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que al gobierno, suelen verse contradicciones ruidosas, medidas horribles de bárbara severidad, i se advierten los elementos de futuras revoluciones, que necesariamente han de ser mui sangrientas, pues han de fundarse sobre antiguos odios i resentimientos de las pasadas persecuciones. Hasta ahora no ha habido una persecucion, que no haya sido vengada tarde o temprano. Los perseguidos vienen al cabo a ser perseguidores. Por eso, cuando penetrados de estos principios, leemos la historia del reinado de Luis XIV; cuando vemos la persecucion espantosa que hizo tan notable el fin de sus dias; cuando advertimos quienes fueron los que inspiraron tan duros consejos a aquel príncipe, i que fueron los mismos que aconsejaron a Cárlos IX. la famosa ejecucion de San Bartelemi; en fin, cuando vemos a Bossuet pidiendo zepos i mordazas para los filósofos; ya desde entonces preveemos los horrores i extragos de la revolucion con que terminó el trájico reinado de Luis XVI. Todos saben ef alto grado de ilustracion i cultura a que habia llegado la Francia en los últimos años del reinado de Luis XIV; i con todo, él reprodujo las escenas sangrientas de los siglos mas fanáticos i feroces. No fueron aquellos los procedimientos silenciosos de una inquisicion tenebrosa; fué un decreto de proscripcion contra centenares de millares de hombres; fué declarar la guerra a un gran número de ciudadanos pacíficos; fué, en fin, hacer perder a la Francia mas de seiscientos mil de sus mas industriosos i laboriosos habitantes por medio de la espada de los soldados, los suplicios i la emigracion. La gran masa de luces esparcida en el pueblo frances, el ejemplo de los pueblos vecinos, el trato i comercio con los hombres de diferentes opiniones, habian suavizado los sentimien

tos i extinguido los odios; pero en medio de circunstancias tan felices Luis XIV se acerca al sepúlcro rodeado de la horrenda memoria de sus sangrientos triunfos, i de 70 años de crímenes políticos. Parece que para calmar sus remordimientos le inspiraron sus consejeros que inmolase innumerables víctimas. En su consecuencia firmó con su mano descarnada i trémula la revocacion del famoso Edicto de Nantes. Entonces fué, (permitaseme usar algunas espresiones de un elocuente historiador de aquel triste suceso) entonces fué cuando se vió comenzar en el Poitou aquella horrible persecucion conocida con el nombre de dragonadas, o misioneros en traje de soldados. Veinte, treinta, cien dragones se precipitaban a la casa del noble como a la del labrador, a la del pobre como a la del rico. Decian al hombre cree, i al instante eran incendiadas las casas, taladas las mieses, violadas las mujeres, degollados los niños en la cuna. El luto se extiende desde las embocaduras del Charente hasta las orillas del Loire. Los que perdonó la espada, los que los calabozos reusaron sepultar, huyeron a remotos climas, talvez hasta el polo, buscando la libertad en ios desier

tos.

El fanatismo, como descendencia de la supersticion, no ha sido de una rejion sola, ni de un solo siglo; él ha hecho sentir su abominable influencia en toda la extension del mundo i de los tiempos. Como si estuviese dotado de una actividad funesta, ha producido grandes revoluciones, i trastornos; él ha despoblado reinos enteros, ha llevado numerosísimos ejércitos a climas remo→ tos, ha exterminado a casi todos los primitivos habitantes de un mundo, ha humillado a los monarcas mas poderosos; i por el incomprensible órden de las cosas hu

manas de que los mayores males suelan producir bienes, ha llevado la opulencia a rejiones pobres, ha poblado desiertos, i ha fundado potencias, naciendo la libertad del exeso de la opresion.

Si tantos males proceden pues de la ignorancia, ¡ cuan interesante es a la causa de la humanidad extender la ilustracion i promover la perfeccion i los progresos de la razon pública! No es de extrañar que en algunas partes esté tan atrazada la civilizacion i la ilustracion: innumerables obstáculos se han opuesto a la difusion de los conocimientos útiles, que son los únicos que pueden depurar i perfeccionar nuestros gobiernos, nuestras leyes, nuestra educacion, instituciones i costumbres. Mas no perdamos la esperanza de que la razon humana se sacuda de las tinieblas, i tenga sus adelantamientos, aunque lentos. Parece que los pueblos, que aun están mas atrazados en la cultura, no tendrán en ilustrarse tantas dificultades como los que les llevan ventajas en la ilustracion, porque solo les queda ya el trabajo de leer i meditar los exelentes libros de los pueblos cultos. Los inmortales autores de aquellos libros se desvelaron para nosotros, se expusieron a riezgos i arrostraron obstáculos i fatigas indecibles. Sus escritos están en lenguas estranjeras, i sus traducciones encuentran muchas dificultades; lo que nos descubre la necesidad i las ventajas del estudio de las lenguas sábias.

