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aleja de sí a los ciudadanos virtuosos, i llama a su corte a aquellos miserables, que para labrar su fortuna, no reparan en destruir las de muchos beneméritos. Es, en fin, un rei el mayor enemigo que puede echarse encima la sociedad, porque como él conoce, que para dominar a su arbitrio largo tiempo, es necesario separar a los vasallos de todo cuanto tenga relacion con el gobierno, emplea todo su poder en afeminar a los pueblos, hacerlos viciosos, i que tomen aversion a los negocios públicos. Entonces es cuando se hacen los reyes descendientes de la divinidad, i estableciendo los ritos con que deben ser adorados como unos semi-dioses, persuaden ser enviados por el Ser Eterno a rejir a los mortales; mas nadie osa entonces preguntarles con Rosseau: ¿dónde están las patentes que acreditan esa procedencia maravillosa?

Dicen algunos, que las monarquías son instituidas por Dios, i para esto se valen de una aplicacion violenta de los textos de la sagrada escritura. El autor del Sentido Comun rebate poderosamente este error con una conviccion, que me ha parecido digna de imitarse. Los judios, dice, pasaron cerca de tres mil años sin tener un rei en su nacion. Su gobierno era una especie de república, que gobernaba un juez acompañado de los ancianos de las Tribus. Solo el Dios de los ejércitos era llamado rei en aquel pueblo teocrático, i era un pecado dar este título a algun hombre. El pueblo de Israel despues de haber vencido a los Madianitas bajo el mando de Jedeón, le ofrecio a este hacerlo su príncipe, dejando en su familia el reino hereditario, mas este jeneral, temiendo la ira del Señor, le contestó: No seré vuestro príncipe, ni tampoco lo será mi hijo, sino que será el Señor

el que mandará sobre vosotros. (*) Despues de esto, en tiempo del profeta Samuel, el último de los jueces, volvieron los judios a querer ser mandados por rei, i lo pidieron con tanta tenacidad, que habiéndoles el mismo Dios hecho ver por boca de su profeta el error que cometian, cerraron los oidos a toda reflexion, i dijeron que querian tener reyes como los pagános sus vecinos. Entonces el Señor por última vez les hizo entender, que aquel rei que pedian no seria otra cosa que un tirano. "Este rei, les dice, tomará vuestros hijos, i los pondrá en sus carros, i los hará sus guardias i cocheros, i los hará sus tribúnos i centuriones, i labradores de sus campos, i segadores de sus mieses, i sus armeros i carroceros. Hará tambien a vuestras hijas sus perfumeras, sus cocineras i panaderas. Tomará asi mismo lo mejor de vuestros campos, i viñas, i olivares, i lo dará a sus siervos. I diezmará vuestras mieses, i los esquilmos de las viñas, para darlos a sus eunúcos i criados. Tomará tambien vuestros siervos i siervas, i mozos mas robustos, i vuestros asnos, i los aplicará a su labor. Diezmará así mismo vuestros rebaños, i vosotros sereis sus siervos. I clamareis aquel dia a causa de vuestro rei, que os habeis elejido, i no os oirá el Señor en aquel dia, porque pedisteis tener un rei." (')

En vista de estas palabras de Samuel, dice Paine, es preciso convenir en una de dos cosas, en que Dios es enemigo de los reyes, o en que es falsa la escritura. Si creer lo último es una impiedad, debemos aceptar lo primero como uno de los misterios de nuestra santa relijion. ¿Cómo, pues, los católicos hemos sido tan ig

(*) Libro de los Jueces cap. 8 v. 23.

(') Libro 1. de los reyes cap. 8 desde el v. 11. al 18.

