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II

El Hércules Chileno: primer drama compuesto en Chile.-Representaciones dramáticas en la Serena con motivo de la exaltación al trono de Fernando VI.-Representaciones dramáticas i nacimientos durante la pascua de navidad.-El obispo Aldai se opone al establecimiento de un teatro en la capital, sosteniendo una doctrina diversa de la patrocinada por el obispo Villarroel.-Comedias representadas para celebrar el advenimiento de Carlos IV al trono de España.--Teatro construído por Aranaz en Santiago.-Informe de don Juan Rodríguez Ballesteros sobre este establecimiento.-Don Ignacio Torres pide licencia para que se le permita hacer representar tres o cuatro comedias en la pascua de navidad de 1795.-Petición de don José de Cos Irriberi para establecer un teatro en Santiago por espacio de diez años.—Afición del presidente Marcó del Pont a las representaciones dramáticas.-Teatro levantado en la calle de la Merced.-Castigo impuesto a un joven por un grito calificado de sedicioso en el teatro.-Apéndice en que se inserta la nota enviada por el obispo Aldai al presidente Jáuregui sobre la construcción de un teatro permanente.

Las primeras representaciones dramáticas profanas ejecutadas en este país, cuyo recuerdo haya conservado la historia, son las que tuvieron lugar en la ciudad de Concepción, a principios de 1693.

Hiciéronse en aquella ocasión las mas variadas i espléndidas fiestas para celebrar la llegada del nuevo presidente don Tomás Marín de Poveda, i su casamiento con la señorita doña Juana Urdánegui, hija del marqués de Villa Fuerte, uno de los per

sonajes mas encumbrados de Lima, la cual había venido a buscar a su novio a la ciudad de Concepción.

«Constaba el obsequio, dice el cronista Córdova i Figueroa, de catorce comedias, i la del Hércules Chileno, obra de dos regnícolas, toros i cañas, cuyas demostraciones, antes ni después vistas, bien dan a entender la aceptación i aplauso que causó el ingreso del presidente Marín de Poveda».

Es de sentirse que el escritor referido no haya espresado ni el argumento de la primera producción dramática nacional, ni el nombre de sus autores. Esta omisión es irreparable.

Probablemente desde entonces las representaciones teatrales debieron formar parte de los suntuosos regocijos públicos con que acostumbraban solemnizarse la jura de los reyes o el recibimiento de los presidentes.

Don Manuel Concha ha insertado en su interesante i noticiosa Crónica de la Serena un documento, sacado del archivo del cabildo de aquella ciudad, en el cual se describen las fiestas que allí se hicieron desde el 23 de abril de 1748 con motivo de la aclamación de Fernando VI.

Entre ellas, sobresalieron las representaciones de las comedias Resucitar con el agua o San Pedro Masara, i El Alcázar del Secreto, exhibidas el 10 i el 11 de mayo.

Para ponerlas en escena, se construyó en seis días un coliseo «con vistoso ornato i bien adornada simetría».

Fueron convidados a estos espectáculos «todas las comunidades eclesiásticas i cabildo, caballeros i señoras principales de la ciudad; i dispuestos sus

asientos según sus calidades i grados, i para las señoras sus estrados con alfombra i cojines».

La función era nocturna, i por lo tanto el local se hallaba debidamente alumbrado.

Cuando los convidados estuvieron reunidos, se les sirvió al són de armoniosos instrumentos bélicos un opíparo «refresco de variedad i sazonados dulces i confites i de varias bebidas de sorbetes, alojas i chocolate, i por postre, un cartucho de drajeas i almendras i anises de a libra a cada uno».

Se principió la función con una injeniosa loa en honor del nuevo soberano, cuya conclusión fué saludada con estrepitosos aplausos i una salva de artillería.

A esto siguió la representación de la comedia. La segunda noche se observó el mismo orden que en la primera.

Únicamente hubo la diferencia de que la loa estuvo dedicada, no solo al rei don Fernando, sino también a la reina doña María, infanta de Portugal.

Las señoras principales tomaron a su cargo vestir a los actores, «adornándolos de mucha cantidad de joyas, de piedras preciosas i perlas finas, cadenas de oro i demás ropas i aderezos correspondientes».

La descripción asegura que cada actor desempeñó su papel con admirable destreza, «en particular el que hizo de Alcina en El Alcázar del Secreto, que tenía una voz singular i gracia especial, así en la voz como en los accidentes de representar».

Los oyentes quedaron tan complacidos de estas representaciones, que a la conclusión de la segunda pidieron a voces la repetición de las dos comedias, las cuales efectivamente volvieron a darse.

Durante la época colonial, la pascua de navidad se celebraba a veces con la representación de autos sacramentales, i siempre con la exhibición de nacimientos en varias casas particulares.

Algunas familias se preciaban de componer estos últimos primorosamente.

En la parte principal de muchas mesas construídas al efecto, i situadas en una sala espaciosa, se presentaba en el pesebre al niño Jesús colocado entre la virjen María i San José, i adorado por los pastores i los reyes magos.

El descabezamiento de San Juan Bautista, la fuga de Ejipto, la degollación de los inocentes i otros episodios de la misma especie, ocupaban los lugares restantes.

Entre las escenas sagradas, había otras profanas, i aun grotescas.

Figuritas de madera, de cartón, de pasta, de loza i de greda, representaban los personajes puestos a la espectación pública entre búcaros de flores naturales i artificiales.

La jente se agolpaba a contemplar aquel escenario en miniatura.

El concurso de personas de ambos sexos formaba en cada recinto una masa compacta donde era mui dificil penetrar i de donde costaba muchísimo trabajo salir.

Aquella apretura permanente ocasionaba excesos i desórdenes.

A fin de precaverlos, el sínodo diocesano de 1763, convocado por don Manuel de Aldai i Aspee, prohibió que se mostrasen tales espectáculos bajo pena de escomunión mayor, declarando que esta prohibición no alcanzaba a los nacimientos que se colocasen en alguna pieza interior para que los individuos de la familia hiciesen oración.

Este pequeño resquicio se convirtió poco a poco

en ancha brecha por donde la multitud volvió a agruparse para contemplar el místico retablo.

Los nacimientos han continuado existiendo i atrayendo jente aun después de la proclamación de nuestra independencia.

Vese, por lo espuesto en este capítulo i en el anterior, que la vida de Jesús ha tenido una conmemoración gráfica desde su nacimiento, en que los personajes eran representados por figuras de madera o de tierra cocida, hasta su muerte, en que individuos de carne i hueso ejecutaban a lo vivo el gran drama de la pasión.

Don Diego Barros Arana publicó en El Correo del Domingo, número 11, fecha 29 de junio de 1862, algunas noticias acerca de las primeras representaciones teatrales que yo sepa de un medo bien positivo i fijo haber habido en Santiago.

Aquello sucedía por la pascua de navidad de

1777.

Un empresario improvisó una compañía para representar sainetes i autos sacramentales.

Cada uno de los actores recibía seis u ocho pesos mensuales por toda remuneración, lo que basta para conjeturar cuál sería su mérito artístico.

Oigamos cómo Barros Arana describe aquel teatro i sus actores.

«Allí, dice, no había decoraciones ni aparato escénico. Algunos mulatos notables por su desplante estaban vestidos de casacas, como los oficiales de la guardia de gobierno, para representar a los reyes magos, a Herodes o Poncio Pilatos. Dos o tres mujeres, mas recomendables por su locuacidad, que por la cultura de sus maneras, se habían cubierto de vistosas sayas para desempeñar el papel de Santa Ana, la Virjen María o Santa Isabel»,

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