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IX

Críticas teatrales de Bello.-Treinta años o La Vida de un juga dor.-El Cid.-Principios de Bello respecto de las composiciones dramáticas.-Juícios del mismo acerca de Los Amantes de Teruel de Hartzenbusch, La Condesa de Castilla de Cienfuegos, Marcela o ¿A cuál de los Tres? de Bretón de los He. rreros i María Estuardo de Schiller, traducida por Bretón de los Herreros.-Don Andrés Bello propende a formar el criterio del público en este ramo de la literatura.-Solicitud del mismo para fomentar la afición al teatro.-Bello es nombrado rector de la Universidad de Chile.

Don Andrés Bello fundó en nuestro país la crítica de teatro.

Puede decirse que hizo en El Araucano un curso práctico de literatura dramática, en el cual ostentó las dotes habituales de su talento recto 1 perspicaz.

Don Andrés Bello dio siempre en todo muestras de ser un hombre tan opuesto a las novedades disparatadas, como a la conservación rutinaria.

La esquisita sensatez de juício que le caracterizaba, le hacía distinguir con prontitud lo que por verdadero debía aceptarse en las doctrinas nuevas, i lo que por erróneo debía abandonarse en las antiguas.

Bello presentaba bajo este aspecto un ejemplo singular, no aferrándose a las opinones que había

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formado, como lo hacen jeneralmente las personas que llegan a cierta edad.

Si no corría por el mundo del pensamiento a caza de aventuras, tampoco permanecía estacionario.

Era un hombre de progreso, pero que marchaba sobre terreno sólido.

Esto fue lo que hizo en las discusiones o críticas de teatro a que he aludido.

Principió su tarea dando a conocer con la mayor franqueza cuáles eran sus teorías fundamentales sobre la materia.

Hé aquí lo que escribía en El Araucano, número 145, fecha 21 de junio de 1833.

«Los Treinta años o la Vida de un Jugador, decía, es ciertamente una de las piezas que han sido mejor representadas en nuestro teatro; i aunque como composición dramática no nos parece que raya mui alto, la variedad de lances que presenta, lo patético de algunas escenas domésticas, i la naturalidad i viveza del diálogo le dan un lugar distinguido entre las de su jénero, i la han hecho mui popular en todas partes.

«Los partidarios de la escuela clásica reprobarán el plan de esta pieza como irregular i monstruoso. Ella nos traslada de Francia a Baviera, i eslabona una serie de incidentes que abrazan una duración de treinta años, i tienen poca mas conexión entre sí, que la de pertenecer a la vida de un hombre, i orijinarse de una misma causa, el vicio del juego, de manera que el autor no ha respetado mas la unidad de acción, que las de lugar i de tiempo.

«Nosotros nos sentimos inclinados a profesar

i

principios mas laxos. Mirando las reglas como útiles avisos para facilitar el objeto del arte, que es el placer de los espectadores, nos parece que, si el autor acierta a producir este efecto sin ellas, se le deben perdonar las irregularidades. Las reglas no son el fin del arte, sino los medios que él emplea para obtenerlo. Su trasgresión es culpable si perjudica a la excitación de aquellos afectos que forman el deleite de las representaciones dramáticas, que, bien dirijidos, las hacen un agradable vehículo de los sentimientos morales. Entonces no encadenan el injenio sino dirijen sus pasos, i le servan de peligrosos estravíos. Pero, si es posible obtener iguales resultados por otros medios (i este es un hecho de que todos podemos juzgar); si el poeta, llevándonos por senderos nuevos, mantiene en agradable movimiento la fantasía; si nos hace creer en la realidad de los prestijios que nos pone delante, i nos trasporta con dulce violencia a donde quiere,

Modo me Thebis, modo ponit Athenis,

pre

lejos de provocar la censura, privándose del ausilio de las reglas, ¿no tendrá mas bien derecho a que se admire su feliz osadía?

«La regularidad de la trajedia i comedia francesa parece ya a muchos monótona i fastidiosa. Se ha reconocido, aun en París, la necesidad de variar los procederes del arte dramático; las unidades han dejado de mirarse como preceptos inviolables; i en el código de las leyes fundamentales del teatro, solo quedan aquéllas cuya necesidad para divertir e interesar es indisputable, i que pueden todas reducirse a una sola: la fiel representación de las раsiones humanas i de sus consecuencias naturales, hecha de modo que simpaticemos vivamente con

ellas, i enderezada a correjir los vicios i desterrar las ridiculeces que turban i afean la sociedad,

«Pero, volviendo al drama de los Treinta Años, i dejando al juício i sentimiento de cada cual la reñida cuestión de las tres unidades, el defecto principal de aquel drama es en nuestro concepto la excesiva atrocidad de los últimos incidentes que en realidad perjudica a la intención moral del autor, porque exajera las consecuencias naturales del vicio cuyos perniciosos efectos se propone mostrar. El jugador habitual es ordinariamente mal hijo, mal esposo, padre desnaturalizado. Está espuesto a ser el juguete i la víctima de hombres profunda mente depravados, que, para cebarse en sus despojos, halagan su funesta pasión. Su desordenada conducta le arrastra a la miseria; la miseria, al fraude; el fraude, a la afrenta, i acaso a un patíbulo. Hasta aquí va el poeta de acuerdo con la naturaleza; pasado este término, hallamos exajerado i repugnante el cuadro que nos pone a la vista.

«De un orden mui superior es El Cid, representado el domingo último. Esta pieza hace época en los anales del teatro francés. En El Cid, primera trajedia regular que vió la Francia, i aun puede decirse la Europa moderna, el gran Corneille se elevó de repente al nivel de lo mas bello que en este jénero nos ha dejado la antigüedad clásica, i aun en sentir de muchos, lo dejó atras. Es verdad que Corneille debió a dos comedias españolas (El Honrador de su Padre, de Diamante, i El Cid, de Guillén de Castro), no solo toda la acción de la pieza, casi lance pcr lance, sino algunos de los mas hermosos rasgos de pundonor caballeresco i de sensibilidad que la adornan. Pero también es justo decir que, en las composiciones españolas de que se valió, no so descubre mas que el embrión de la lucha sostenida de afectos, con que nos embelesa i

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