norantes, que creyésemos a los reyes establecidos por la voluntad de Dios? Si es acaso por aquel texto en que Dios dice, por mi reinan los reyes, no puede ser mas violenta su aplicacion, queriendo hacerle servir de apoyo a la tiranía i al despotismo. Es cierto que los reyes reinan por Dios; porque si él no quisiese que reinasen, los destruyera en un momento; pero tambien es cierto que por Dios tienta el diablo a los justos, asi como las pestes destruyen a los pueblos, i asi como las vívoras matan a los hombres; porque si Dios quisiese quitarle al diablo su poder, a la peste su malignidad, i a la vívora su veneno, ninguna de estas cosas haria los daños que nos hace. Sobre todo, cuando el Señor no quizo dar reyes a su pueblo escojido, i le hizo la pintura mas negra de esta clase de tiranos, no pudo manifestar mas clara su voluntad contra la monarquía; pero les dió al fin los reyes que pedian, mas bien como un castigo, que como una felicidad. Asi Saul, i los demas reyes de Israel, reinaron por Dios, o porque Dios toleraba su reinado; pero su establecimiento no fué aprobado por él. El otro texto favorito de los déspotas, dad al Cesar lo que es del Cesar, no quiere decir mas que lo que suena. Si Dios hubiese dicho, dad al Cesar lo que es del pueblo, entonces viniera bien la pretension del despotismo. ¿Pero cuáles son las cosas del Cesar? Aquí entra la arbitrariedad de los necios, que han querido saber tanto como Dios, i para esto han pretendido hacernos creer, que puede haber contradiccion en las palabras de la sabiduría. Si Zebee i Salmaná eran reyes que reinaban por Dios, ¿cómo permitió a Jedeón, que era un republicano, matar a unos hombres tan sagrados como aquel Cesar, de quien nos habla el texto? Porque esta muerte era lo que les correspon

dia. Esto es lo que se debe dar al Cesar segun el capítulo 8.o del libro 1.° de los reyes.

Si queremos saber cual es el verdadero sentido de este texto, es necesario que nos pongamos en las circunstancias en que Jesucristo dijo aquellas palabras. Consultáronle los judios, si pagarian el tributo que habian pagado ántes a su tirano Cesar Augusto, i entonces les contestó, dad al Cesar lo que es del Cesar, i a Dios lo que es Dios. Este mandato, o sea consejo, era propio de un Dios hombre, que no habia venido al mundo a promover revoluciones, sino solamente a salvar al jénero humano del cautiverio del demonio. Pagando al Cesar su tributo, justo o injusto, los judios no tendrían que sufrir las consecuencias del enojo de un emperador tan poderoso; i si por el contrario, hubiesen pretendido eximirse de aquel pago, hubieran sufrido el condigno castigo de su temeridad, por no conocer que ellos eran demasiado débiles para hacer frente a todo el poder de Roma. Dios aconsejó a los judios lo que les convenia en aquellas circunstancias; pero al mismo tiempo que les advierte su conveniencia con respecto al Cesar, les recuerda tambien que tienen obligaciones hácia Dios, como si les dijese mas claro: pagad al Cesar su tributo, porque no os cause mayores males, pero guardaos de mirar a ese tirano como una deidad de superior naturaleza. Esta prevencion era tanto mas necesaria a los judios, cuanto siempre habian sido inclinados a la idolatría, i solo gustaban de imitar las costumbres de los paganos, que adoraban a sus príncipes. Cesar era un ladron de reinos, i Dios no podia autorizar sus usurpaciones. Sostener lo contrario, seria una impiedad.

Concluyamos de una vez, con que la naturaleza i el

oríjen de las monarquías es la injusticia de los hombres, i la maldicion del cielo; que por mas que discurra el despotismo para buscar su apoyo en la sagrada escritura, no lo podrá lograr jamas, sino adulterando su sentido; i que aun en este caso, solo podrán equivocarse los que no quieran prestar su razon al convencimiento de la verdad.

Los gobiernos, como hemos dicho ántes, no tienen ni pueden tener otro objeto, que la felicidad de los pueblos. En esta virtud, solo deberemos consultar en ellos la mayor o menor propension hácia el bien públi co para valorarlos por convenientes o perjudiciales. Si el gobierno monárquico fuese el mas propenso a obrar el bien, sin duda alguna deberiamos confesar que era el mas conveniente de todos, i el que todos los pueblos debieran abrazar; pero tan lejos de ser asi, no hai uno, que deba por su naturaleza ser tan malo como

este.

El monarca solo considera a sus pueblos como destinados a contribuir de todos modos a su grandeza, magnificencia i poder. El alto rango que ocupa este mortal desde el momento mismo de su nacimiento, es el mayor obstáculo que puede oponerse a la felicidad de los vasaHos; porque rodeado de un enjambre de aduladores, que con el nombre de ayos i criados le comunican las primeras ideas de vanidad i de soberbia, no mira por ninguna parte un objeto, que le exite sentimientos de beneficencia hácia los demas hombres. La humillacion de los grandes a su presencia, los honores que le rinden todas las clases del estado, el fausto de sus habitaciones, de su servidumbre, de su mesa, de su tren, de sus vestidos, i la adoracion que le dan los vasallos, cuando tie

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