacer alguna cosa buena, porque los juramentos los veo, pero no las defensas. Como yo no entiendo de estas materias, deseo saberlas para quitar ciertos escrúpulos que comienzan a darme en que pensar.

Otra preguntita: esta va por lo político. ¿Los reglamentos que se ponen en el Monitor Araucano, son para

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