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VIII

Los Aspirantes, comedia de don Gabriel Alejandro Real de Azúa. No ha sido impresa hasta ahora.-Disgusto ocurrido entre Bello i Real de Azúa.-Adulación i Finjimiento, o El Intrigante.-Obras dramáticas de don Salvador Sanfuentes i Torres.-Juventud de Sanfuentes.-Dos cartas de éste.-Enfermedad i tristeza del mismo.

Trascurrieron varios años sin que volviera a escribirse ninguna composición dramática, hasta que en enero de 1834, el apreciable caballero arjentino don Gabriel Real de Azúa, a quien una larga residencia en Chile i sus nobles prendas hacen considerar como conciudadano nuestro, dio a la escena una comedia orijinal, acerca de la cual don Andrés Bello insertó en El Araucano, número 173, el juício que paso a copiar:

comedia nueva, Los Aspirantes, producción orijinal de don Gabriel Real de Azúa, se representó el miércoles en la noche, en nuestro teatro, i fue recibida con aceptación. El asunto es por sí mismo algo estéril. La censura cómica se ceba con preferencia en aquellos vicios i ridiculeces que pertenecen mas al hombre que al ciudadano. Es verdad que Aristófanes empleó su vena satírica en los estravíos políticos, en el patriotismo hipócrita, en el espíritu de facción, en los demagogos i sicofantas de Aténas; pero también lo es que en una consti

tución como la ateniense, que llamaba a todos a las funciones lejislativas i judiciales, el hombre i el ciudadano estaban, por decirlo así, íntimamente mezclados en todas las relaciones de la vida. Así, la comedia antigua de los griegos era mas política que moral. Las sociedades modernas están constituídas de otro modo.

«El señor Real de Azúa percibió la dificultad que bajo este aspecto le presentaba su asunto; i en parte triunfó de ella amenizando con intereses domésticos i afectos amorosos la tramoya de aspiraciones políticas sobre que rueda la pieza. Talvez hubiera convenido reforzar mas aquel esencial ingrediente, que es el que constituye el principal atractivo de una obra dramática.

«Parécenos también que el autor se ha sometido a reglas demasiado severas. No conocemos composición alguna en que se observen con mas rigor los preceptos de la escuela clásica, que el Café de Moratín, i el señor Real de Azúa no ha sido en esta parte menos escrupuloso que el autor del Café.

«Luchando con tantas dificultades, es admirable el partido que se ha sacado del asunto. El diálogo es constantemente natural; el estilo, correcto; los caracteres, propios; el desenlace, feliz. Acaso pudieran concentrarse algunos diálogos i razonamientos, con lo que se desenvolvería mas agradablemente la acción, i sería mas viva su marcha.

«Debemos acojer, no solo con gratitud, sino con entusiasmo, los primeros ensayos de las musas dramáticas del Sur, sobre todo cuando vemos lucir en ellos las prendas que adornan la composición del señor Real de Azúa, i que le han merecido los aplausos del público. ¡Ojalá que animados por su ejemplo se dediquen otros injenios americanos a cultivar este campo fecundo, en que el mejicano

Ruíz de Alarcón rivalizó en otro tiempo a Moreto, i Gorostiza, otro mejicano, sigue de cerca las pisadas de Moratín».

Don Gabriel Alejandro Real de Azúa ha dicho en un libro titulado: Máximas i Pensamientos Diversos: «Muchos escritores se apresuran a imprimir sus obras, menos por la vanidad de darlas a luz, que por el temor de que, muertos ellos, sufran las huérfanas una deshonrosa mutilación al publicarlas».

¿Por qué no hizo entonces imprimir su comedia para libertarla de un fracaso semejante?

Talvez se retrajo de efectuarlo por modestia. Él mismo agregaba en el libro citado, contradiciendo un poco la reflexión aterior: «Las obras escritas son otros tantos testimonios perdurables de la vanidad de los hombres; por manera que, si ellas no son buenas ni útiles, ¡cuánto motivo no hai de condenar a sus autores!»

Es de sentir que Real de Azúa hubiera guardado o destruído su comedia.

Yo creo que las producciones de la imajinación o de la intelijencia, aun las que son defectuosas, sirven para el fomento de la literatura; como las hojas amarillentas que el viento desprende de un árbol, contribuyen al abono i fertilidad de la tierra.

Las relaciones de Bello i de Real de Azúa, mui cordiales al principio, se enturbiaron después por un motivo mui fútil, si hemos de dar crédito a la relación de personas mas o menos autorizadas.

Poco tiempo después del sucinto análisis sobre

Los Aspirantes publicado en El Araucano, don Gabriel Alejandro Real de Azúa envió un ejemplar de sus Fábulas, lujosamente empastado, al patriarca de nuestra literatura.

Don Andrés Bello creyó que aquel era un regalo.

Parados algunos días, Real de Azúa preguntó a Bello, en una visita, el juício que había formado acerca de sus fábulas.

El interrogado hizo algunas observaciones i reservas sobre el mérito de ellas.

La censura suscitó una defensa.

Paulatinamente, la discusión amistosa dejeneró en una disputa acalorada, entre aquellos dos cumplidos i discretos caballeros.

El autor incomodado tomó su sombrero, i dijo al crítico con todo displicente:

-Señor don Andrés, sírvase devolverme el ejemplar que le he remitido, pues supongo que usted no quiera tenerlo en su biblioteca, si lo considera tan malo.

-Señor don Gabriel, contestó Bello, no puedo restituírselo ahora, porque no lo tengo a mano; pero dígnese usted decirme su precio para pagárselo mañana, si no puedo encontrar el libro.

Los dos amigos se separaron disgustados.

Leo en un anuncio:

TEATRO

«Cran función escénica que se ha de representar el martes 28 del corriente octubre de 1834 a beneficio del actor Luís Ambrosio Morante, i cuyo programa es el siguiente:

«Terminada la obertura de

El nuevo barbero de Sevilla

llevará el principio del espectáculo

Una precaución contra el colera morbo

en un acto por el célebre Scribe, que antecederá al nuevo drama urbano, producción del país, titulado:

Adulación i Finjimiento

El Intrigante.

«Un intermedio de música vocal por los señores Moreno i Cáceres antecederá a

El tío Jinés i la tía Lorenza,

farsa en un acto; i cerrará el proscenio».

Ignoro quién sea el autor de Adulación i Finjimiento; pero me parece casi seguro que debe de serlo el mismo Morante.

Es sabido que éste solía traducir o arreglar las piezas exhibidas en sus beneficios; i no es estraño que, a mas de La Revolución de Tupac-Amaru, hubiera compuesto algunas otras orijinales.

Don Francisco Cáceres dio en su beneficio el 15 de enero de 1835 (copio el cartel) «la famosa comedia de vuelos del célebre Calderón, reformada en el país, en cinco actos, titulada:

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