Otro fanatismo hai no menos sanguinario que el precedente, i podemos llamarlo fanatismo civil. Cuando de resultas de una gran revolucion, sea en los negocios políticos, sea en los principios, máximas e ideas, se forman dos o mas partidos, cada uno de los cuales tiene diversos deseos, intentos i opiniones, suelen estos partidos

encarnizarse entre si, i llenarse uno contra otro de un furor sanguinario i brutal. Esto es lo que siempre acaece en las guerras civiles, azote devastador de los pueblos. En ellas un partido ha intentado siempre dominar al otro, i ha creido que le es lícito usar del hierro i el fuego para obligarle a pensar como el piensa. Un partido tiene al otro por rebelde o por contumaz, i la expresion ordinaria es: "Son obstinados, es necesario exterminarlos." ¡Exterminarlos! ¿I quien tiene derecho para mandar en el entendimiento, en el modo de ver las cosas, i en la opinion ajena? ¿Acaso los hombres, al formar las autoridades i majistrados, les dieron la facultad de que los matasen si alguna vez les parecia falso lo que ellos juzgaban ser verdad? ¿Yo te he de asesinar, te he de con sumir en los calabozos, porque no te hace fuerza un argumento que te propongo? ¿No es cierto que tu mismo no puedes mandar a tu entendimiento, i que quieras o no quieras, el ha de ver que es falso lo que se le representa como falso? Pues si tu no puedes mandar a tu entendimiento, será razonable que yo le dé órdenes? ¿I por qué he de presumir yo que tenga mas alcanze que tú, ni que se me presenten las ideas con mas claridad que a tí, de suerte que yo vea mejor lo que esté o no esté comprendido en las ideas? Con todo, este fanatismo ha sido frecuente en las grandes conmociones de los imperios, i siempre ha sido destructor. Tan cierto es, que lo mismo es atacar los derechos de los hombres, que causar una calamidad. I lo que hai mas triste en el caso, es que los siglos mas ilustrados i cultos nos ofrecen ejemplos de este fanatismo. ¿Quien creria que despues de proclamarse tan altamente en Francia los derechos del hombre, se hubiese hecho infame su revolucion por los exe

sos del fanatismo civil? ¿Acaso los franceses, al formarse en sociedad, pactaron que si sobreviniese una gran revolucion en aquel imperio, todos debian entonces querer i desear una misma cosa? ¿1 era acaso un medio seguro de reunir los ánimos, matar, violar, robar, incendiar? Sin embargo, la Convencion nacional usó con rara prodigalidad de estos arbitrios para pacificar a la Vendée. ¡Conducta horrible que en la época actual ha tenido imitadodores! ¡ Asi es como se reproducen las escenas de carniceria i de frenesí, para que los anales del mundo sean el cuadro de nuestras locuras i crímenes! Despues de la derrota de los de la Vendée en 16 de Octubre de 93, la Convencion decretó que se llevase el fuego i la espada a los últimos puntos del pais. Los insurjentes, decorados con los nombres de bandidos i rebeldes, fueron tratados como bestias feroces, sus poblaciones destruidas, incendiadas sus mieses, quitados sus ganados: todas las personas sospechosas, hombres, mujeres, i niños, se mandó que fuesen guillotinadas, ahogadas, o pasadas por las armas. Ni los principios de los representantes del pueblo, ni la jenerosidad que podia suponerse en los jenerales republicanos, impidieron la ejecucion de tan execrables decretos. El jeneral Turreau dijo a sus tropas en una proclama: "Vamos a entrar al pais de los insurjentes: teneis que quemarlo todo, i pasar a todos por la bayoneta: puede ser que entre ellos hayan algunos pocos patriotas; no obstante, todos deben ser sacrificados." Los representantes Francastle, i Carrier asistieron a la matanza de los sacerdotes, mujeres i niños en Nantes. Francastle ordenó un dia, que se atasen por la espalda 61 clérigos de Nievre, i otro dia 4500 mujeres, i 4800 niños, i que fuesen ahogados en su presensia por me

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